18 de julio de 2008

Detrás de un gran hombre...

Vale, vale, reconozco que a estas alturas puede parecer un topicazo machista. Más aún: reconozco que hoy en día es un topicazo machista.

Pero no deberíamos olvidar que no hace tantos años que más de la mitad de la Humanidad estaba sometida a la otra mitad, como vino a decir Isaac Asimov. De hecho así sique ocurriendo aún en buena parte del planeta, por mucho que nos empeñemos en hacer el memo -eso sí, un memo de lo más políticamente correcto-.

Y aunque la Inglaterra de los años treinta seguía estando muy por encima de la barbarie que por lo visto respetamos profundísimamente y a la que contra toda evidencia llamamos "civilización", lo cierto es que en aquel lugar y en aquella época era cierto que detrás de cada gran hombre había una gran mujer.

A veces con el rodillo de amasar en la mano, literal o por lo menos metafóricamente.

Viene esto a cuento de que acabo de volver de una interesante mesa redonda en la que ha participado Adam Tolkien. Como a Adam no le hace ninguna gracia que le fotografíen, en lugar de las mías les coloco un enlace a esta noticia por si tienen la curiosidad de ver su aspecto. Y no se dejen engañar por su aspecto. Adam no ha heredado de su abuelo, J.R.R. Tolkien, ni su habilidad literaria ni su pasión filológica, pero sí una porción sustanciosa de sus derechos. Y sus orejas.

Y también una participación en la gestión y control de la Tolkien Estate.

De modo que quizá a alguien que no esté interesado en Tolkien le puede parecer que una charla de su nieto resultará bastante sosa, pero para cualquier "tolkienófilo" es una buena oportunidad de obtener de primera mano noticias sobre las actividades literarias de la Tolkien Estate y hasta alguna primicia sobre futuras publicaciones.

Y también, por supuesto, para conocer un poco más sobre la vida de J.R.R. Tolkien. En este caso más bien "de segunda mano", porque Adam tenía cuatro años cuando falleció su abuelo, pero no por eso deja de ser su nieto y por tanto tiene acceso a los recuerdos familiares de su padre y sus tíos, documentos, fotos...

Y ahí es donde iba yo. Cualquier aficionado a Tolkien sabe que detrás del escritor y filólogo había una mujer, Edith. Una mujer que, desde luego, fue muy influyente en su vida y obra, hasta el punto de que en la tumba que ambos comparten en el Wolvercote Cemetery, por deseo expreso del propio Tolkien, aparecen grabados sus nombres y los de Beren y Luthien, los personajes de "El Silmarillion" con los que quiso identificarse a sí y a su gran amor.

Lo que no sabíamos, aunque podíamos haberlo imaginado, es que buena parte de esa obra debe a Edith Tolkien no sólo su inspiración, sino incluso su propia existencia.

Tal y como relató Adam, su abuelo no es que fuera un juerguista, pero francamente prefería pasar las veladas charlando con sus amigos en el "Eagle and Child", el "Lamb and Flag" o algún otro pub de Oxford, o en la espaciosa habitación de C.S. Lewis en el Magdalen College. Hasta aquí el dato era conocido. Lo que no era tan conocido -aunque cualquiera podría haberlo supuesto- es que si Tolkien no se pasaba todas las noches de charla con sus amigotes era porque Edith no le dejaba salir. Así que Tolkien, que era tan trasnochador como poco madrugador, aprovechaba aquellas noches en casa para perfeccionar el quenya y el sindarin, imaginar las historias que, más o menos completas, acabarían formando "El Silmarillion", y redactando "El Hobbit", la obra que le abrió las puertas de la fama como narrador de ficción.

Así que, tolkienófilos de todo el mundo, ya lo sabéis. Detrás del gran Tolkien estaba Edith. Y fue su insistencia en evitar que Tolkien se pasara las noches de blanco en blanco y los días de turbio en turbio la que hizo posible que viera la luz la obra literaria de el profesor.