26 de noviembre de 2012

Anne Germain, en vivo (o muerto) y en directo




Ante todo, déjenme hacerles una advertencia: si alguna vez han visto las actuaciones de alguno de esos grandes médium norteamericanos que son capaces de encandilar a su audiencia con sus facultades para la lectura en frío, sus dotes histriónicas y su pinganillo, pueden dejar de leer esto y pasar a leer cualquier otra sección de La Columnata, porque Anne Germain no tiene nada que ver con ellos. Ni de lejos. Ni con un telescopio. Ni por casualidad.

Y eso que lo tiene todo a su favor, empezando por un público que cree en sus poderes hasta el punto de gastar entre sesenta y noventa euros por entrada (multipliquen la cifra al menos por dos, puesto que casi todo el mundo viene acompañado por uno o varios familiares) y hacer enormes colas para entrar a la sala. En la sesión a la que acudí había unas seiscientas o setecientas personas, y cabe presumir que casi todas ellas estaban deseando contactar con alguno de sus seres queridos difuntos, lo que en principio los convierte en blancos fáciles. Más aun si tenemos en cuenta que más de la mitad de los asistentes eran señoras de bastante edad, que sin duda acumulaban un buen historial de padres, maridos y hasta puede que hijos y nietos fallecidos.

Y, sin embargo, la palabra que más escuchábamos al salir era ‘timo’.

Entre un buey y una mula...




Si son ustedes aficionados al belenismo quizá les haya preocupado que Benedicto XVI haya escrito en su libro “La infancia de Jesús” que en el portal de Belén no había ni buey ni mula. Por suerte ha escrito el libro  más bien como Joseph Ratzinger en vez de hacerlo investido de toda la autoridad papal, porque si hubiese escrito ex cathedra sus portales se quedarían bastante vacíos. Por mi parte, aunque eso de que según el Papa los simpáticos animales no estuvieran presentes en el nacimiento de Jesús ha aparecido en los grandes titulares de muchos medios, lo que de verdad me ha conmocionado, como aficionado a la astronomía, es lo de la estrella de Belén.

La idea de identificar un supuesto milagro con un fenómeno más o menos natural no es nueva, pero sí un tanto ridícula. Desde un punto de vista racional resulta absurdo pensar que, por ejemplo, el episodio de Moisés abriendo las aguas del Mar Rojo es más creíble si hacemos un estudio demostrando que sería posible que un oportuno y fortísimo vendaval pudiera secar un estrecho sendero en el fondo del Golfo de Suez; en el caso, eso sí, de que la climatología de la zona y la orografía del fondo marino fuesen distintas de las reales (y por si no creen que haya quien pierda el tiempo en esas tonterías, el estudio está aquí). Por otra parte, desde el punto de vista de un creyente la cosa tampoco debería ser muy satisfactoria: al fin y al cabo está relegando el papel de un Dios todopoderoso al de un simple chapucero que se aprovecha de las circunstancias para deslumbrar a sus fieles. Pero, por otro lado, también parece dar un aire de respetabilidad, una especie de confirmación histórica a los milagros, y eso ha resultado siempre muy útil desde que los rudimentos del método científico empezaron a socavar la mitología religiosa.

16 de noviembre de 2012

Papel de periódico: Tópicos y montañas



Desde que, como cuenta la leyenda, Arquímedes saltó de su bañera y recorrió las calles de Siracusa gritando su famoso “¡eureka!”, “¡lo encontré!”, la imagen típica y tópica del científico es la de un personaje, generalmente masculino, vestido de bata blanca y tan centrado en sus pensamientos que a menudo hasta olvida ponerse los calcetines (la anécdota, en este caso, se la cuelgan a Einstein). Y no es una simple caricatura propia del cine, la televisión o la mala literatura: mucha gente considera normal y hasta deseable que un buen científico se centre en su especialidad, aunque sea a costa de mostrar una ignorancia sobre cualquier otra cosa que no perdonaríamos en cualquier otra persona.

Pero se trata de un tópico: aunque es cierto que la ciencia moderna exige muchas veces un grado increíble de especialización, también lo es que muchos científicos extienden su curiosidad a muchas otras materias, dentro y fuera de la ciencia. Y de hecho hay ocasiones en las que esa curiosidad, esa multidisciplinariedad, les ha permitido salir de algún que otro atolladero científico.



7 de noviembre de 2012

Lugares comunes en la homeopatía

Me había prometido a mí mismo dejar de lado a la homeopatía en el blog durante una temporada, para descansar y, sobre todo, para que ustedes descansen. Pero esta noche me he topado en twitter con una serie de mensajes que creo que merecen una respuesta detallada, más que nada porque resumen todo el "conocimiento" de panfleto de multinacional homeopática que tiene bastante gente. Como lo importante es el pecado y no el pecador, la identidad de la tuitera en cuestión la dejaremos de lado.

La serie de tuits es esta:


Para ponerles en antecedentes: Eparquio Delgado anunció en su día su intención de presentar una moción de rechazo a la homeopatía y las pseudociencias en la próxima asamblea federal de Izquierda Unida, para lo cual está recabando los apoyos necesarios. Y es ahí donde entra en escena nuestra anónima tuitera: