En el viaje de ida había tenido suerte, por su ventanilla daba hacia el oeste y podía ver Venus. Imagínense:
¡Mira, papá, es Venus! ¡Es Venus! ¡El planeta dos! ¡Mira qué chulo es! ¡Brilla mucho!
y así a lo largo de cuatro kilómetros.
Pero a la vuelta miraba hacia el oeste, y con las luces de la costa no venía gran cosa.
Hasta que de repente empezó a gritar:
¡Papá! ¡Es Saturno! ¡Ha vuelto Saturno!
Y lo dijo con la alegría de quien lleva sin ver su planeta preferido desde hace unos seis meses.
Nada más llegar a casa hice una pequeña comprobación. La vista desde la terraza más o menos esta (cortesía de Stellarium)
La luna del centro de la imagen es... bueno, eso, la Luna. Y la "estrella" más o menos gorda que hay arriba y a la izquierda es, efectivamente, Saturno, como me confirmó Alicia señalando con el dedo
¡Mira! ¡Es Saturno! ¡Tiene anillos!
Le hice dos o tres preguntas capciosas para comprobar que no se estaba confundiendo con la Luna, que no me estaba señalando otra cosa, o que no me estaba tomando el pelo (que también puede ser). Pero no, ni se confundía con la Luna, ni señalaba ninguna estrella, ni se estaba cachondeando de mí. Así que, como premio, me la llevé a observar Saturno con el telescopio.
Lástima que no lo pudiera apreciar, porque aún no sabe mirar por el ocular. Y es que, al fin y al cabo, faltan justamente dos meses para que cumpla los tres años...
Hay varias explicaciones para que una niña tan pequeña haya conseguido identificar a Saturno de esa manera. La primera y más obvia es que sea pura casualidad: ha visto una "estrella" (que en este caso no lo era), no tenía ni idea de lo que era realmente, la ha identificado como Saturno y ha acertado por pura chiripa. Esas cosas pasan, ¿no?
Lo malo es que a ella no suelen pasarle. Quiero decir que ya conoce unos cuantos objetos celestes, y muy pocas veces se confunde. De hecho, menos veces que yo. Hace algún tiempo la saqué al jardín a ver las estrellas, le señalé una muy baja ya en el horizonte oeste y le dije
Mira, Alicia, aún se ve Vega.
Y ella le echó un vistazo rápido y me contestó
No, es Altair.
Me aparté de los árboles para ver un poco mejor y, ¡leñe!, la muy bruja tenía razón.
Algunas estrellas le llaman la atención (ella dice que su favorita es precisamente Altair), y también algunas constelaciones y asterismos: le hacen mucha gracia las Pléyades (que son, dice, "pequeñitas, pequeñitas") y se pasó una buena temporada preguntándome dónde estaba la Osa Mayor cuando ya había desaparecido por debajo del horizonte a las horas en las que ella está despierta. Aunque ahora que ha reaparecido (eso sí, cabeza abajo) no le hace demasiado caso: prefiere mirar a Orión, un "gigante grande, grandeeee". Pero, con mucho, sus favoritos son los planetas, y tras enseñárselos enseguida era capaz de localizarlos e identificarlos correctamente por su brillo y su color. Ahora Saturno no está tan brillante como la pasada primavera, pero esta noche sí presentaba su característico tono amarillento, así que es posible que lo recordara.
E incluso que me recordase a mí comentándole a mi mujer, la semana pasada, que dentro de poco Saturno sería visible a las horas en las que Alicia está despierta. La niña estaba presente y, aunque no me hizo ningún caso, ya saben que a esa edad son auténticas grabadoras, dispuestas a repetir en el momento más inoportuno ese comentario indiscreto que hiciste en voz baja el otro día pensando que nadie te iba a oir...
En fin, que sumó dos y dos (operación aritmética que por cierto está empezando a hacer) y, en efecto, identificó a Saturno en cuanto lo vió.
¿Poco probable? Quizá. ¿Asombroso? Desde luego: yo aún sigo con la boca abierta. Pero entre una explicación -la casualidad- y otra -la identificación correcta- me quedo con la segunda.
Y no sólo por ser su papá... ;-)