De hecho, hasta sería comprensible que la noticia la haya recogido algún que otro Colegio Oficial, como el Colegio Profesional de Enfermería de León, tal y como contaba en Twitter Patricia Rubio y como recoge ella misma en Rincón Enfermero.
Sería, sería... si la noticia fuese cierta.
Vayamos por partes. Según la noticia, este resultado se derivaría de un estudio publicado este mismo lunes nada menos que por Archives of Internal Medicine, una prestigiosa revista médica norteamericana. Revista que tiene la buena costumbre de publicar en internet resúmenes y hasta artículos completos de cada número, así que un servidor no ha tenido otra ocurrencia que irse a mirar el índice del número de esta semana, índice en el que el estudio... bueno, brilla por su absoluta ausencia, como pueden comprobar ustedes mismos. El estudio no aparece tampoco en el número anterior, ni en el anterior a ese, ni, en fin, en ningún otro.
¿Qué es lo que ha pasado? ¿No existe el estudio?
Bueno, sí que existe. De hecho, existe desde hace ya un par de añitos. Lo que ocurre es que la revista ha decidido no publicarlo por causas no muy claras. Según cuenta Erika Check en el blog de noticias de Nature, los editores anunciaron la retirada del artículo doce minutos (sí, doce minutos) antes de su publicación en la edición digital. Según los editores
Tomamos esta decisión para proporcionar tiempo para la revisión y el análisis estadístico de datos adicionales no incluidos en el artículo original que los autores proporcionaron menos de veinticuatro horas antes de la publicación.
El aviso llegó demasiado tarde para algunos medios y en particular para The Telegraph, que llegó a publicar un artículo sobre esta historia que, si bien ya ha desaparecido de la edición digital (sustituido por otro parecido, eso sí), sirvió para que la inefable Europa Press lo fusilara literalmente y lo distribuyese a los medios. Medios y agencia que, por supuesto, ni se han dignado sacar la patita que metieron ni probablemente lo hagan nunca, ¿verdad?
Pero bueno, esta es la parte anecdótica. Lo importante, evidentemente, es si el estudio es realmente sólido y fiable.
Cuestión bastante difícil de discernir. Para empezar, no sabemos cuáles habrán sido esos datos adicionales que han remitido los autores, tan importantes como para que Archives of Internal Medicine parase las máquinas (en sentido figurado, claro) y suspendiese la publicación. Pero el artículo, como hemos comentado, lleva rodando por ahí desde el año 2009, y ha habido quien ha tenido la oportunidad de echarle un vistazo. Entre ellos nada menos que Larry Husten, que cuenta que
Vamos a ser claros: incluso si los datos de este estudio resultan ser completamente fiables (algo que ya no podemos dar por seguro), los resultados son como mucho generadores de hipótesis, y no nos dicen absolutamente nada acerca de la validez real de la Meditación Trascendental (MT). Solo doscientas personas fueron aleatorizadas en el estudio, pero la mayoría de los estudios con objetivos clínicos "duros" requieren miles de pacientes. Un examen superficial del artículo levanta banderas rojas de todo tipo. He aquí otros motivos de preocupación:
Pero mi preocupación principal es el análisis del objetivo primario, que era la combinación de mortalidad por cualquier causa, por infarto de miocardio o por acidente cerebrovascular. Esto ocurrió en 17 pacientes del grupo de MT frente a 23 del grupo de control, una diferencia que según los autores adquiere significación (p=0,03) tras ajustar las diferencias de edad, sexo y uso de fármacos reductores del nivel de lípidos entre los grupos. Sin embargo, no había diferencias significativas entre los grupos en ninguno de esos factores. Peor aún, hay diferencias muy significativas en parámetros como educación (11,3 años en el grupo de MT frente a 9,9 años en el grupo de control, p=0,003) y en la escala de depresión del CES (13,8 frente a 17,7) sobre las cuales los autores no hacen ningún ajuste, aunque en ambos casos la diferencia parece favorecer al grupo de MT. En otras palabras, y empleando el viejo dicho, torturaron los datos hasta que consiguieron hacerlos hablar.
- Aunque el análisis habla de 201 pacientes, el estudio contó con 451 pacientes elegibles y 213 aleatorizados.
- De los 105 pacientes destinados a la MT, 19 ni siquiera la recibieron.
- 12 pacientes -6 en cada grupo- fueron aleatorizados pero excluidos porque no reunían los criterios de inclusión del ensayo.
- 41 pacientes -20 en el grupo de MT, 21 en el grupo de control- desaparecieron del seguimiento.
Vamos, que los resultados se obtuvieron tras ajustar unos parámetros que no había que ajustar y, sobre todo, olvidando otros (uno de ellos tan grave como el grado de depresión que presentaban los pacientes) que sí que lo necesitaban. Habrá que ver qué dicen esos nuevos datos que los autores han enviado tan precipitadamente, pero de momento la cosa pinta muy mal.
Tan mal que Husten ni siquiera ha creído necesario comentar otro motivo de preocupación: de los tres autores, dos pertenecen a la Maharishi University of Management, uno de los muchos negocios (como por ejemplo este, este, este o este otro) que montó en su día "Maharishi Manesh Yogui" para explotar, precisamente, el filón de la moda de la Meditación Trascendental. Y, por cierto, si quieren saber quién era realmente ese tipo (o el por qué de las comillas), Mauricio-José Schwarz se lo explica muy bien aquí.
Un negocio que en este caso es redondo, teniendo en cuenta que la Maharishi University of Management ha estado recibiendo durante varios años subvenciones millonarias por parte del National Center for Complementary and Alternative Medicine para realizar este tipo de investigaciones. Vamos, que la publicidad de sus tratamientos, sus cursos y sus atrapabobos no es que les salga gratis, es que les supone ingresar un pastón en dinero público.
Y todo para presentar un estudio más que dudoso y forzar su retirada en el último momento. Pero eso, y lo que de verdad haya detrás del estudio cuando finalmente se publique (si es que llega a publicarse) quedará en unos pocos blogs y medios serios. Para los demás, como para los vendedores de pseudoterapias, lo que siempre quedará serán esos grandes titulares en letras bien gordas. ¿Verdad?
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