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26 de noviembre de 2012
Entre un buey y una mula...
Si son ustedes aficionados al belenismo quizá les haya preocupado que Benedicto XVI haya escrito en su libro “La infancia de Jesús” que en el portal de Belén no había ni buey ni mula. Por suerte ha escrito el libro más bien como Joseph Ratzinger en vez de hacerlo investido de toda la autoridad papal, porque si hubiese escrito ex cathedra sus portales se quedarían bastante vacíos. Por mi parte, aunque eso de que según el Papa los simpáticos animales no estuvieran presentes en el nacimiento de Jesús ha aparecido en los grandes titulares de muchos medios, lo que de verdad me ha conmocionado, como aficionado a la astronomía, es lo de la estrella de Belén.
La idea de identificar un supuesto milagro con un fenómeno más o menos natural no es nueva, pero sí un tanto ridícula. Desde un punto de vista racional resulta absurdo pensar que, por ejemplo, el episodio de Moisés abriendo las aguas del Mar Rojo es más creíble si hacemos un estudio demostrando que sería posible que un oportuno y fortísimo vendaval pudiera secar un estrecho sendero en el fondo del Golfo de Suez; en el caso, eso sí, de que la climatología de la zona y la orografía del fondo marino fuesen distintas de las reales (y por si no creen que haya quien pierda el tiempo en esas tonterías, el estudio está aquí). Por otra parte, desde el punto de vista de un creyente la cosa tampoco debería ser muy satisfactoria: al fin y al cabo está relegando el papel de un Dios todopoderoso al de un simple chapucero que se aprovecha de las circunstancias para deslumbrar a sus fieles. Pero, por otro lado, también parece dar un aire de respetabilidad, una especie de confirmación histórica a los milagros, y eso ha resultado siempre muy útil desde que los rudimentos del método científico empezaron a socavar la mitología religiosa.
16 de noviembre de 2012
Papel de periódico: Tópicos y montañas
Desde que, como cuenta la leyenda, Arquímedes saltó de su bañera y recorrió las calles de Siracusa gritando su famoso “¡eureka!”, “¡lo encontré!”, la imagen típica y tópica del científico es la de un personaje, generalmente masculino, vestido de bata blanca y tan centrado en sus pensamientos que a menudo hasta olvida ponerse los calcetines (la anécdota, en este caso, se la cuelgan a Einstein). Y no es una simple caricatura propia del cine, la televisión o la mala literatura: mucha gente considera normal y hasta deseable que un buen científico se centre en su especialidad, aunque sea a costa de mostrar una ignorancia sobre cualquier otra cosa que no perdonaríamos en cualquier otra persona.
Pero se trata de un tópico: aunque es cierto que la ciencia moderna exige muchas veces un grado increíble de especialización, también lo es que muchos científicos extienden su curiosidad a muchas otras materias, dentro y fuera de la ciencia. Y de hecho hay ocasiones en las que esa curiosidad, esa multidisciplinariedad, les ha permitido salir de algún que otro atolladero científico.
4 de octubre de 2012
Papel de Periódico: LUCA
En un evento como Naukas Bilbao 2012, las jornadas de divulgación científica más importantes de España, es lógico que se hayan pronunciado muchas frases impactantes. Y una de las que más me llamaron la atención la pronunció Carlos Briones, investigador del Centro Español de Astrobiología. La Astrobiología se ocupa del estudio de la vida en el Cosmos, y en ese sentido puede parecer una disciplina no solo exótica sino incluso fuera de lugar, pero nada más lejos de la realidad. Y Carlos Briones lo dejó muy claro a partir de una frase: “a partir de LUCA todo han sido ajustes finos“.
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