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7 de junio de 2011

Porque yo sí soy padre

Si yo fuera padre, una entrada imprescindible de Sonicando.

27 de noviembre de 2010

Los antivacunas y su derecho de vida y muerte



Tarde o temprano tenía que ocurrir: los movimientos antivacunas, que poco a poco se han ido introduciendo en nuestro país, ya se hacen notar por las consecuencias de su postura. Por suerte esta vez las autoridades sanitarias han reaccionado a tiempo, y el escándalo de lo sucedido en Granada parece que ha animado a que sectores habitualmente bastante pasivos ante las supercherías científicas (a veces incluso cómplices de ellas) vayan movilizándose y advirtiendo a la sociedad de los peligros de esta moda. Algo es algo.

Por desgracia, en estos tiempos en que los medios de comunicación se han olvidado por completo de la Ley de Okrent, que los movimientos antivacunas salgan a la luz pública implica también que se les ceda espacio en los medios de comunicación para que puedan exponer sus "argumentos".

La mayoría de ellos se basan simplemente en ideas erróneas. Otros, en creencias insostenibles o puras y simples estupideces. Pero, en todos los casos, su última línea de resistencia es la misma: la negativa a la vacunación como expresión de libertad individual. Es lo que, por ejemplo, hemos podido escuchar esta tarde en es.radio, cuando un tal Juan Manuel Marín, que no ha tenido reparos en indentificarse como médico y "colaborador científico" de la "Liga para la libertad de vacunación" (organización que encuentro tan especialmente indeseable que me tendrán que perdonar que no ponga ningún enlace a ella) y que ha defendido varias veces su postura como una especie de ejercicio de un derecho inalienable.

Dejemos de lado el resto de sus argumentos, consistentes en una mezcla amorfa de falacias y embustes, y vayamos con aquello de que a este señor le escandalice que las autoridades sanitarias, previa autorización judicial, hayan tomado

medidas que, bueno, que pueden cuestionar digamos los derechos civiles y constitucionales de las personas que deciden no vacunar, ¿no?

Pues no. Evidentemente eso de la "libertad" es muy importante para ellos (como ha recalcado por detrás una locutora del programa), y que presentan esto como una "decisión personal" (como ha acabado resaltando el presentador, Luis Herrero). Pero dejémonos de ensoñaciones y vayamos a la cruda realidad.

Para empezar, no deberíamos olvidar que estos individuos no defienden su libertad para decidir si se vacunan o no o; lo que ellos reclaman es un supuesto derecho a decidir si vacunan o no a sus hijos. O, dicho de otro modo, si los someten a un procedimiento que ha demostrado de forma irrebatible su eficacia para prevenir enfermedades que pueden ser graves y hasta mortales, o los exponen al riesgo de contraerlas.

Vale, es un derecho. O, mejor dicho, lo fue, porque entraría dentro de las facultades derivadas del ius vitae necisque, el derecho de vida y muerte de los primeros siglos de Roma, que confería al paterfamilias, al cabeza de familia, la facultad de decidir sobre la vida y la muerte de sus hijos. Y es que, para el Derecho Romano arcaico, los hijos eran una más de las propiedades del padre (que de hecho también podía ejercitar el ius vendendi y venderlos) quien podía legítimamente hacer con ellos lo que le diera la real gana.

Pero, por suerte, hoy en día las cosas no son así. Los menores de edad son también sujetos de derechos, y merecen protección incluso ante las decisiones desquiciadas de sus padres. La libertad de los padres les permite decidir si se vacunan o no o, ya puestos, si se hacen o no un piercing, si se cortan una oreja para guardarla en un frasquito como recuerdo, o si se queman a lo bonzo para protestar contra el hecho de que actualmente se considere a los niños como personas y no como meros objetos. Incluso tienen el derecho a educar a sus hijos en el sistema de creencias que deseen, por desquiciadas y peligrosas que sean, como en este caso. Pero lo que ninguna defensa de la libertad individual puede amparar es que los padres tengan derecho a exponer a sus hijos a riesgos perfectamente evitables y que, a veces, pueden resultar mortales.

Pero es que hay más: estos irresponsables no solo pretenden tener el derecho de decidir si ponen en peligro o no la vida de sus hijos, sino que además también creen que pueden hacer lo mismo con el resto de las personas de su entorno. Además de la inmnunización individual, la vacunación tiene un efecto de inmunización de grupo: cuanto mayor sea el porcentaje de personas vacunadas, menor será la posibilidad de que alguien infecte a las no vacunadas. Un ejemplo dramático lo comentamos aquí hace algún tiempo, pero merece la pena repetirlo: la pequeña Dana McCaffery, el bebé de la foto que encabeza esta entrada, murió con tan solo cuatro semanas de edad a consecuencia de la tosferina. La tosferina había sido prácticamente erradicada en Australia, como en el resto de los países desarrollados, pero la creciente presencia de grupos antivacunación hizo que volvieran a aparecer brotes de la enfermedad, y una de las personas que se contagiaron fue la pobre Dana, que aún era muy pequeña para recibir la vacuna.

Hoy los padres de Dana luchan para hacer comprender la irracionalidad y, sobre todo, la irresponsabilidad de los grupos antivacunación. No estaría de más que aquí hiciésemos todos lo mismo, especialmente los medios de comunicación.

Antes de que esos "derechos civiles y constitucionales de las personas que deciden no vacunar" desemboquen en la muerte de una pequeña Dana en nuestro país.


Actualización. Absolutamente imprescindible: Qué atrevida es la ignorancia... sobre las vacunas.