Seguro que muchas personas piensan que una de las desventajas de tener una niña pequeña es lo de la música. En mi caso la desventaja es relativa, porque muchas veces sus gustos musicales coinciden con los míos y debo reconocer que alguna de sus peticiones no me desagrada en absoluto. Pero, dejando aparte esa y algunas otras exquisiteces, lo normal es que un viaje en coche con la niña tenga como banda sonora un encadenamiento de canciones infantiles.
Cosa que tampoco me disgusta. Bueno, reconozco que a veces acaba uno cansándose de contar los cabellos de mi barba (teóricamente, porque hace tiempo que me la he afeitado) o contar los huevos que ha puesto una gallina que, para más inri, durante toda mi vida había creído equivocadamente que se llamaba Turuleta. Pero, al menos, se trata de canciones con las que yo también he crecido y que por tanto, tampoco me resultan excesivamente cansinas.
Y, además, esto me ha permitido escuchar por primera vez canciones que yo no conocía. Y de uno de esos descubrimientos vamos a hablar. De la canción titulada algo así como "estaba una pastora".
Para quienes aún no la conozcan, la canción viene a decir que
Estaba una pastora,
lará, lará, larito,
estaba una pastora
cuidando un rebañito.
Con leche de sus cabras,
lará, lará, larito,
con leche de sus cabras,
hacía los quesitos.
El gato la miraba,
lará, lará, larito,
el gato la miraba
con ojos golositos.
Gato, no eches la uña,
lará, lará, larito,
gato, no eches la uña,
que rompes el quesito.
El gato echó la uña,
lará, lará, larito,
el gato echó la uña,
y le rompió el quesito.
La pastora enfadada,
lará, lará, larito,
la pastora enfadada
le cortó su rabito.
A confesar su falta,
lará, lará, larito,
a confesar su falta,
se fue al padre Benito.
Al escuchar eso de que la pastora "le cortó su rabito" al gato mi mujer y yo nos limitamos a comentar algo así como "¡qué bruta!", sin darle importancia, pero es que pertenecemos a esas generaciones de niños que jugaban en columpios oxidados, corrían la vuelta ciclista con chapas de refrescos, e incluso disponían de revólveres y fusiles de juguete con los que organizar batallas entre indios y vaqueros. Cosas todas ellas del pasado, claro. Por lo visto, para la pedagogía al uso la proliferación de juguetes con partes cortantes, piezas pequeñas que pueden provocar asfixia al ser tragadas o componentes que pueden causar electrocución debía provocar auténticas hecatombes entre la población infantil. Y los pocos supervivientes a esta jungla de peligros, siempre según los cánones actuales, seguramente nos habremos convertido en seres abyectos, encastillados en absurdos roles de género, propensos al maltrato de los animales, el racismo, la violencia y qué sé yo cuantas otras cosas feas a las que nos incitaban los Madelman, las Nancy y los muñequitos de Comansi.
O a lo mejor exageran un poco, digo yo. Sobre todo teniendo en cuenta que quienes dicen esas cosas jugaron también con esos juguetes y sobrevivieron también a las asechanzas del maligno tobogán del parque del barrio.
Pero, sea como sea, tal y como están las cosas uno se lo piensa siete veces antes de darle a un niño un cochecito de hojalata, no sea que a continuación aparezca la Guardia Civil para llevarte de cabeza al calabozo. Y, claro, en ese ambiente la letra de la cancioncilla choca un poco, ¿no?
Quizá por ese motivo circulen por ahí versiones más actualizadas de la canción. En una de ellas, por ejemplo, aquello de
La pastora enfadada,
lará, lará, larito,
la pastora enfadada
le cortó su rabito.
Ha sido sustituido por
La pastora enfadada,
lará, lará, larito,
la pastora enfadada,
le dió un azotito.
Que rompe un poco la métrica, pero al menos no resulta tan cruel.
Pero incluso eso les parece poco a algunos, que optan por otra versión aún menos violenta que dice que
La pastora enfadada,
lará, lará, larito,
la pastora enfadada,
le estiró del rabito.
Bueno, menos violenta en apariencia. Porque, teniendo en cuenta lo que significa realmente "estirar" una de dos, o bien alargaron al gato tirándole del rabo, o bien con quien están ejerciendo una violencia de todo punto injustificable es con nuestro idioma.
Por último, en ambas versiones desaparece la alusión al padre Benito, una loable puesta al día en pro del laicismo y la aconfesionalidad, pero que hace perder al texto lo que quizá (supongo yo) sea una divertida alusión a una de las piezas más divertidas del llamado "género chico": los "couplets de los milagros" de "El tambor de granaderos", cuya letra reproduzco aquí ante la falta de enlaces en Youtube:
LEGO: Erase un labrador muy devoto
que un pedazo de tierra tenía
tan estéril que no producía
ni ocho granos de trigo candeal.
Cuanto el hombre sembraba,
otro tanto le pudría aquel suelo maldito,
hasta que un día el padre Benito
el remedio pidió de su mal.
Nuestro padre soltó dos latines
y el labriego se fue tan contento
y al volver al campo ¡oh portento!
¿cómo el suelo diréis que encontró?
D. PEDRO: ¿Todo verde?
LEGO: Mejor todavía!
BIBIANA: ¿Con espigas?
LEGO: ¡Jesús, qué inocentes!
¡Con millones de roscas calientes
que el milagro del santo amasó!
D. PEDRO: ¡Qué milagro, cielos!!oh!
BIBIANA: ¡Qué milagro, cielos!¡ah!
LEGO: ¡Cómo miento, cielos, yo!
BIBIANA: y
D. PEDRO: ¡No hay mayor prodigio ya!
LEGO: ¡No hay mayor embuste ya!
Erase una muchacha bonita
que aspiraba a casarse y en vano,
pues ninguno le daba su mano
y se le iba pasando la edad.
Aburrida de ver que los hombres
despreciaban su bello palmito,
vino en súplica al padre Benito
y un esposo pidió por piedad.
Nuestro padre soltó dos latines
con el santo fervor que le abrasa,
y al volver compungida a su casa,
¿qué diréis que la chica encontró?
D. PEDRO: ¿Pretendientes?
LEGO: ¡Pues vaya un milagro!
BIBIANA: ¿Cinco novios?
LEGO: Motivo de riñas.
¡Un marido, la suegra, seis niñas!
¡y un chiquillo que amante crió!
(Como antes.)
D. PEDRO: ¡Qué milagro!
BIBIANA: ¡Qué milagro!
etc., etc.
LEGO: ¡Cómo miento!
etc. etc.
(Letra tomada de aquí).
En fin, perdonen ustedes por la disgresión. Sigo con la cancioncita de la pastora.
Decía que, como pueden comprobar, hay varios intentos de poner la letra de la canción más acorde con los tiempos que corren. Sin embargo, me temo que resultan no solamente inadecuados, sino de todo punto insuficientes. Una canción así necesita una completa puesta al día, y con toda modestia, desde mi condición de padre preocupado por el bienestar educativo de su hija, me he decidido a dar yo mismo el paso. Aquí tienen el resultado.
Recordemos que, en primer lugar, decía la canción que
Estaba una pastora,
lará, lará, larito,
estaba una pastora
cuidando un rebañito.
Eso está bien para la gente de mi generación, que solíamos pasar las vacaciones en el pueblo y aún hemos sido testigos de algunas tareas agrícolas y ganaderas. Pero para un niño urbano de hoy en día palabras como "pastora" o "rebañito" carecen sin duda de significado. Por lo tanto creo que, aun manteniendo la primera estrofa, sería conveniente añadir alguna breve explicación sobre estos términos. Por otra parte, aunque la historia trate sobre una pastora, las patadas que la corrección política está propinando a la gramática española hacen coveniente aclarar también la cuestión del sexo (el "género", como se dice ahora) de la protagonista de la historia. De modo que la cosa quedaría así:
Estaba una pastora,
lará, lará, larito,
estaba una pastora
cuidando un rebañito.
Una pastora es alguien,
lará, lará, larito,
una pastora es alguien
que cuida animalitos,
Que pueden ser ovejas,
lará, lará, larito,
que pueden ser ovejas,
cabras o corderitos,
bien de su propiedad,
lará, lará, larito,
bien de su propiedad
o bien de terceritos,
para que por el campo,
lará, lará, larito,
para que por el campo
coman vegetalitos,
y se llama "pastor",
lará, lará, larito,
y se llama "pastor",
si es un hombrecito.
Creo que así queda algo más clara la cuestión, ¿no?
Prosigamos. La canción dice a continuación que
Con leche de sus cabras,
lará, lará, larito,
con leche de sus cabras,
hacía los quesitos.
Francamente, esto me parece inaceptable. La estrofa no hace la más mínima mención a las condiciones higiénico-sanitarias imprescindibles en la elaboración de los productos lácteos, por lo que podríamos decir (engólese adecuadamente la voz) que fomenta una cultura de despreocupación hacia los principios básicos de la seguridad alimentaria. Por otra parte, también me parece evidente que para los niños de hoy en día el queso es algo que se compra en bandejas blancas en el Carrefour, de modo que lo de que la pastora haga queso con leche de sus cabras requiere una pequeña explicación. En definitiva, creo que lo mejor sería suprimir esa estrofa y cambiarla por esto otro:
Poniéndose unos guantes,
lará, lará, larito,
poniéndose unos guantes
esterilizaditos,
ordeñaba a las cabras,
lará, lará, larito,
ordeñaba a las cabras
(pero no a los cabritos).
La leche la guardaba,
lará, lará, larito,
la leche la guardaba
en un tarro limpito,
y la pasteurizaba,
lará, lará, larito,
y la pasteurizaba
cociéndola un poquito.
Para darle sabor,
lará, lará, larito,
para darle sabor
le echaba aditivitos.
La ponía a cuajar,
lará, lará, larito,
la ponía a cuajar
salándola un poquito,
y el cuajo lo prensaba,
lará, lará, larito,
el cuajo lo prensaba,
con mucho cuidadito.
Una vez hemos dejado claro el proceso de elaboración del queso (para lo cual, además, recomiendo que el cantante de turno se atavíe con bata blanca, gorro y mascarilla), llegamos al meollo de la cuestión: lo del gato. Como está bastante bien explicado, podemos dejar eso de que
El gato la miraba,
lará, lará, larito,
el gato la miraba
con ojos golositos.
Gato, no eches la uña,
lará, lará, larito,
gato, no eches la uña,
que rompes el quesito.
El gato echó la uña,
lará, lará, larito,
el gato echó la uña,
y le rompió el quesito.
Pero la reacción airada de la pastora, evidentemente, no la podemos pasar. Y no me vale tampoco ni lo del azotito, ni lo de "estirar" al pobre gato, ni nada de eso. Estas auténticas barbaridades son propias de otra época y sus consecuencias, evidentemente, pueden ser nefastas tanto para la pastora (inconsciente ella del daño que se está autoinfligiendo con su conducta) como para los inocentes oídos de los niños que escuchan la canción. Por no hablar del gato, claro.
En lugar del castigo físico, habría que intentar actualizar la canción de modo que la respuesta de la pastora ante la infracción felina fuese más acorde con las tendencias pedagógicas contemporáneas, que se centran en que el infractor comprenda claramente las consecuencias negativas de su acción, sustituyendo el castigo por el estímulo positivo y razonado.
O sea, esto:
La pastora enfadada,
lará, lará, larito,
la pastora enfadada
habló con el gatito.
Lleva mucho trabajo,
lará, lará, larito,
lleva mucho trabajo
hacer estos quesitos,
Y tú lo has estropeado,
lará, lará, larito,
y tú lo has estropeado
en solo un momentito.
Si tú le echas la uña,
lará, lará, larito,
si tú le echas la uña
y rompes el quesito,
ya no podré venderlo,
lará, lará, larito,
ya no podré venderlo
y ganar dinerito.
Con esto de la crisis,
lará, lará, larito,
con esto de la crisis
se miran los euritos.
Los otros fabricantes,
lará, lará, larito,
los otros fabricantes
con los que yo compito
Ofrecerán sus quesos,
lará, lará, larito,
ofrecerán sus quesos
intactos y bonitos.
Y los de marcas blancas,
lará, lará, larito,
y los de marcas blancas,
que no son tan bonitos,
se venderán mejor,
lará, lará, larito,
se venderán mejor
por ser más baratitos.
Así que ya ves, gato,
lará, lará, larito,
así que ya ves gato,
si rompes los quesitos
tendré que hacer un ERE,
lará, lará, larito,
tendré que hacer un ERE
con todo el rebañito,
y no podré pagaros,
lará, lará, larito,
y no podré pagaros
siquiera el finiquito.
Con lo cual, dicho sea de paso, sobraría lo del padre Benito.
En fin, esta es mi propuesta, humilde pero no por ello menos necesaria. Espero que cunda el ejemplo, y pronto podamos ofrecer a nuestros niños versiones actualizadas de canciones populares cargadas de perniciosos alegatos en favor del papel excluyente de la propiedad privada como los de "El patio de mi casa" (por no hablar de su mensaje denigrante hacia los menos aprovechados en el aprendizaje de las matemáticas), inaceptable promoción de la destrucción de bienes de titularidad pública como la que hace "¡Que llueva, que llueva!" (que además contiene referencias a una determinada opción religiosa que implica la exclusión de todas las demás), propaganda sexista tan trasnochada como la de "Al pasar la barca" (¿por qué las niñas bonitas no pagan dinero y los demás sí?) o tan furibundamente clasista como la de "El corro de la patata" (con su atribución a "los señores" de la exclusividad en el consumo de hortalizas y cítricos) y tantos y tantos mensajes que no son de recibo en una sociedad como la nuestra.
Y además, si su niño es de los que dan la lata en el coche, seguro que a la décima estrofa estará ya frito.
Y no me lo agradezca: uno contribuye al bienestar de la humanidad como puede.
Plas, plas, plas. Excelente desde el principio hasta el final. Espero ansioso la versión del siglo XXI de "Mambrú se fué a la guerra"
ResponderEliminarHay que tener hijos y un buen saco de ironía a las espaldas para perpetrar esta obra maestra. Felicidades.
ResponderEliminarJa, ja, ja, buenísimo. ¿Le dió un azotito? ¡Qué horror!, ¿le estiró del rabito? ¡Así le rompe la columna! ¡Atroz!
ResponderEliminarHablando de seguridad alimentaria, en los EE.UU. hasta al pobre monstruo de las galletas lo han hecho vegetariano, para... evitar su mal ejemplo de hábitos alimenticios. Me hace mucha gracia cómo lo parodian en Padre de familia.
Para Víctor:
ResponderEliminarMambrú se fue de casa,
qué dolor, qué dolor, qué guasa,
Mambrú se fue de casa,
y está en Afganistán,
do-re-mí, do-re-fa,
está en Afganistán.
Unos dicen que es guerra,
qué dolor, qué dolor, qué pena,
unos dicen que es guerra
y otros misión de paz,
do-re-mi, do-re-fa,
y otros misión de paz.
El caso es que se ha ido,
qué dolor, qué dolor, qué pena,
el caso es que se ha ido
y no sé cuándo vendrá,
do-re-mi, do-re-fa,
no sé cuándo vendrá.
Vendrá en el equinoccio,
qué dolor, qué dolor, qué pena,
vendrá en el equinoccio
en el primaveral,
do-re-mi, do-re-fa,
en el primaveral,
o cerca del solsticio,
qué dolor, qué dolor, qué pena,
o cerca del solsticio,
del solsticio vernal,
do-re-mi, do-re-fa,
del solsticio vernal...
Pues yo (nacido en 1970) recuerdo que la cancion tenia otra estrofa. Cuando la pastorcilla va a confesar su falta al padre Benito este le contesta "la falta te perdono, si me das un quesito". Es logico, el clero siempre se ha movido por intereses economicos, no saben nada los muy canallas.
ResponderEliminarY respecto a lo de Mambru, os recomiendo escuchar un tema del grupo Pamplones Belladona (años 80) en el que milito Aurora Beltran, famosa por Tahures Zurdos. COmienza diciendo "Mambru es un cabarde, lo dice todo el mundo, no quiere ir a la guerra, ni saber de ese asunto". La cancion termina mal, pues en su pueblo le cuestionan su hombria por ser objetor, le convencen, se va a la guerra y..... lo matan.
Saludos. Mak.
Me parece muy bien esa defensa del gato de la pastora, pero ¿nadie se va a acordar del pobre perro de san Roque y del vándalo de Ramón Rodríguez?
ResponderEliminarGenial, genial. Lo pondré en práctica.
ResponderEliminarQue bueno, gracias por este rato.
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