30 de septiembre de 2009

El tarot telefónico. II.- Las (ignoradas) reglas del juego

Les hablaba yo ayer en el blog (y hoy, milagros de la tecnología, desde Telemadrid) de la fantástica ficción legal de considerar a los tarots telefónicos como "servicios de ocio y entretenimiento", con las consiguientes ventajas para los tarotistas y, como es lógico, desventajas para sus víctimas. Pero no todo son malas noticias.

Bueno, sí que lo son. Pero no lo parecen.

Me explico. El sector, como muchos otros, no está regulado únicamente por normas legales o reglamentarias; también existe la llamada "autorregulación". La autorregulación es, o se supone que es, el conjunto de normas que se da a sí mismo el propio sector. Y digo "se supone" porque en nuestro país, siempre tan amante de la burocracia, los Códigos de Conducta los elaboran organismos públicos y se aprueban mediante resoluciones oficiales. En nuestro caso, la Resolución de 15 de septiembre de 2004 de la Secretaría de Estado de Telecomunicaciones.

Pero eso es lo de menos. El caso es que hay, como digo, un Código de Conducta de obligado cumplimiento por parte de los operadores y de los prestadores de servicios, hasta el punto de que su reiterado incumplimiento puede suponerles la pérdida de sus rentables números 803.

En teoría, claro.

Echemos un vistazo al Código de marras. Que en su apartado 5, "normas de aplicación al contenido de estos servicios", dice que dicho contenido no deberá, entre otras cosas,

5.1.1.3 Llevar a conclusiones erróneas a consecuencia de su inexactitud, ambigüedad, exageración, omisión o similares.

5.1.1.4 Inducir a un estado inaceptable de ansiedad o temor, o a aprovecharse o explotar el estado de necesidad económica, laboral o personal del usuario llamante.

5.1.1.7 Contener información falsa o caduca.


No sé qué opinarán ustedes. Aunque lo sospecho: al fin y al cabo están leyendo este blog en lugar de leer el "Más Allá" o el "Año Cero", ¿verdad?. Pero, en fin, de lo que sí estoy seguro es de lo que estoy pensando yo; tarotistas, adivinos y demás prometen "ayudar" a sus clientes con sus predicciones, exagerando sus pretendidos poderes y omitiendo que, en realidad, esos poderes no existen. El tipo de "servicio" que ofrecen, por otra parte, se basa exclusivamente en aprovecharse y explotar el estado de necesidad económica, laboral o personalidad de sus clientes, algo puesto aún más de manifiesto por el incremento de consultas que han experimentado coincidiendo con la llegada de la crisis económica, como comentábamos en la entrada anterior.

Y, por supuesto, todo su negocio se basa en una información falsa: la pretensión de que son realmente capaces de obtener, por algún método esotérico o paranormal, información sobre el presente y el porvenir de sus víctimas.

A pesar de lo cual, como resulta evidente, siguen tranquilamente con su negocio, sin que la rimbombante Comisión Permanente de la Comisión de Supervisión de los Servicios de Tarificación Adicional (venga, prueben a decirlo de un tirón) se preocupe más que de los incumplimientos formales de los operadores.

Y es que en eso no somos tan distintos de otros países que también han adoptado el sistema de autorregulación para actividades paranormales o pseudocientíficas: por muy bien que suenen, al final estos códigos y estos organismos sólo sirven para poner una cara amable que, por mucho que sonría, no deja de ser de cemento armado.

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