Para quien no lo conozca, Simon Singh es, entre otras cosas, coautor junto con Edzar Ernst de Trick or Treatment? Alternative Medicine on Trial, un libro imprescindible para quien quiera conocer realmente cuál es la evidencia científica acerca de la efectividad de las llamadas "medicinas alternativas".
O sea, más bien poca: los "hechos innegables acerca de la medicina alternativa" (que viene a ser la traducción del título de la edición norteamericana) son, sencillamente, que la inmensa mayoría de estas pseudoterapias son una pura filfa, y los autores sólo fueron capaces de encontrar alguna débil evidencia a favor de la acupuntura, la quiropráctica y los remedios herbales.
Estos últimos por razones obvias: contienen principios activos cuyo efecto puede ser beneficioso, aunque en otras ocasiones no tanto, por lo que su dispensación debería confiarse más a los profesionales de la salud y menos a los charlatanes alternativos que tanto abundan. La acupuntura, por su parte, también parece tener ciertos efectos, aunque realmente no tienen nada que ver con majaderías místicas sobre flujos vitales y demás tonterías, sino simplemente con los pinchazos, hasta el punto de que da exactamente igual que las agujitas se coloquen en los supuestos "meridianos" o al buen tuntún.
Y en cuanto a la quiropráctica... bueno, habría mucho que hablar sobre ella, y no demasiado bueno. De hecho, el propio Singh lo explicaba muy bien en un artículo publicado en "The Guardian" y que voy a reproducir íntegramente y en inglés, para no correr el riesgo de que una traducción lo desvirtúe. Ahí va:
Beware the Spinal Trap
This is Chiropractic Awareness Week. So let’s be aware. How about some awareness that may prevent harm and help you make truly informed choices? First, you might be surprised to know that the founder of chiropractic therapy, Daniel David Palmer, wrote that, “99% of all diseases are caused by displaced vertebrae”. In the 1860s, Palmer began to develop his theory that the spine was involved in almost every illness because the spinal cord connects the brain to the rest of the body. Therefore any misalignment could cause a problem in distant parts of the body.
In fact, Palmer’s first chiropractic intervention supposedly cured a man who had been profoundly deaf for 17 years. His second treatment was equally strange, because he claimed that he treated a patient with heart trouble by correcting a displaced vertebra.
You might think that modern chiropractors restrict themselves to treating back problems, but in fact they still possess some quite wacky ideas. The fundamentalists argue that they can cure anything. And even the more moderate chiropractors have ideas above their station. The British Chiropractic Association claims that their members can help treat children with colic, sleeping and feeding problems, frequent ear infections, asthma and prolonged crying, even though there is not a jot of evidence. This organisation is the respectable face of the chiropractic profession and yet it happily promotes bogus treatments.
I can confidently label these treatments as bogus because I have co-authored a book about alternative medicine with the world’s first professor of complementary medicine, Edzard Ernst. He learned chiropractic techniques himself and used them as a doctor. This is when he began to see the need for some critical evaluation. Among other projects, he examined the evidence from 70 trials exploring the benefits of chiropractic therapy in conditions unrelated to the back. He found no evidence to suggest that chiropractors could treat any such conditions.
But what about chiropractic in the context of treating back problems? Manipulating the spine can cure some problems, but results are mixed. To be fair, conventional approaches, such as physiotherapy, also struggle to treat back problems with any consistency. Nevertheless, conventional therapy is still preferable because of the serious dangers associated with chiropractic.
In 2001, a systematic review of five studies revealed that roughly half of all chiropractic patients experience temporary adverse effects, such as pain, numbness, stiffness, dizziness and headaches. These are relatively minor effects, but the frequency is very high, and this has to be weighed against the limited benefit offered by chiropractors.
More worryingly, the hallmark technique of the chiropractor, known as high-velocity, low-amplitude thrust, carries much more significant risks. This involves pushing joints beyond their natural range of motion by applying a short, sharp force. Although this is a safe procedure for most patients, others can suffer dislocations and fractures.
Worse still, manipulation of the neck can damage the vertebral arteries, which supply blood to the brain. So-called vertebral dissection can ultimately cut off the blood supply, which in turn can lead to a stroke and even death. Because there is usually a delay between the vertebral dissection and the blockage of blood to the brain, the link between chiropractic and strokes went unnoticed for many years. Recently, however, it has been possible to identify cases where spinal manipulation has certainly been the cause of vertebral dissection.
Laurie Mathiason was a 20-year-old Canadian waitress who visited a chiropractor 21 times between 1997 and 1998 to relieve her low-back pain. On her penultimate visit she complained of stiffness in her neck. That evening she began dropping plates at the restaurant, so she returned to the chiropractor. As the chiropractor manipulated her neck, Mathiason began to cry, her eyes started to roll, she foamed at the mouth and her body began to convulse. She was rushed to hospital, slipped into a coma and died three days later. At the inquest, the coroner declared: “Laurie died of a ruptured vertebral artery, which occurred in association with a chiropractic manipulation of the neck.
This case is not unique. In Canada alone there have been several other women who have died after receiving chiropractic therapy, and Professor Ernst has identified about 700 cases of serious complications among the medical literature. This should be a major concern for health officials, particularly as under-reporting will mean that the actual number of cases is much higher.
Bearing all of this in mind, I will leave you with one message for Chiropractic Awareness Week – if spinal manipulation were a drug with such serious adverse effects and so little demonstrable benefit, then it would almost certainly have been taken off the market.
Aquí tienen también reproducido el artículo, con la ventaja añadida de que se incluyen referencias para todas y cada una de las afirmaciones de Singh. Lo que no puedo es facilitarles un enlace a la publicación original en "The Guardian" sencillamente porque ha sido eliminada por el periódico. Y es que lo que pasó...
Bueno, lo que pasó lo contaba muy bien Esther Samper (Shora) en Soitu.es (y, con su autorización, también en nuestra Circular Escéptica): Singh fue demandado por la Asociación Británica de Quiropráctica (BCA), especialmente por su afirmación de que "esta organización es la cara respetable de la profesión quiropráctica, y aun así promueve felizmente tratamientos falsos".
Como sigue contando Esther Samper, la defensa de Singh diseñó una estrategia inusual: en lugar de limitarse a negar que la expresión utilizada ("bogus") tuviese ningún contenido difamatorio, su contestación a la demanda incluía además una extensa justificación de sus afirmaciones. Recordemos que el artículo de Singh decía que
La Asociación Británica de Quiropráctica afirma que sus miembros pueden ayudar a tratar a niños con cólicos o problemas de sueño o alimentación, infecciones frecuentes de oído, asma y llanto prolongado, aunque no haya el más mínimo rastro de evidencia sobre ello.
De modo que la defensa de Singh exponía larga y claramente que, en efecto, la evidencia no existe (en los casos de los problemas de sueño y alimentación, las infecciones de oído o el llanto prolongado, sobre los que no parece haber ningún estudio), es contraria a la quiropráctica (con cuatro estudios que no descubrieron ningún efecto de la quiropráctica en el tratamiento del asma). Sólo en el caso del asma podríamos decir, siendo enormemente bondadosos, que la evidencia es "dudosa": la BCA cita un estudio de 1999 según el cual la quiropráctica sí produce efectos favorables en el tratamiento de los cólicos infantiles. Sin embargo, Singh detalla los errores metodológicos del estudio y, de propina, recuerda que en otros cuatro el tratamiento quiropráctico no demostró ninguna efectividad.
Así las cosas, el planteamiento de los abogados de Singh parecía muy interesante, ya que colocaría a la BCA ante la necesidad de demostrar que realmente existe alguna evidencia que respalde sus afirmaciones. Siempre y cuando, claro está, así lo aceptase el juez.
Y ahí es donde ha fallado la cosa.
En el sistema judicial británico el primer paso en este tipo de procedimientos es una vista preliminar para fijar el objeto de debate. Ocurre también en España, aunque con menos trascendencia: en Gran Bretaña el juez determina qué se va a juzgar y en qué términos, de manera que en muchas ocasiones el resultado de esa vista es suficiente para que las partes se hagan una idea sobre si les merece o no proseguir con el juicio.
En el caso de la BCA contra Simon Singh la vista preliminar se celebró la semana pasada, y el resultado, la verdad, difícilmente podría ser más adverso para Singh. En primer lugar, el Juez Eady (que es este tipo de la peluca) decidió que la expresión del artículo que la BCA consideraba difamatoria (eso de que "happily promotes bogus treatments") no era una opinión, sino la afirmación de un hecho. La diferencia es muy importante: conforme a la legislación británica, en este tipo de procesos quien afirma un hecho debe probarlo, de modo que la obligación de demotrar que, en efecto, la BCA "happily promotes bogus treatments" recaerá sobre Singh.
Esto no supondría de por sí un gran problema: como hemos visto, la defensa de Singh ya se había anticipado y su informe sobre los estudios clínicos relativos a la quiropráctica serían una buena base para poder ganar el caso... si el Juez se hubiera parado ahí. Pero hubo más: acto seguido, Eady decidió que a los efectos de este juicio el significado de "bogus" implica una conducta deliberadamente fraudulenta, de modo que lo que Singh se verá obligado a demostrar no es ya que la quiropráctica no tiene ninguna utilidad terapéutica, sino que la BCA lo sabe y a pesar de ello promueve estos pseudotratamientos.
¿Cómo se demuestra eso? Pues buena pregunta. Tengamos en cuenta que una cosa es suponerlo y otra muy distinta demostrarlo. Evidentemente, cabe suponer que los responsables de la BCA, o al menos quienes elaboraron el folleto en el que afirmaban la eficacia terapéutica de la quiropráctica para todas esas enfermedades saben que o bien no hay estudios clínicos que lo demuestren, o bien los que hay lo desmienten. Al fin y al cabo, en su propaganda incluían la mención al único estudio aparentemente favorable y diversas citas bien escogidas que dan la impresión de que realmente se ha acreditado de alguna manera esa eficacia. De modo que es razonable pensar que también conocen la abrumadora evidencia en contra y han optado por callarla.
Pero claro, eso es solo una suposición, insuficiente para llevar a buen término un procedimiento judicial. Parece que por esta vía Singh tiene todas las posibilidades de resultar finalmente condenado.
Otra posibilidad es apelar la decisión del Juez Eady, pero es algo más fácil de decir que de hacer. Para empezar, es preciso que se admita la apelación (cosa que no siempre ocurre en Gran Bretaña, donde el sistema de apelaciones no es tan automático como el nuestro y requiere que el propio Juez apelado decida sobre su admisión o no). Por otra parte, lo cierto es que la Corte de Apelación suele confirmar las decisiones de los Jueces de primera instancia, aunque en este caso quizá no ocurra así. Al fin y al cabo una lectura atenta del artículo, y sobre todo del párrafo siguiente a la frasecita de marras, parece indicar que al emplear el término "bogus" Singh no estaba haciendo ningún juicio acerca de si la propaganda de la BCA es o no deliberadamente fraudulenta, sino que se refería estrictamente a la falta real de eficacia de los tratamientos. Así al menos lo interpreto yo, junto a la gran mayoría de quienes han ido comentando el caso en los foros y blogs escépticos; pero claro, nuestra simpatía está con Singh. Además, todos damos por sobreentendido que en el fabuloso mundo del circo paranormal muchísimos de estos charlatanes no actúan realmente de mala fe, sino que están convencidos, pero equivocados; pero quizá esto no esté tan claro para alguien ajeno al mundillo (pongamos por caso, los Jueces de la Corte de Apelación), y en su caso sí que interpreten automáticamente, como Eady, que cuando Singh decía que la BCA promueve tratamientos falsos les estaba acusando de engañar al público y mentir deliberadamente. En definitiva: aunque a muchos de nosotros lo que nos pediría el cuerpo es acudir a la Corte de Apelación (y, si se tercia, al Tribunal Europeo de Derechos Humanos) quizá nos estemos dejando llevar por la errónea creencia de que cualquier persona razonable compartirá nuestras apreciaciones sobre el caso, sin darnos cuenta de que no todo el mundo conoce bien cómo funcionan las cosas en Paranormalandia y entre los observadores racionales de lo paranormal. O, ya puestos, por la esperanza, quizá también errónea, de que los Jueces de la Corte de Apelación sean personas razonables.
Y todo ello sin olvidar un factor adicional: el coste. Un procedimiento de este tipo y con esta cuantía supone una sangría económica considerable, hasta el punto de que el resultado de la audiencia preliminar supone para Singh una condena al pago de 23.000 libras en concepto de costas. Añádanle las que pueden suponer la apelación (o las apelaciones) y el pleito principal (que encima tendrá que resolver el mismo Juez Eady), y comprenderán que por mucho que Singh cuente con la solidaridad, incluso económica, de buena parte de las comunidades escéptica y científica anglosajonas, la cosa es como para pensárselo, ¿verdad?
Y queda, por último, una tercera posibilidad: la de llegar a un acuerdo con la BCA, de modo que Singh se retracte públicamente, con o sin una indemnización de por medio. Una posibilidad nada deseable pero, desde luego, quizá bastante racional.
Hasta aquí el caso y sus posibles salidas. Otro día (porque esto ya está saliendo de la raya) hablaremos de otro tema, quizá más curioso. Porque hasta ahora hemos hablado de las repercusiones que todo esto está teniendo o puede llegar a tener para Simon Singh, pero, ¿qué hay de la BCA?
Pues eso, como decía, para otra ocasión.
P.S.: Si están ustedes interesados en seguir este caso y, por qué no, opinar sobre la decisión que Singh debe ahora tomar, las mejores fuentes de información son sin duda el blog de Jack of Kent y el el grupo de Facebook de apoyo a Simon Singh. Espero verles por allí, porque no es solo Singh quien se está jugando mucho en este asunto...
Una película en la que se ve claramente el sistema judicial inglés en el que hay que demostrarlo todo todo todo http://www.imdb.com/title/tt0458425/
ResponderEliminarNo la conozco, pero suena interesante. Intentaré verla.
ResponderEliminarY, por cierto, me has dado una idea para comentar en la segunda parte de la entrada... ;-)
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarPero hubo más: acto seguido, Eady decidió que a los efectos de este juicio el significado de "bogus" implica una conducta deliberadamente fraudulenta, de modo que lo que Singh se verá obligado a demostrar no es ya que la quiropráctica no tiene ninguna utilidad terapéutica, sino que la BCA lo sabe y a pesar de ello promueve estos pseudotratamientos.O tal vez que BBC debería saberlo.Es un hecho que BBC promociona formas terapeúticas y con ello contrae una responsabilidad. Si aduce que simplemente no sabía si eran o no falsas, es un una conducta deliberadamente fraudulenta por abandono de responsabilidad, negligencia o como se pueda llamar.
ResponderEliminarSi no lo sabe, en la práctica equivale o saber que son falsos desde el momento en que los promociona.
En fin, esto me parece increíble.
la apelación ya ha salido adelante, ¿no?
ResponderEliminarAnónimo, lo que ha salido adelante es la autorización para apelar: La BCA contra Simon Singh (y contra sus propios pies), parte XXLVIII. La vista de la apelación está prevista para el mes próximo, y por cierto va a ser interesante, teniendo en cuenta que han seleccionado a los jueces más prestigiosos para formar el Tribunal.
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