30 de mayo de 2011

Cómo cargarse una buena idea en cuatro cómodos pasos

Que una buena idea prenda y logre repercusión es difícil, aunque hay que reconocer que en este caso tenía todas las papeletas para triunfar. Desde luego, es evidente que los partidos políticos llevan mucho tiempo preocupándose más de perpetuar sus resultados electorales y proteger los cargos y prebendas de sus miembros que de representar a los ciudadanos, hasta el punto de que no tienen el menor reparo en llenar sus listas de individuos sospechosos (como mínimo) de haber cometido delitos de corrupción. También parece bastante evidente que la situación económica es cada vez más insostenible, con el paro en niveles desconocidos hasta ahora y con cifras especialmente aterradoras entre los jóvenes, con miles de familias imposibilitadas de pagar sus hipotecas y sin que aparezca a la vista ningún síntoma de mejoría. Algo que contrasta con lo que sucede entre la "clase política", que mantiene alegremente sus privilegios y su nivel de gasto y cuyos miembros no tienen el menor reparo en asegurarse alguna poltrona en uno -o unos cuantos- Consejos de Administración para entretenerse el tiempo que medie entre el momento en que dejen sus cargos públicos y el día en que empiecen a cobrar su jugosa pensión. Nuestra burocracia es cada vez más enmarañada, con administraciones duplicadas, triplicadas y cuadruplicadas gracias, de nuevo, a esos políticos empeñados en hacerse con su parcelita de poder. Y, en fin, por si todo eso fuera poco tenemos que asistir día sí día no a la toma de decisiones judiciales en las que el Ordenamiento Jurídico (y por supuesto la justicia) pasan a un segundo plano detrás de lo que verdaderamente importa: si el órgano judicial cuenta con mayoría "conservadora" o "progresista".


Por esas y por muchas cosas, como decía, la indignación de muchos ciudadanos tenía muchas posibilidades de cuajar. Y vaya si cuajó.


Pero claro, esto ocurrió el pasado 15 de mayo y los días siguientes, gracias a esa indignación popular y a la llamada de ¡Democracia Real Ya!, que coincidió con otras iniciativas surgidas del hartazgo, como No les votes, y que logró sacar a la calle a miles de personas de todas las edades, ideologías y grupos sociales en lo que podría haber sido el inicio de una auténtica regeneración de nuestro sistema.

Un movimiento contra el que intentaron luchar los políticos y muchos medios de comunicación, sin lograr frenarlo. Ni falta que les ha hecho: en realidad el que se está encargando de destruirlo es el propio movimiento, en cuatro cómodos pasos.


Primero: divide y vencerán. La idea inicial de todo eso, lo que sacó a tanta calle a la gente, fue la exigencia de un cambio. Un cambio que permitiera más representatividad en el ejercicio de la política y más y mejor control de esos políticos, que impidiera catástrofes económicas como la que estamos viviendo y que convirtiera en una democracia real lo que cada vez va siendo más y más una simple partitocracia. Nada más, porque todo lo demás sobraba. Sin duda entre los reunidos en las plazas de toda España había monárquicos y republicanos, religiosos y ateos, gente de "derechas", de "izquierdas" y que no se consideran ni de una ni de otra cosa o piensan que eso son etiquetas trasnochadas. Habría pronucleares y antinucleares, protaurinos y antitaurinos, hinchas del Barça y del Madrid... Y daba igual: también había unas ideas básicas comunes, que bastaban para reunirlos a todos.

Pero eso fue al principio. Como sabe cualquiera que tenga unas nociones elementales de matemáticas, cuanto más incrementas el divisor más pequeño te sale el resultado, y justamente eso es lo que ha ido pasando: la preponderancia de unas tendencias políticas sobre otras, el afán de formular propuestas y añadir reivindicaciones ha conseguido que quienes no estén de acuerdo con esas reivindicaciones, esas propuestas o esas tendencias políticas vayan abandonando el movimiento. Está muy bien defender la república como forma política del Estado, la circunscripción electoral única y con listas abiertas (bueno, eso no está tan bien; ¿se han parado a pensar el tamaño que tendrían las papeletas?), la sustitución de la gramática por un galimatías políticamente correcto y hasta el tipo de trenes que deben circular por nuestra red ferroviaria (y sí, de todo esto se ha hablado y se sigue hablando). Pero esto equivale a dar la patada a quienes no estén de acuerdo con estas peticiones secundarias y, por tanto, a debilitar la iniciativa. Y aunque sigue habiendo quien hace funcionar a sus neuronas y trabaja para intentar conseguir ese consenso de mínimos que aglutine a cuantas más personas mejor, sus voces parecen ahogarse en medio de la algarabía de las asambleas. Que esa es otra.


Segundo: el síndrome "aquí no hay quien viva". Todo el que haya asistido alguna vez a una asamblea de vecinos sabe que siempre están el que se opone sistemáticamente a todo, la que se queja del color de las paredes del portal, el que año tras año propone cambiar el portero automático y la que aprovecha para poner a caldo a los del ático, que tienden la ropa chorreando y le mojan toda la colada. Y al final se aprueba lo que dice el del 1-C, que es el que más chilla.

Bueno, pues aquí lo mismo: el sentido común o la simple aspiración de que todo esto sirva realmente para algo se ha dejado de lado en favor de un sistema de asambleas, que pueden ser muy útiles y muy lógicas a la hora de decidir si ponemos o no un espejo en el ascensor, pero que no tienen mucho sentido en un movimiento como este, entre otras cosas porque a los del edificio de al lado seguramente les importa un pito lo que pongamos en el dichoso ascensor. En algunos casos -pocos- las asambleas han adoptado decisiones integradoras y razonables, pero por regla general cuanto más numerosas son más difícil es que los razonamientos se escuchen por encima de los gritos. Más aún: en algunos sitios han ido apareciendo los primeros intentos de "poner orden" en las asambleas a base de reconocer mayor o menor representatividad a quienes intervienen (algo nada novedoso, por cierto), o diluyéndolo todo en una maraña de comisiones y grupos cada vez más dispersos y, por eso mismo, probablemente más inútiles.

Grupos y comisiones que nos llevan al tercer pasito.


Tercero: enturbiando con impurezas. Echen un vistazo a esta foto:


Más aún: echen un vistazo a toda la galería de maguflautadas que está publicando José María Mateos. Al igual que las moscas acuden a la miel, es inevitable que los creyentes (y no creyentes, pero vendedores) de toda clase de magufadas acudan allá donde haya una concentración de gente, cuanto más joven mejor. Pero algunas de las acampadas se han convertido en verdaderos escaparates de la credulidad más disparatada, con sus "comisiones de espiritualidad" sus "talleres de reiki" y hasta la biodanza que el Teleoperador tuvo la oportunidad de grabar (y la desgracia de ver) en la Puerta del Sol.

La presencia de estas pandas de pirados (y de otros movimientos y grupos marginales) lo único que hace es restar credibilidad a las acampadas, que como dijo alguien el otro día van pareciéndose, más que a un verdadero movimiento de refundación democrática, a una simple acampada hippie.


Cuarto: no retirarse a tiempo es una derrota. Acampadas que, entre asambleas interminables, individuos marginales que le han cogido el gusto a la cosa, indecisión general y demás factores, se van perpetuando en el tiempo.

Mantener con carácter más o menos permanente (o por lo menos indefinido) un acto como las famosas "acampadas" es poco menos que un suicidio. Por un lado, la repercusión inicial se pierde por completo: si una acampada en la Puerta del Sol en vísperas de elecciones resultaba espectacular y llamativa durante los primeros días, al cabo de un par de semanas se ha convertido en algo poco menos que rutinario, y ya hubiera desaparecido de las portadas de los periódicos si no fuera por la decisión increíblemente estúpida del consejero de interior del gobierno catalán, Felip Puig, de desalojar la Plaza de Cataluña para preparar la celebración de la victoria del Barcelona en la "Champions League". Pero sin más finales de fútbol a la vista, y presumiendo que los demás responsables del orden público en España mantengan alguna neurona en funcionamiento, lo más probable es que las acampadas pasen poco a poco a convertirse en un elemento más del mobiliario urbano de las grandes ciudades. Eso si es que sobreviven al cansancio de los acampados o, en casos como el de Sol, de los comerciantes que ven cómo la ocupación de la plaza va día a día impidiéndoles ganarse la vida.


De modo que ya ven: a este paso pronto habrá que decir, con mucha pena, aquello de que la iniciativa del 15-M "entre todos la mataron y ella sola se murió". Por suerte entre los impulsores del movimiento y los asistentes a las acampadas sigue habiendo gente sensata, que comprende que el único modo de lograr algo es unirse en lo fundamental y dejar de lado lo accesorio y que tarde o temprano llegará a la conclusión de que una especie de asentamiento chabolista y "alternativo" permanente no conduce a ninguna parte. Pero más vale que se lo digan a sus compañeros, antes de que terminen de hacer ellos solos el trabajo que tantos políticos asustados no quisieron o supieron hacer en su momento.

9 comentarios:

  1. Muy buen análisis, Fer. Pero solo un punto que te tengo que discutir: el sistema asambleario de democracia directa y horizontal sí funciona de forma efectiva y con mucha gente, mediante una organización adecuada. Pero ese funcionamiento solo se consigue mediante el aprendizaje que da la experiencia de trabajar así. La gente de este movimiento, en su mayoría, no se había acercado a una asamblea en su vida -otros pocos, por desgracia, sí, pero con intereses de dirigirlas y habiendo aprendido estrategias que muchos conocemos desde hace años (repartirse estratégicamente, utilización de cierto lenguaje, copar las mesas de moderación, no hablar hasta que se vaya a cerrar el turno de palabra para que quede mejor imprimida su intervención,...)-.
    Es un proceso de aprendizaje colectivo y es una oportunidad de oro de enseñar que una asamblea no tiene por qué ser una jaula de grillos. Hay que dar tiempo a las asambleas de los barrios, a ver qué pasa. Y, sí, las acampadas ya son un suicidio.

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  2. Ei, a las acampadas se puede unir quien quiera. De hecho, por ejemplo en Barcelona, los sin techo estaban allà antes que las acampadas. No hay derecho reservado de admisión, ni se pide carnet de buen ciudadano. Por supuesto que es un movimiento que tiene sus flancos débiles. Si no te gusta, uneté. Si te vas, la gente que dices no te gusta al final tomará el control de las acampadas. Además, este punto de vista también lo puedes expresar en las asambleas.

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  3. Puede que tengas razón, pero deseo que estés equivocado, profundamente equivocado.
    No me parece ni proporcinal ni correcto como has tratado al tito Rinze, uno de los antimagufos mas grandes que he leido en la red

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  4. @Hereje Blasfemo, las asambleas pueden funcionar bien y de hecho lo están haciendo en muchos casos, sobre todo los de las acampadas más pequeñas. Pero también son un caldo de cultivo estupendo para demagogos y gritones y, sobre todo, contribuyen a atomizar el movimiento, que es lo que me da pena.

    @Samo, el problema es que este tipo de cosas desvirtúan las acampadas: provocan rechazo en muchas personas, y en general dan una imagen más de juerga okupa que de planteamiento serio y responsable.

    Y @ALyCie, si cito a Rinze es precisamente porque él está recopilando fotos de magufadas. De hecho, el término "maguflautadas" es suyo, no mío. Después de haber compartido con él mesa y mantel, suicidio homeopático y proyectos varios tengo bastante clara su actitud ante las pseudociencias ;-)

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  5. Anónimo11:48

    Buen análisis, Fer. Al margen de la utilidad local que podrían tener las asambleas por barrios, el empuje del movimiento se diluirá completamente a no ser que se alcance un consenso de mínimos que incluya a todos, aunque sean dos puntos nada más.

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  6. Muy de acuerdo, pero no pienso que esto joda a los comercios y bares de Sol; al contrario, porque está atrayendo a mucha clientela

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  7. Lo antisistema, contracultural... siempre tiene bastante de magufo. Entre todo lo "oficial" rechazado, siempre acaba parte de la pobre cultura.

    Con todo el respeto a esta gente, pero se ha de respeta a las personas, no sus tonterías.

    Saludillos

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  8. Coincido con el análisis, salvo a lo que dices respecto a las listas abiertas, que si lo unes con el lema de tu blog, produce una paradoja.

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  9. No termino de entender a qué te refieres, Javier

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