Homeopatía: lo "bueno", lo malo y lo falso

Pues ya ven: esto va a ser un monográfico de la homeopatía hasta que pase el inminente suicidio homeopático. Placebocidio para el que la organización  en España recomienda emplear un potingue de los Laboratorios Boiron, Sedatif PC, un (presunto) sedante que ya ha sido empleado en alguna otra ocasión con esta misma finalidad. Bueno, y con el mismo resultado negativo que tendremos el sábado.

Las razones por las que hemos escogido el Sedatif son varias. Por ejemplo contiene (es un decir) sustancias tan tóxicas como la belladona, el acónito o la caléndula, que en un producto de verdad nos garantizarían un rápido abandono de este valle de lágrimas, pero que en dosis homeopáticas... bueno, el sábado les contaremos. Se trata además de un producto de Boiron, la multinacional que se compró hace unos meses una cátedra en la Universidad de Zaragoza, por lo que resulta especialmente adecuado. Pero, además, hemos tenido que tener en cuenta un problema poco conocido pero potencialmente muy peligroso (y no solo para nosotros): en la homeopatía también existe lo "bueno", lo malo y lo falso.


Vale, sí, la frase es una alusión al extraordinario libro de Martin Gardner. En realidad sería más correcto hablar de lo genuino, lo malo y lo falso. Me explico.

Como todos sabemos (y si no lo saben, por favor, acepten mi palabra de experto en la materia) preparar un remedio homeopático consiste básicamente en disolver una sustancia (o no), tomar una porción de la mezcla y volverla a diluir, tomar una porción de la mezcla resultante y diluirla otra vez, y así sucesivamente.

Los detalles pueden variar: se pueden emplear las Decimales o Centesimales de Hahnemann (una parte en nueve y una parte en noventa y nueve, respectivamente) o el método ojimétrico de Korsakov, por ejemplo. Aunque está claro que para "dinamizar" un potingue homeopático hay que practicar una "sucusión", que consiste en golpear el frasco contra un objeto (preferiblemente una Biblia forrada en cuero, según Hahnemann), lo que no está nada claro es cuántas veces hay que golpearlo (ni, por supuesto, con qué fuerza o frecuencia), una imprecisión que deja perplejo a cualquiera que quiera indagar en ese procedimiento por el que, supuestamente, la elusiva estructura molecular del agua adquiere y conserva la memoria de lo que tuvo disuelto. El resultado es que hay quien golpea siete veces, o doce, o cuarenta, o cien... Y tampoco hay que olvidar a quienes preparan sus remedios teniendo en cuenta las predicciones astrológicas o las fases lunares, emplean recipientes de una forma o unos materiales esotéricamente adecuados, etc., etc., etc.

Pero, en fin, con más o menos sacudidas y con más o menos payasadas estos remedios son genuinos, están elaborados conforme a los rituales homeopáticos y, al menos en su lejana fase inicial, contenían algo de sustancia activa.

Que es lo que falta en los malos. Sí, sí, no se extrañen: viendo que, al fin y al cabo, el único ingrediente realmente necesario para los remedios homeopáticos es la ingenuidad de los pacientes, algunos fabricantes han caído en la tentación de omitir todos esos laboriosos trámites y vender directamente las pastillas de azúcar, sin "dinamizar" ni nada. El caso más clamoroso se produjo en Suecia en 1951, cuando se descubrió que dos empresas farmacéuticas (Pharma-Drog y Drogon) habían estado haciendo eso mismito sin que, por lo visto, ni los homeópatas ni sus incautos clientes se hubiesen dado cuenta.

La cosa al final se quedó en una mínima condena para los responsables, aunque, eso sí, en Suecia se montó tal escándalo, con quemas públicas de "pastillas milagrosas" incluidas, que aun hoy en día la tasa de utilización de la homeopatía en aquel país sigue estando muy por debajo de la media europea.

Pero, evidentemente, poco importa que las píldoras sean genuinas o malas. De hecho eso mismo es lo que declararon los responsables de las farmacéuticas suecas, que en el juicio aseguraron que no creían haber engañado a los consumidores teniendo en cuenta que si las píldoras hubiesen sido "dinamizadas" tampoco hubieran producido ningún efecto real (ya ven, lo del responsable de Boots no es ninguna novedad).

No, lo preocupante es la homeopatía falsa, es decir, la que se vende como homeopatía sin serlo. Lo hemos comentado muchas veces en el blog: en España la postura de las autoridades ante los potingues homeopáticos ha sido la de no concederles la correspondiente autorización para su venta, pero tampoco impedirla. Simplemente hacen la vista gorda.

En vista de lo cual las empresas farmacéuticas, que no son tontas, aprovechan ese coladero para lanzar al mercado como "homeopáticos" productos que realmente no lo son.

Pongamos un ejemplo, también de Boiron, por no irnos más lejos. Esto de la imagen es el jarabe para la tos Stodal:

Como pueden ver, la caja del producto es similar a la de otros potingues de Boiron, e incluso, si se fijan, incluye el letrerito "MEDICAMENTO HOMEOPÁTICO". El problema es que, si miramos su composición, resulta que no lo es: junto a sustancias más o menos diluidas (más bien más que menos) contiene tintura madre (sin diluir) de drosera, jarabe de tolú y jarabe de polígala. Ah, por cierto, si tienen curiosidad pueden mirar en ese mismo enlace el número de autorización del "medicamento". Les daré una pista: no lo tiene.

Claro, estos productos pueden ser más o menos inocuos (aunque quizá no tanto para el caso de una sobredosis), pero la cosa puede llegar a ser mucho más seria. El hecho de que hasta ahora no hayamos tenido aquí casos como el del Zicam puede deberse a que en realidad no hay tantos consumidores de homeopatía como dicen sus propagandistas o a una pura cuestión de suerte, pero no desde luego a la actitud de la Agencia de Medicamentos.

Así que, si ustedes se van a "suicidar" el sábado ya saben: echen un ojo a la etiqueta del producto y comprueben que sea verdadera y genuinamente homeopático. Solo la homeopatía de verdad es la que ni cura ni nada.