Supongo que conocerán ustedes la abracadabrante historia de los ovnis gallegos. Si no es así, no se preocupen: la cuento yo estupendamente ;-) en el número 7 de la Circular Escéptica, que pueden adquirir no en el puesto instalado en el hall del teatro, sino suscribiéndose gratuitamente en la web de Círculo Escéptico.
Bueno, bromas aparte, seguro que recuerdan la historia: se trataba de una supuesta "oleada ovni" gallega que acabó siendo una campaña de publicidad viral del portal Terra.
Ahora fuercen la memoria bastante menos. Ayer mismo se conoció la noticia del meteorito que cayó en letonia. Y, pocas horas después, se supo que también se trataba de una campaña de publicidad viral.
Ambas noticias, en fin, guardan un asombroso paralelismo. Salvo por un detalle: la reacción de los, digamos, más directamente "afectados", que en el caso de los ovnis gallegos eran los ufólogos y los creyentes en los platillos volantes, y en el del meteorito trucho... no sé, digo yo que serán los astrónomos y astrofísicos.
Las reacciones de los devotos platillistas fueron por regla general de santa indignación contra Terra por lo que consideraron como una burla. Con un pequeño sector disidente, eso sí, que también clamaba de indignación, pero no porque creyeran que Terra les había gastado una broma que para ellos era de pésimo gusto, sino, peor aún, porque estaban convencidos de que el portal de noticias les estaba ocultando la Horrible Verdad siguiendo las Directrices de la Gran Conspiración o Así. Y es que, al fin y al cabo, algunos de esos conspiranoicos se habían tomado un esfuerzo considerable en demostrar cinetíficamente la autenticidad de los vídeos del ovni. Y claro, no iban a dejar que algo tan nimio como la cruda realidad les jorobase el invento, ¿no creen?
Pasemos ahora a la reacción de los astrónomos y astrofísicos al fiasco del meteorito letón. Mmmh... nada por aquí, nada por allá... Si acaso, alguna que otra rectificación con buen humor por parte de quienes dieron por buena la noticia, pero nada de rabietas, lloriqueos ni gritos de "¡mamá, el Nene Malo de Negro me ha engañadooooo!"
¿Cual es el problema? Pues el de siempre en estas cosas de la ufología: la creencia en los platillos volantes no deja de ser una forma de fe como otra cualquiera, una aceptación acrítica de dogmas y creencias sagrados. Tanto que, cuando esos dogmas son tomados a la ligera, los creyentes se indignan por lo que toman como una burla a sus convicciones (en el caso de los cabreados con Terra) o simplemente niegan la mayor (en el de los también cabreados con Terra, pero además convencidos de que esto es cosa de la CIA empeñada en ocultar la verdad). Puede que no todos hayan clavado en la pared el famoso póster del "I want to believe", pero no les hace falta: lo tienen bien clavadito en su interior.
En cambio, la astronomía y la astrofísica son conocimientos científicos, y como tales se aferran a la realidad, guste o no guste. Por supuesto, puede haber algún garbanzo negro, alguien que también confunda sus deseos con realidades, pero la norma, es decir, lo normal, es que se acepten las cosas como son. Y si el meteorito resulta que no era tal, pues nada, a reír la gracia si es que la tiene, y a otra cosa. Nada de santas cruzadas contra los que parieron la falsa noticia, ni de acusar a cualquiera sabe qué Oscuras Fuerzas del Mal de querer ocultarnos una auténtica caída de un pedrusco espacial.
Y esa, y no otra, es la razón por la que la ufología no dejará nunca de ser un simulacro de ciencia, salvo en aquellos poquísimos casos en los que se la plantean más como el estudio de un fenómeno sociológico que otra cosa. La fe, dicen, mueve montañas, pero en realidad lo que hace es colocárnoslas delante de los ojos para que no veamos la realidad.
Y así, queridos ufólatras, no conseguiréis ir ni a Raticulín ni a ninguna parte...
Terry Prattchet lo escribió mejor que nadie: La verdad puede que esté ahí fuera, pero las mentiras están dentro de tu cabeza.
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