4 de octubre de 2009

El tarot telefónico. III.- Las (verdaderas) reglas del juego

Y, a todo esto, ¿cuáles son las verdaderas reglas del juego? O, dicho de otro modo: ¿qué hay que hacer para montar un tarot telefónico?

Pues realmente poco. La legislación establece una serie de requisitos formales y técnicos y una serie de normas que, como veíamos, sí que se obliga a cumplir a las empresas que ofrecen estos servicios. Pero como son más o menos rutinarias (y, bueno, como corro el riesgo de que se me mueran de la risa al enterarse de cosas como que las empresas tienen estrictamente prohibido incrementar artificialmente la duración de las llamadas), me centraré exclusivamente en lo que hay que hacer para montar un servicio de adivinación telefónico.

Para lo cual me voy a basar en el divertido e instructivo documento Learn to be Psychic in 10 Easy Lessons!, de la Skeptics Society (del cual tienen una versión en español en Magonia, cortesía de Luis Alfonso Gámez), pero, eso sí, adaptándolo a las peculiaridades del servicio telefónico y, sobre todo, de nuestro propio mundillo paranormal.


Vamos allá.


1.- El primer consejo de "Learn to be Psychic" es preparar el ambiente. Lógicamente, en una consulta telefónica tiene poca importancia que llenemos la habitación de velas y palitos de incienso o que coloquemos un montón de cojines de colores suaves. La imagen de un adivino telefónico será, básicamente, la que presente en sus anuncios. Y para ello lo más fundamental es su nombre.

Piénsenlo: ¿habría sido igual la carrera de Rappel de haber seguido llamándose Rafael Payá? ¿No es más comercial llamarse Aramis que Marisa?

De hecho, ya puestos, si alguno de ustedes decide encaminar sus pasos por la senda del timo tartotfónico, le animo a que se ponga también un título. Puede utilizar, por ejemplo, el de "profesor", que queda muy bien y es muy seguro (nadie le va a preguntar qué,cuándo o dónde ha enseñado usted). O atribuirse alguna especialidad de moda: no tenga reparos en asegurar que es "santero cubano" aunque lo de "santero" le suene a la persona que cuida las imágenes de las ermitas, y lo más cerca de Cuba que haya estado usted sea la playa de Matalascañas.

Por último, no descuide tampoco su eslógan. Un "adivino todo" puede servir (el público de este tipo de servicios no suele ser muy exigente), pero indudablemente queda mejor un "te puedo ayudar", que además invita a la cooperación del cliente. Completamente desaconsejable es, en cambio, un "te echaré una mano", porque el cliente puede darse cuenta de que a donde le va a echar usted mano es a su cartera, y eso no le conviene. Mejor será que lo descubra él solito cuando le llegue la factura de Telefónica.


2.- Lo cual nos lleva al siguiente punto: hay que explicar, con toda paciencia, que la lectura no es una ciencia exacta, sino un arte que requiere la participación del cliente. Explique usted que su función se basa sobre todo en la intuición, no la seguridad, y que usted sólo hará de guía en un camino que deben recorrer juntos (esta frase es muy buena). En definitiva, debe usted implicar lo máximo posible a su cliente en la lectura. De este modo conseguirá un doble objetivo: hará que se sienta responsable, al menos en parte, de los fallos que usted pueda cometer (no de los aciertos, esos debe atribuírselos usted en exclusiva), y encima alargará la llamada unos cuantos minutos que el pardillo tendrá que pagar religiosamente en su factura telefónica.


3.- Recuerde las siete cosas que más preocupan a la gente: amor, salud, dinero, trabajo, viajes, educación y aspiraciones. De hecho, tal y como están las cosas, recuerde que sobre todo preocupan el trabajo y el dinero, bienes ambos cada vez más escasos en estos tiempos que corren. En este sentido, la futura subida de impuestos y sus consecuencias económicas pueden venirle estupendamente. A usted como vidente, quiero decir; a sus clientes, obviamente, más bien todo lo contrario.

Y no tenga miedo: recuerde que el cliente ha decidido llamarle, así que es evidente que algo le preocupa. Con lo cual ya tiene usted un pequeño retazo de información sobre él incluso antes de descolgar siquiera el teléfono.


4.- Aproveche el efecto Barnum: empiece con generalidades que sirven para todo el mundo. Por regla general todos nos sentimos un poco infravalorados, algo inseguros tras una apariencia de seguridad y control, y en el fondo tenemos una imagen de nosotros mismos como mejores personas de lo que pudiera parecer en ocasiones. Aproveche todo esto y suelte un par de parrafadas en este sentido (puede cogerlas por ejemplo de aquí): harán que el cliente confíe aún más en sus poderes y, por supuesto, seguirán haciendo correr un poco más al contador telefónico...


5.- A continuación vaya pasando a cuestiones más personales. No se asuste, que es muy fácil. Entre los ejemplos que propone "Learn to be Psychic" están menciones a joyas de algún familiar fallecido, una caja con fotografías antiguas, un reloj que no funciona... cosas que quien más, quien menos, tiene en su casa o en casa de algún familiar directo. Incluso las aparentes "particularidades" funcionan: un accidente en la infancia relacionado con el agua, una dirección familiar en la que aparece el número dos, una cicatriz en la rodilla... son tan comunes que es casi imposible fallar con ellas.


6.- Inserte disimuladamente preguntas en sus afirmaciones. Termine siempre con un "¿cómo interpreta esto?", "¿se le ocurre por qué puede haberme llegado esa imagen?" o "¿esto tiene algún significado para usted?". Con eso conseguirá que su cliente le vaya facilitando información con la que modificar la afirmación (si resulta que se ha equivocado usted) o preparar nuevas "revelaciones de las cartas". Y si su fallo ha sido tan clamoroso que no hay forma de disimularlo, podrá hacer hincapié en que se realmente no ha afirmado nada, sino que ha propuesto una posible interpretación de la imagen borrosa que le ha venido a la mente.


7.- Apele a la autoridad de sabidurías ancestrales, conocimientos secretos y demás palabrería. El uso de una jerga con apariencia suficientemente esotérica es fundamental: hace creer al cliente que de verdad tiene usted unos profundos conocimientos en la materia, impide réplicas por su parte -él no tiene esos conocimientos- y, además, permite colar de rondón nuevos elementos de ambigüedad e incertidumbre. Por ejemplo, imaginemos que usted saca una carta. Digo "imaginemos" porque, tratándose de un tarot telefónico, evidentemente no es imprescindible que realmente saque una carta (al fin y al cabo, el cliente no le ve).

Pero bueno, imaginemos que saca una carta. Lo que no debe hacer es decir "ha salido la sota de bastos", digo, "ha salido el ahorcado", sin más. Debe usted soltarle un rollo sobre los arcanos mayores y menores, el origen de la carta, los distintos significados que se le han ido atribuyendo según la época histórica o las distintas escuelas (no como la sota de bastos, que solo tiene un significado conocido), etc., etc.

Con lo cual habrá conseguido impresionar a su cliente con lo mucho que usted sabe y que, además, no tenga ni la más remota idea de lo que significa que haya salido la carta de marras, que de este modo nos servirá, más que como ahorcado, como auténtico comodín.

Ah, y no olvide que cuanto más rollo largue usted, más tiempo pasa y más sube la cuenta, que es al fin y al cabo de lo que se trata, ¿verdad?


8.- En "Learn to be Psychic", el punto octavo recomienda emplear conocimientos científicos o sociológicos para deducir las preocupaciones de sus clientes. Yo, sinceramente, creo que no vale la pena: ya sabemos que algo le preocupa -si no no hubiera llamado, por mucho que los legisladores se empeñen en etiquetar esto como "ocio y entretenimiento"-, y además podemos suponer razonablemente que sus preocupaciones se centrarán probablemente en su bolsillo -y si no ya se lo iremos sacando poco a poco-.

En su lugar, mi propuesta para el punto octavo es que procure ponerse usted al día en la jerga paranormal. Como comprenderá, si emplea usted términos como "mesmerismo", "efluvios" o "magnetismo animal", sus clientes se van a sentir más bien decepcionados. Queda mucho mejor usar expresiones como "fluctuación cuántica", "interdimensional" o la siempre socorrida "energía", que como dijo hace mucho tiempo Luis Angulo, en el mundillo del Circo Paranormal es "ese algo que sirve para explicarlo todo".

Y no se moleste en ir al quiosco a comprar el último número de "Enigmas" o leerse las obras completas del charlatán de moda. Le basta con ojear una revista científica -de las de verdad-, anotar las palabras más difíciles y emplearlas vengan o no a cuento. Al fin y al cabo, se trata de que soltemos algo que parezca profundo, no de que realmente tenga que significar nada coherente.


9.- No olvide lo más obvio: diga a sus clientes lo que ellos quieren oir. En realidad, cuando alguien llama a un adivino telefónico no espera que le diga la verdad: en el fondo, en el fondo, lo que quiere es que le digan que todo va a salir como le gustaría que saliera. De modo que la conclusión que debe llevarse su cliente es que conservará su trabajo (o conseguirá uno mejor), mejorará sus relaciones de pareja, el vecino cotilla del quinto se mudará a Zamora y la suegra se morderá un día la lengua y morirá envenenada. No dé fechas concretas y procure insinuar que todo esto ocurrirá más o menos "a la larga", pero dígalo.


10.- Y, finalmente, tenga preparadas las excusas que le vayan a hacer falta. Siempre va a tener usted algún que otro fallo, así que debe dejar caer una y otra vez que lo suyo es un arte y no una ciencia, que su éxito depende tanto de usted como del propio cliente (queriendo decir, obviamente, que su éxito depende de usted y sus posibles fracasos dependen del cliente), o incluso que nuestra memoria (refiriéndose a la del cliente, claro) no es perfecta y que probablemente si él no recuerda el incidente que según usted le ocurrió cuando tenía cinco años que ha dejado una marca tan profunda en su subconsciente, no es porque se acabe usted de inventar tal cosa, sino porque a él se le ha olvidado (y si además mete alguna tontería freudiana sobre la supresión de recuerdos, mejor quedará). Recuerde que no se trata solo de pescar bien la información que le pueda ir sacando a la víctima; también debe hacerlo de manera que se lleve la impresión de que si ha habido algún fallo, es por su culpa y no por la de usted.



Hasta aquí mi propuesta de decálogo. Cuyos diez mandamientos, como debe ser, en realidad se encierran en dos:

I.- Hay que decirle al cliente solo lo que él haya dicho ya, lo que sea tan ambiguo o tan corriente que con toda probabilidad le será aplicable también a él y, sobre todo, lo que él quiera oír; y

II.- Hay que hacerlo alargando la llamada todo lo que se pueda. Que sí, vale, lo de usted es un don, un privilegio para ayudar a los demás y todo lo que haga falta decir para ponerlo bien bonito para su venta, pero el negocio es el negocio, ¿no? Pues eso.

1 comentario:

  1. Hola a todos:
    Despues de buscar trabajo por tierra y aire y no conseguir nada,pese a haber estudiado derecho durante 5 años y haber estado trabajando en oficinas desde que acabe, una se desespera y busca salidas donde cree que nunca iba a buscar.Siempre me gustó el mundo del tarot y desde pequeña mi tia me explicaba algunas cosillas,que llegaron a apasionarme.Lo que no iba nunca a imaginar es que con 31 años y una niña de 2 años,me iba a enfrascar en querer un consultorio online de tarot.Al principio es un poco laborioso pero no es nada dificil,la cuestion es formarse con un buen manual (http://bit.ly/PqIo7L) y cualquiera puede hacerlo.Ahora estoy bien por que me saco algo mas de lo que sacaria trabajando para otro y además soy mi propia jefa.

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