1 de octubre de 2009

La homeopatía es un "acto médico". Sí, en serio.

A decir verdad, la noticia se venía gestando desde hace ya bastante tiempo, pero no por eso ha dejado de sorprender a mucha gente. Seguro que más de uno, al leerla, habrá soltado alguna expresión muy propia del día de hoy.

Muy resumidamente, en su reunión de ayer la Comisión de Sanidad del Congreso de los Diputados aprobó una proposición no de Ley por la que se insta al Gobierno a que "adopte las medidas necesarias para que el ejercicio de la homeopatía se realice exclusivamente por licenciados en medicina y cirugía" y para que los preparados de agua bendita calificados legalmente como medicamentos homeopáticos con indicación terapéutica sean dispensados por las farmacias.

Debo reconocer que la noticia me produce un cierto bochorno. Pero, a diferencia de otros blogueros, en el fondo no estoy tan en desacuerdo con la propuesta...

¿Sorprendidos? Bueno, quizá no sea para tanto.

Para empezar, lo que sí comparto con otros escépticos -y probablemente con cualquier persona con un par de neuronas funcionales- es el pasmo, por no usar una palabra más fuerte, ante las sesudas argumentaciones de Sus Señorías a la hora de defender la Proposición. Si tienen ustedes curiosidad (y falta de sueño) pueden leerlas íntegramente aquí. Hacia la página 13. La pasión con que la señora Coello, Diputada del Grupo Parlamentario Socialista, celebra que

al final ha llegado el feliz día en el que por fin el Congreso de los Diputados va a tratar a la medicina homeopática como lo que son, como médicos.


es digna de encomio (al menos, más que su gramática), y su exposición de la historia de la homeopatía en nuestro país no resultó aburrida gracias a su habilidad para insertar comentarios tan hilarantes como este

Existe una demanda por parte de la sociedad española que reclama la medicina homeopática realizada por médicos licenciados en Medicina en nuestras facultades y no bajo el oscurantismo y la seudomedicina con la que se suele practicar en otros establecimientos por personas que no son médicos licenciados.


Porque eso es, sencillamente, errar por completo el tiro. Desde luego, es indudable que la homeopatía se practica, si aceptamos la tortuosa expresión de la señora Diputada, "bajo el oscurantismo y la seudomedicina", pero no porque quienes la prescriban sean o no médicos, sino sencillamente porque la homeopatía es una pseudomedicina. Con lo cual, por cierto, nos encontramos ante un problema tan grave o más que el que denuncia la señora Coello: el hecho de que haya médicos que, a pesar de su -habrá que decir supuesta- formación científica, recomienden y prescriban el uso de la homeopatía.

En cuanto al Grupo Popular, tampoco se quedó a la zaga. En su intervención el señor Ramírez del Molino intentó hacernos tragar una rueda de ídem al explicar que

La homeopatía es un método terapéutico que consiste en dar al enfermo unas dosis bajas o infinitesimales de una sustancia que administrada a dosis altas o muy altas nos puede provocar síntomas semejantes a los del enfermo. Hay productos que a dosis elevadas nos pueden provocar nauseas y vómitos y sin embargo, estos productos utilizados en homeopatía en dosis infinitesimales curan las nauseas y los vómitos.
Acostumbrados a la terapéutica tradicional, la homeopatía puede resultar sorprendente, pero si profundizamos observamos que en la medicina tradicional o alopatía también se utiliza a menudo la ley de la similitud. Hay un producto como es el cornezuelo del centeno que toxicológicamente puede provocar hipotensión, vasodilatación encefálica y cefalea y que es utilizado en dosis infinitesimales para el tratamiento de la cefalea, la jaqueca y los trastornos circulatorios.

En fin, parece evidente que para enterarse de qué va eso de la homeopatía (que, según confesión propia, le resulta un poco extraña), Su Señoría ha procurado informarse. Es más, yo diría que ha procurado informarse aquí. Y aquí, cuando dice que

El 15 por ciento de la población española utiliza los medicamentos homeopáticos. En Europa lo utilizan aproximadamente el 30 por ciento de la población y en el mundo en torno a los 300 millones de pacientes.

Aunque al menos Boiron (que supongo que el Sr. Ramírez considerará como una fuente neutral y totalmente fiable) no tiene la desvergüenza de citar el falso ejemplo del cornezuelo.

Prosigue el señor Ramírez lamentándose de que

A pesar de la larga historia de la homeopatía, se encuentran trabas e impedimentos que dificultan su progresión, no ya entre pacientes y público en general, sino en el sistema sanitario y en las universidades.


Aunque

Frente a estos obstáculos, se cuenta con apoyo legislativo a nivel europeo y a nivel estatal que reconocen que los productos homeopáticos son medicamentos.


Lo cual, digo yo, debería llamar un poco, al menos un poquito, la atención del señor Ramírez y de los restantes y muy dignos Diputados miembros de la Comisión. No sé, quizá sea solo una impresión mía, pero me da en la nariz que si estamos discutiendo sobre la efectividad de una supuesta terapia, probablemente haya más capacidad para evaluarla en los ámbitos sanitarios y universitarios que desde las mullidas butacas de los Parlamentos español y europeo. Y, ¡vaya!, resulta que esos mismos ámbitos capacitados para evaluar la eficacia de la homeopatía son los que le ponen trabas... En fin, creo que la conclusión es de Perogrullo.

Pero mucho me temo que Perogrullo no ocupa escaño en esta legislatura, y que lo que de verdad importa es que, como dijo en su actualísima prosa la señora Coello, el aval de la Comisión a la homeopatía

está en relación con los anhelos de muchos ciudadanos y ciudadanas de este país.


Ciudadanos y ciudadanas que, por supuesto, son también votantes y, ejem, votantas. Y eso es lo que importa, ¿verdad?

A pesar de todo lo cual tengo que admitir, como dije al principio, que no estoy en desacuerdo con la propuesta.

Me explico. Como ya he dicho, creo que es un grave problema que haya médicos que prescriban pseudomedicamentos homeopáticos. Dice muy poco en favor de su preparación científica o incluso de su capacidad a la hora de evaluar la eficacia terapéutica de sus prescripciones. No se ustedes, pero yo de un médico espero que me prescriba un medicamento de verdad si me hace falta, y además que sea capaz de distinguir la acción de ese medicamento de un simple placebo.

Pero, por otro lado, también me parece menos peligroso un médico homeópata que un homeópata autodidacta o con diploma de la Academia Plim de Estudios Pseudocientíficos por Correspondencia. En principio, y aun insistiendo en la grave irresponsabilidad que supone que un médico recete agua hechizada, creo que al menos cabe presumir que no lo hará en casos graves, y que su formación le habrá dejado al menos un mínimo poso que le permita darse cuenta de cuándo es necesario un medicamento de verdad o, mejor aún, derivar a un paciente a un médico que no crea en pamplinas.

También hay que tener en consideración el efecto nocebo, como acertadamente recordaba Jimmy Jazz en un comentario a una entrada anterior. La filosofía de la homeopatía no consiste solo en creer tonterías sobre la ley de las similitudes, las diluciones infinitesimales y el efecto mágico de golpear un tubo de ensayo contra el lomo de una biblia forrada en cuero; también implica denostar a la medicina de verdad, empezando por el término despectivo con el que Hahnemann la bautizó ("alopática") y terminando por el aborrecimiento de la "química", los "medicamentos artificiales" y las malvadas multinacionales farmacéuticas. Esto último, con excepción de Boirón y similares, claro.

El resultado de todo esto es la aparición del efecto nocebo: a muchos creyentes fervorosos en la homeopatía los medicamentos de verdad les producen poco o ningún efecto (o así lo interpretan ellos), y en cambio sufren todos y cada uno de los efectos secundarios que figuran en el prospecto. Sufrirán dolores de estómago, somnolencia y pérdida de sueño, diuresis y hasta mareos y náuseas, a pesar de que el prospecto diga que esto último sólo pueden experimentarlo las mujeres embarazadas y el paciente sea un señor con bigote de sargento de Granaderos.

Aunque solo sea, de nuevo, como presunción, cabe suponer que este efecto no se dará, o no con tanta intensidad, si quien prescribe la homeopatía es un médico. Por supuesto, no cabe esperar de los médicos homeópatas rigor científico, pero sí al menos la suficiente prudencia como para no tirar piedras contra su propio tejado si resulta que el paciente no necesita píldoras mojadas en agua bendita, sino un buen antibiótico.

Un tercer factor, nada desdeñable, es el de la responsabilidad. Si alguien tiene la desgracia de morirse o padecer algún problema grave a consecuencia de que siguió un pseudotratamiento homeopático cuando necesitaba uno de verdad, al menos si se lo prescribió un médico podrá echar mano -o sus causahabientes, claro- del seguro de responsabilidad civil particular y/o colegial. En cambio, reconocerán conmigo que esto es bastante más difícil si el homeópata de turno es un señor que ha encontrado que vender agua "dinamizada" es más lucrativo que seguir con su oficio de pintor de brocha gorda (y que no se ofendan los pintores de brocha gorda; pongo el ejemplo porque me he topado con un caso así). Y, en esta misma línea, desde un punto de vista personal reconozco que resultaría muy interesante encontrarme con un juicio en el que se exigiera a un médico responsabilidad por prescribir un tratamiento cuya ineficacia ha sido científicamente acreditada.

Y por último... bueno, como esto es solo un primer paso, a lo mejor resulta que un día de estos se da un caso como este y nuestros Padres de la Patria deciden que quizá valga la pena pensar en la salud de los ciudadanos en lugar de en sus votos, y que por muy rentable que resulte desde un punto de vista demagógico, eso de avalar la "oficialidad" de un timo no es exactamente lo que debería esperarse de unos gobernantes responsables.

Porque ya sé que se suele decir aquello de que "los pueblos tienen los gobernantes que se merecen", pero siempre puede uno soñar con que alguna vez aparezca uno mejor de lo que nos merecemos, ¿no creen?


P.S.: Me dejo en el tintero (bueno, en el teclado) un par de cosas.

En primer lugar, la enmienda del Grupo Popular (aprobada por la Comisión) a la propuesta original, que simplemente añade la petición de que se reserve a las farmacias la prescripción de los "medicamentos" homeopáticos con indicación terapéutica aprobada. Pero me la dejo porque me parece simplemente una bobada: resulta que, con la ley en la mano, la aprobación de esos medicamentos exige la previa acreditación de su efectividad mediante los correspondientes ensayos clínicos. Así que, como se pueden imaginar, el número de "medicamentos" homeopáticos con indicación terapéutica aprobada es igual a cero, y con el mismo dígito podemos evaluar la efectividad de la medida.

Y en segundo lugar, la cuestión del referéndum suizo de mayo pasado, que la Diputada Coello menciona en su exposición y que también menciona, de pasada, José Luis Calvo en una reciente entrada de su blog. Lo que pasa es que, como le comenté al bueno de José Luis, este tema es más complejo de lo que parece, así que se quedará para otro día y, sobre todo, otras horas más decentes.

3 comentarios:

  1. Anónimo14:22

    Estoy de acuerdo con usted en la estulticia que repiten los que defienden la homeopatía. Sin embargo, déjeme hacerle una pregunta. Está usted en contra de la legalización de las drogas como la cocaína o la heroína?
    Julio César Millán Barco
    juliocesarmillanbarco@yahoo.es

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  2. En http://sites.google.com/site/cienciayhomeopatia

    se puede bajar el artículo del 2005 de The Lancet (y su traducción).
    Estaba en geocities, pero este servicio será dado de baja en breve.

    CARLOS Q.

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  3. jojojojojo
    Lo del sargento de granaderos me ha tocado la fibra... :)))
    De todas formas, yo a eso del "nocebo" le llamaría llana y simplemente hipocondria. Hala, ya se pueden apuntar un adjetivo más los homeoplastas y sus partidarios...

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