14 de octubre de 2010

Y entonces, ¿quién enterró a los mineros?

Si han seguido ustedes, como casi todo el mundo, el rescate de los treinta y tres mineros chilenos, se habrán dado cuenta de que una de las palabras más utilizadas ha sido la de "milagro". De "milagro" se calificó en su día que los mineros siguieran vivos tras el derrumbe que los sepultó, y "milagro" se ha denominado también al rescate, junto con expresiones como que "Dios es el principal rescatista" y otras muchas por el estilo. Vamos, que uno casi podría imaginarse que lo que izaba y hacía descender la cápsula de rescate no era un torno, sino nada menos que la mano de Dios.


Lo curioso es que casi nadie se plantease si no hubiera sido más fácil que Dios evitase el derrumbe. Como milagro tampoco hubiese estado nada mal, con la ventaja de que hubiese evitado a los mineros y sus familias dos meses largos de angustia.

Se trata de lo que se suele denominar "problema del mal" o "paradoja de Epicuro", porque parece ser que fue precisamente Epicuro quien primero la sistematizó diciendo algo así como que


O Dios quiere eliminar el mal y no puede,
o puede y no quiere,
o ni quiere ni puede,
o quiere y puede.

O, como decía Hume,

¿Es que Dios quiere prevenir la maldad, pero no es capaz? Entonces sería impotente. ¿Es capaz, pero no desea hacerlo? Entonces sería malévolo. ¿Es capaz y desea hacerlo? ¿De donde surge entonces la maldad? ¿Es que no es capaz ni desea hacerlo? ¿Entonces por qué llamarlo Dios?

En realidad este es uno de los mayores retos que los creyentes se han tenido que plantear desde que la Humanidad se preguntó si allá arriba habría un señor con barba disponiéndolo todo y eligió la respuesta equivocada. Generalmente la postura más empleada para enfrentarse a la paradoja es la que hemos visto, por ejemplo, en el caso de los mineros chilenos: olvidarse completamente del asunto y, como mucho, silbar un poquito. Pero muchos grandes pensadores cristianos han empleado toda su astucia para elaborar complejas filigranas dialécticas que en realidad no dicen nada, pero que impresionan mucho a sus feligreses.

Uno de los intentos de explicación más populares es el de Tomás de Aquino, para quien el mal en realidad es la ausencia del bien y, por tanto, no sería una acción de Dios. Lo cual en realidad no soluciona nada: si Dios ha dejado esos "huecos" sin bien es porque o no quiere o no puede llenarlos con el bien, y por tanto la paradoja de Epicuro sigue en pie.

También se hizo famosa la explicación de Lactancio, quien tras darle muchas vueltas concluyó que el mal es necesario para que los seres humanos conozcan el bien, lo cual si lo pensamos bien es una bobada del quince. Hombre, si veo morir a mi vecino en un terremoto a lo mejor eso me lleva a una reflexión sobre la futilidad de la vida terrenal y, de ahí, a entrar en el paraíso por la puerta grande. Pero resulta que a quien han jorobado de verdad es a mi vecino, que lo mismo ha muerto en pecado, el pobre, y va de cabeza a las calderas de Pedro Botero solo para ver si lo que le ha pasado me sirve de ejemplo. No parece muy coherente, ¿verdad?

También son bastante populares las explicaciones que intentan situar el mal como resultado de la acción humana. Como decía el otro día un teólogo durante un debate radiofónico, un terremoto en Japón no causa ningún muerto, mientras que otro de magnitud similar, pero en Haití, provoca más de cien mil víctimas mortales. La diferencia estaría, según este individuo, en la diferente calidad de las construcciones en Japón y Haití, pero dado que la responsabilidad de que las casas haitianas no resistan un terremoto está en quienes, en uso de su libre albedrío, las construyeron o toleraron su construcción, la culpa de todas esas muertes (el "mal") sería exclusivamente humana y no divina.

Sí, lo dijo.

Lo cual, además de una canallada (¿por qué entonces no fulminó Dios a los constructores en lugar de permitir que muriera la gente corriente que habitaba las casas, que no tenían la culpa de nada?) es también una completa estupidez. Aun admitiendo que el argumento tuviese alguna validez, ¿cómo se aplicaría, por ejemplo, a las epidemias de Peste Negra de la Edad Media? ¿O a la caída de un gran meteorito sobre una ciudad? Se trata de catástrofes en las que no hay responsabilidad humana que valga, porque ni en la Edad Media se conocía el origen o la forma de transmisión de la enfermedad, ni disponemos hoy día de la tecnología necesaria para evitar el impacto de un asteroide. ¿A quién le echamos la culpa en estos casos?

Cuando otro de los contertulios del programa (sí, vale, fui yo) les planteó este problema, los teólogos salieron por peteneras, naturalmente. Pero uno de ellos hizo una aportación interesante: entre algunos filósofos, que supongo que estarán ya absolutamente desesperados, está surgiendo la idea de que Dios es infinitamente omnipotente y benévolo y todo eso, sí, pero que al crear el Universo se autoimpuso una limitación que le impide actuar en él forzando las leyes naturales que creó.

Una explicación que, la verdad, parece bastante forzada y pensada un poco a la desesperada. Pero que, además, pone en entredicho uno de los aspectos cruciales de las creencias cristianas: los milagros. De los gordos, como los protagonizados por su personaje central, Jesús de Nazaret (empezando por su condición divina, siguiendo por su concepción inmaculada, continuando por sus habilidades como sumiller milagroso, las comilonas a base de unos pocos panes y peces, las curaciones o la resurrección de Lázaro, y terminando por su muerte y resurrección propia, la transubstanciación en pan y vino y su ascensión al cielo; actos todos ellos contrarios a las leyes naturales y, por tanto, a esa supuesta "autolimitación") o de los, ejem, menos gordos que no obstante permiten, a veces en un tiempo récord, elevar a los altares a quien haga falta.

O elevar a la superficie a los mineros enterrados, con lo que volvemos al principio: si Dios no tuvo nada que ver con el enterramiento porque se ha convertido voluntariamente en una especie de autista celestial, ¿cómo puede nadie decir que ahora está dirigiendo las tareas de rescate? ¿Es Dios como esos políticos que solo aparecen cuando hay que inaugurar un parque o el alumbrado de la calle, cuando el trabajo lo han hecho realmente los jardineros y técnicos municipales?

Porque, se pongan como se pongan, el trabajo de rescate en Chile lo han hecho técnicos, científicos y trabajadores, todos ellos la mar de humanos. Algunos incluso tan humanos como para creer sinceramente que les está guiando un ser benévolo que, por la misma regla de tres, sería también el responsable de casi enterrar vivos a treinta y tres trabajadores.

Pero humanos, en todo caso.


O eso o, como dice José A. Pérez,

¡Dios mete y saca mineros cuando y donde le sale de sus divinos cojones!, ¿vale?

Amén.

5 comentarios:

  1. El pasado 30 de septiembre, escribí sobre eso.

    http://elcocodelosadultos.blogspot.com/2010/09/feliz-dia-de-la-blasfemia-los.html

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  2. Cierto, la palabra "milagro" se usa continuamente... pero no solo en este caso sin cada vez que se logra un nuevo hito científico :D

    Que contradicción!

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  3. Felicitaciones por el artícula, muy bueno.

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  4. muchas preguntas, los humanos somos de poco entendimiento; espera que Dios te las responda todas! :D

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  5. Anónimo23:04

    Sabes, los irónico es que cada vez que salia un minero, este le daba las gracias a dios por salvarlo, pero se les olvidaba que lo ingenieros y la tecnológica fue lo que los ayudo! ... si esto hubiera pasado hace 20 o 30 anios, quizá ni los hubieran podido salvar! primeramente reglas de seguridad son mas estrictas ahora, no había tecnología para sacarlos, ni cámaras de video chicas, uts... pero dioisto NO fabrico esa tecnología, lo hizo EL HOMBRE!

    hace 50 anios los ninios se morían de Tos ferina, una enfermedad que ahora esta "casi" extinta, pero ha vuelto por los idiotas que no CREEN en las vacunas... entonces dios es el culpable de matar a esos ninios... o es el encargado del milagro del ninio que SE SALVO, despues de matar miles...???

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