29 de mayo de 2006

¿Seré asesor de la Marvel?


No sé quién lo habrá hecho, pero tiene su gracia...

22 de mayo de 2006

Buscando inteligencia extraterrestre. O terrestre.

Ya que estamos metidos en hipótesis, me dice Mistermaguf en un comentario a la entrada anterior que

Ahora me gustaría que publiques un ejemplo teórico de qué tipo de pruebas habría que presentar para tratar de pasar como perteneciente al SETI, por ejemplo.

Digo esto sin ánimo de pretender pasar el caso como real, sino por si algún día se me ocurriera inflar un poco mi currículum.


Hombre, en primer lugar mi consejo sería que no lo hicieran ni Mistermaguf ni nadie, porque es bastante peligroso. Imaginemos, por ejemplo, que alguien tuviera la ocurrencia de decir que ha colaborado con la BBC, y llega algún malvado y pregunta a la BBC, con el resultado de que le dicen que no tienen ni pajolera idea de quién es ese individuo. El pobrecillo quedaría bastante en evidencia, ¿no?

Pero la pregunta de Mistermaguf es qué tipo de pruebas habría que presentar en caso de que se liase la manta a la cabeza y soltase lo del SETI.

Bueno, para empezar habría que aclarar las cosas. Al decir "perteneciente al SETI" hay que dejar claro si uno se refiere al SETI Institute o bien habla del "SETI Institute de la NASA". El SETI Institute es un organismo privado que estudia la posibilidad de que exista vida inteligente extraterrestre; el "SETI Institute de la NASA, en cambio, no estudia nada porque tal cosa no existe.

Aclarado esto, digamos que la forma de acreditar si uno pertenece al SETI Institute es relativamente sencilla. Bastaría una certificación del Secretario del SETI Institute, una credencial... en fin, cualquier documento oficial del organismo.

Porque lo que no serviría de nada es algún papelote de otro tipo. Por ejemplo, puede que a algún despistado se le ocurriera presentar como "prueba" alguna etiqueta del sobre en el que le mandaban la revista "SETI News". Digo "puede" porque estoy, recordemos, hablando en hipótesis, pero para ayudar en la comprensión del ejemplo podemos imaginar que la etiqueta en cuestión sería algo tal que así:



Bonito, ¿verdad? Pero perfectamente inútil como prueba.

Vamos por partes. "SETI News" era, en efecto, un boletín editado por el SETI Institute. Y digo "era" porque ya no existe: en la actualidad se publica "Explorer", que es más o menos lo mismo pero más mono.

Pero lo importante es que no se trataba de una publicación reservada a los miembros del SETI Institute ni nada por el estilo. Era simplemente una revista editada por el SETI Institute y distribuida a todo el que se suscribiera a la misma, perteneciera o no a él.

Vamos, es como ocurre con "Pensar", la revista que edita el CSICOP y que distribuyen tanto el propio CSICOP como Círculo Escéptico. El hecho de estar suscrito a "Pensar" no acredita que uno sea miembro de Círculo Escéptico, porque uno puede ser un simple suscriptor. ¿O alguien se cree que por el hecho de suscribirse a "El Mundo" (por citar un periódico que, por supuesto, no tiene nada que ver con nuestra hipótesis de trabajo) uno se convierte automáticamente en socio de Pedro J. Ramírez?

Máxime cuando, como podemos comprobar, la etiqueta de envío no indica ningún número de socio o referencia similar, como suelen hacer las asociaciones norteamericanas. Es, simplemente, el envío que se hace a alguien que ha pagado para que le envíen la revista. Punto.

Claro que puede haber quien sí lo crea. O, mejor dicho, quien crea que así lo puede hacer creer. Pero claro, luego resulta que va el mismo malvado de antes, pregunta al SETI Institute, y allí también le dicen que nunca han oído hablar de ese señor.

Y al final, el que infla de tal modo su currículum se arriesga a que le digan públicamente que es un mentiroso y no le quedará más remedio que aguantarse, porque es él solito quien se las ha apañado para quedar en evidencia. ¿No les parece?

20 de mayo de 2006

Derecho Penal Paranormal

Sí, ya sé que este blog suele tratar esas cosas del maguferío andante que nos invade. Pero permítanme que de vez en cuando trate otros temas más relacionados con mi profesión, y cuya relación con las andanzas de los cazafantasmas es... bueno, dejémoslo en eso, que "es" ;-)

En fin, que vamos a cambiar el chaleco multibolsillos por la toga y a adentrarnos en el proceloso mundo del Derecho Penal con un interesante caso práctico. Uno de esos casos "de laboratorio" en los cuales cualquier parecido con la realidad no es que sea pura coincidencia, sino que se debe a que algunos de nuestros magufos son así, qué quieren que les diga. Pero que, para estudiarlo debidamente, debemos considerarlo puramente hipotético. O sea, que si en algún momento, o en algunos momentos, o en todos los momentos, creen ustedes identificar a alguno de los protagonistas del caso, por favor, contengan la risa e imaginen que se trate de un caso ficticio. Que yo no tengo la culpa de que en Magufolandia la realidad muchas veces sea aún más ridícula que la ficción, vaya.

Así que venga, a contener esas risas, que vamos con un asunto serio.


Imaginen ustedes que un, ejem, parapsicólogo de reconocido prestigio, hace un asombroso descubrimiento parafísico, paracientífico y paranormal. Un descubrimiento que anuncia a los cuatro vientos, en rueda de prensa y con las consiguientes apariciones en programas de radio y televisión.

E imaginen que, a continuación, un periodista se dedica a poner en evidencia no sólo el asombroso descubrimiento, sino las no menos asombrosas afirmaciones que el parapsicólogo ha ido haciendo sobre sí mismo. Entre las que se incluyen que el tipo asegura ser asesor de la serie de televisión "Expediente X", nada menos.

Ante esta situación (insisto, hagan ustedes como si fuera puramente hipotética), el parapsicólogo, sólo o empujado por otros, presenta una demanda por intromisión ilegítima en su derecho al honor. Y en apoyo de sus tesis presenta una serie de elementos de prueba entre los cuales está el que nos ocupa: un mensaje de correo electrónico con el que pretende acreditar que, en efecto, ha asesorado a la serie "Expediente X".

Hecha la exposición, aquí tienen el documento. Documento, aquí unos amigos.



Como pueden observar, el documento (del cual hemos tachado los datos que puedan permitir la identificación del parapsicólogo, en parte por respeto a su identidad y en parte, lo confieso, por pura y simple piedad) es en realidad un simple papelito. Quiero decir que no se trata de una certificación emitida por las empresas proveedoras de servicios de Internet ni nada por el estilo, y tampoco va acompañada de la comparecencia de la otra persona que supuestamente participó en el intercambio de correos electrónicos. Vamos, que no hay ningún dato que corrobore que el intercambio existió, o, ya puestos, que los mensajes sean ciertos. De hecho, ni siquiera podemos saber a ciencia cierta que la remitente original, Lori Petersen, exista, aunque en este caso les puedo ahorrar la duda: la señora en efecto existe, y ciertamente trabaja para la Fox. Pero ahí es donde terminan las certezas y empiezan las dudas, porque por lo visto esta señora se ha limitado a participar en la producción y dirección de algunas series y películas entre las cuales no se encuentra Expediente X.

Vamos, que su correo electrónico puede arrojar algunas dudas. Pero un examen atento del mensaje nos ayuda a despejarlas. Veamos:



Como podemos observar, la tal Lori Peterson firma como Productora Ejecutiva de "Expediente X". aunque se presenta como asesora de guión. Lo cual a primera vista puede parecer que en vez de resolver las dudas las incrementa, pero no es así: una sencilla búsqueda en los créditos de la serie nos permite comprobar que no es ni lo uno ni lo otro. O, por lo menos, que no aparece en los créditos. Claro que quizá sea un castigo de Chris Carter, el productor (este de verdad) por hablar en su mensaje de "los rollings". Los "rollings" son, en todo caso, una forma coloquial de referirse a la banda de Mick Jagger y compañía, pero los títulos de crédito son los "credits" o, todo lo más, "credit rolls". Y confundir una cosa con otra en alguien que se supone tiene el inglés como su lengua nativa es tan inverosímil como, no sé, decir "abady" en vez de "abbey".

En fin, que como ven es lo que decíamos: las dudas se van despejando y aquello va oliendo más a chamusquina que una asociación que presente su número de registro diciendo que es una "autorización gubernamental internacional" (por poner otro ejemplo disparatado e igual de hipotético). Vamos, que la tal Lori Peterson debe ser una impostora de tomo y lomo, lo que se demuestra, además, si tenemos en cuenta que las siglas de la organización que menciona en el mensaje no aparecieron en los créditos de ningún episodio de la serie. Claro que para eso, dado que ustedes evidentemente no saben de qué organización se trata -que para eso lo he tachado hábilmente en el documento escaneado- tendrán que fiarse de mi palabra.

Bueno, decíamos que la tal Lori Peterson debe ser una impostora, pero también cabe otra posibilidad: que el mensaje sea falso. Hipótesis que podría confirmarse si miramos la contestación que dió el parapsicólogo al mensaje original. Veamos, veamos:



A primera vista parece todo correcto, ¿verdad? Una contestación la mar de educada y todo eso. Lo que pasa es que la "chicha" no está en el contenido del mensaje, sino en su encabezamiento. Échenle otro vistazo.

¿QUé, lo han notado? Pues sí, a mí también me llamó la atención. Lori Peterson, empleada de una de las más importantes productoras audiovisuales del mundo, y remitiendo un mensaje relativo a su trabajo, y va y utiliza una dirección de Yahoo.Y no del servidor norteamericano de Yahoo, no; encima, del servidor español. Vamos, lo más normal del mundo: la Fox, que andará justita de dinero, va y se pilla unas cuantas cuentas gratuitas de correo en un servidor de España.

Cuenta a la que por otra parte difícilmente llegará nada, porque resulta que el "asunto" del mensaje no empieza con un "Re" de "respuesta", sino con un "Fw" de "Forward", "reenvío". Confieso que tardé más en darme cuenta de este otro detalle, pero en mi disculpa debo decir que un servidor no es ingeniero informático. De hecho, ni siquiera tengo un título de Formación Profesional de Segundo Grado, rama Administrativa y comercial, especialidad Informática de Gestión, o algo así.

En fin, que si juntamos una cosa con otra, la verdad es que da la impresión de que el mensaje es más falso que una de las nuevas Caras de Bélmez.

Y ahí es donde entra el


CASO PRÁCTICO DE DERECHO PENAL.

Imaginemos que todo lo que hemos contado aquí arriba ha ocurrido en el mundo real. Vamos, en la Tierra, y no en Marduk o algún otro planeta.

Se trata, por tanto, de un documento falso. Eso en sí no tiene demasiada importancia, ya que es un documento estrictamente privado. Pero el problema es que ese documento, siempre según nuestra hipótesis hipotética, ha sido presentado en un procedimiento judicial como prueba, y con la intención de que esa prueba sirva para obtener una condena del demandado (recuerden, el periodista impertinente de nuestra hipótesis).

En estas circunstancias, ¿nos encontraríamos ante el supuesto previsto en el artículo 396 del Código Penal?



Se admiten respuestas.


P.S.: Para ser precisos, ya tengo algunas respuestas de compañeros abogados e incluso de alguna fiscal. Y coinciden en que en tal caso, en efecto, se habría cometido un delito. Pero hace un par de semanas, coincidiendo con mi participación en la edición de este año del Curso sobre Ciencia y Pseudociencias de la Universidad de la Laguna, le planteé la cuestión a uno de los profesores del curso, que es también profesor de Derecho. Y su respuesta fue de lo más interesante: se trataría, en efecto, de un delito, pero cometido en grado de tentativa inidónea.

Para entendernos, la tentativa de delito supone que el delincuente intentó cometer el delito, pero no pudo por causas ajenas a su voluntad. Pero la tentativa inidónea es algo más: lo intentó pero no pudo sencillamente porque tal y como lo estaba intentando era imposible cometerlo. Imagínense, por ejemplo, que alguien intentase forzar una cerradura utilizando una zanahoria. O que pretendiese matar a alguien tirándole bolitas de papel.

Y eso es lo que ocurriría aquí: se habría intentado, en efecto, utilizar un documento falso para perjudicar a un tercero aportándolo en juicio. Pero la falsedad es tan burda, tan tonta, que resultaría inverosímil que alguien se creyera semejante bobada.

Lo cual, por otra parte, tampoco está tan alejado de todo lo que está pasando en este caso. ¿No les parece?

1 de mayo de 2006

La Homeopatía y las nalgas de la Ministra

En el campo de las pseudomedicinas suele ocurrir que, o bien contradicen principios científicos perfectamente conocidos y comprobados, o bien su efectividad, una vez sometida a los pertinentes controles clínicos, resulta ser nula. Sin embargo, hay una notable excepción: la homeopatía. La disciplina que ideó Samuel Hahnemann a finales del Siglo XVIII tiene el raro privilegio de contravenir los conocimientos científicos y, además, haber demostrado que es absolutamente ineficaz.

Respecto al fundamento teórico de la homeopatía, basta revisar someramente sus postulados esenciales para darse cuenta de que, más que "acientíficos", habría que calificarlos como "anticientíficos". Así, si la idea de la "curación por los similares", hoy en día resulta totalmente insostenibles. Por un lado, la enfermedad no se debe tratar atendiendo únicamente a su sintomatología, entre otras cosas porque el mismo síntoma puede deberse a causas diferentes, y la misma enfermedad puede manifestarse de manera distinta en cada paciente. Y por otro lado, la tesis de que la curación de una enfermedad se pueda llevar a cabo administrando una sustancia que provoque síntomas parecidos no tiene más fundamento que el de una creencia en la magia simpática propia de las sociedades precientíficas, pero sin ninguna relación con lo que ocurre en el mundo real.

De hecho, lo que puede ocurrir al administrar este tipo de sustancias es que se agrave el estado del paciente, como tuvo ocasión de comprobar el mismo Hahnemann, a pesar de lo cual no abandonó su disparatada idea. Simplemente añadió la norma de las "diluciones infinitesimales", según la cual la potencia de una sustancia aumenta conforme aumenta su grado de dilución. No sólo los conocimientos científicos, sino la simple experiencia diaria nos demuestra que lo que ocurre es justamente lo contrario, pero la práctica homeopática no tiene tampoco el menor reparo en alejarse de la realidad en este punto, hasta el extremo de administrar "medicamentos" en los que la sustancia activa ha sido tan diluída que sencillamente ha desaparecido. En definitiva, se trata tan sólo de excipiente (agua destilada, alcohol o lactosa) sin más rastro de su supuesto carácter medicinal que su calificación como "medicamento homeopático" y, por supuesto, su elevado precio de venta.

Estas y otras muchas consideraciones, sin embargo, no servirían de nada si la homeopatía hubiese demostrado su efectividad. Sin duda habría que replantearse buena parte de nuestros conocimientos sobre química, física, biología o medicina, pero si la homeopatía demostrase que en efecto cura, merecería la pena reescribir todos esos libros de texto.

Pero resulta que tampoco es así. Como publicó el año pasado la revista "The Lancet", los llamados "medicamentos homeopáticos" no sólo son simplemente agua destilada, sino que su efectividad es también exactamente la misma que la del agua destilada. O sea, ninguna.

En definitiva, así están las cosas, y tanto desde el punto de vista teórico-científico como desde el práctico no queda más remedio que reconocer que la homeopatía se encuentra al nivel del vudú, el rezo del rosario tibetano, los remedios hortifrutícolas de Paco Porras o la vieja práctica de esquivar a los gatos negros. Con la única diferencia de que la homeopatía es mucho más cara que cualquier otra de estas majaderías (excepción hecha, quizá, de los mejunjes de Paco Porras).

Porque la cuestión es en el fondo esa: desde el punto de vista médico, la homeopatía no pasa de ser una mera superstición, pero desde el punto de vista económico resulta un gran negocio, con miles de pacientes ávidos de que les receten agua destilada, numerosos profesionales con pocos conocimientos -o con pocos escrúpulos- deseando recetárselos, y unas cuantas multinacionales pseudofarmacéuticas encantadas de fabricarlos para ellos.

Y para mantener e incrementar el negocio, nada mejor que introducirse en los sistemas sanitarios, tanto los privados como especialmente los públicos.

De modo que no es extraño que esa respetabilidad que no pueden ganarse con sus fundamentos científicos o con su efectividad la busquen a través del reconocimiento público, con iniciativas como el Congreso Nacional de Homeopatía que se celebra en Tenerife y de cuyo Comité de Honor, por lo visto, forma parte nada menos que la Ministra de Sanidad

Que es el quid de la cuestión. Doña Elena Salgado, como ciudadana, tiene todo el derecho del mundo a creer en la homeopatía, o la imposición de manos, o las propiedades curativas de las pirámides. Pero doña Elena Salgado, como Ministra de Sanidad, no puede sentar sus nalgas en el Comité de Honor en un Congreso dedicado a una pseudoterapia que no ha demostrado nunca su efectividad, por muchos intereses económicos que haya en juego o por mucha popularidad política que pueda obtener con su presencia en el acto. Su obligación como Ministra es procurar que los ciudadanos recibamos asistencia sanitaria de calidad, y eso incluye como mínimo evitar que pueda parecer que avala terapias dudosas o inefectivas. Y por esa razón hemos redactado esta carta para la que contamos con tu apoyo.


P.S.: Y aprovecho para dar las gracias a Manolo el Más por su aviso sobre dónde sienta sus nalgas la Ministra.


P.P.S.: Nalgas ministeriales cuya presencia en el título de esta entrada, por si alguien no ha caído, es simplemente un guiño a Steven Jay Gould.