27 de octubre de 2009

No, gracias a vosotros




Por casi dos años de excelente información. Gracias a vosotros, Soitu.

Creer o saber

Supongo que conocerán ustedes la abracadabrante historia de los ovnis gallegos. Si no es así, no se preocupen: la cuento yo estupendamente ;-) en el número 7 de la Circular Escéptica, que pueden adquirir no en el puesto instalado en el hall del teatro, sino suscribiéndose gratuitamente en la web de Círculo Escéptico.

Bueno, bromas aparte, seguro que recuerdan la historia: se trataba de una supuesta "oleada ovni" gallega que acabó siendo una campaña de publicidad viral del portal Terra.

Ahora fuercen la memoria bastante menos. Ayer mismo se conoció la noticia del meteorito que cayó en letonia. Y, pocas horas después, se supo que también se trataba de una campaña de publicidad viral.



Ambas noticias, en fin, guardan un asombroso paralelismo. Salvo por un detalle: la reacción de los, digamos, más directamente "afectados", que en el caso de los ovnis gallegos eran los ufólogos y los creyentes en los platillos volantes, y en el del meteorito trucho... no sé, digo yo que serán los astrónomos y astrofísicos.

Las reacciones de los devotos platillistas fueron por regla general de santa indignación contra Terra por lo que consideraron como una burla. Con un pequeño sector disidente, eso sí, que también clamaba de indignación, pero no porque creyeran que Terra les había gastado una broma que para ellos era de pésimo gusto, sino, peor aún, porque estaban convencidos de que el portal de noticias les estaba ocultando la Horrible Verdad siguiendo las Directrices de la Gran Conspiración o Así. Y es que, al fin y al cabo, algunos de esos conspiranoicos se habían tomado un esfuerzo considerable en demostrar cinetíficamente la autenticidad de los vídeos del ovni. Y claro, no iban a dejar que algo tan nimio como la cruda realidad les jorobase el invento, ¿no creen?

Pasemos ahora a la reacción de los astrónomos y astrofísicos al fiasco del meteorito letón. Mmmh... nada por aquí, nada por allá... Si acaso, alguna que otra rectificación con buen humor por parte de quienes dieron por buena la noticia, pero nada de rabietas, lloriqueos ni gritos de "¡mamá, el Nene Malo de Negro me ha engañadooooo!"

¿Cual es el problema? Pues el de siempre en estas cosas de la ufología: la creencia en los platillos volantes no deja de ser una forma de fe como otra cualquiera, una aceptación acrítica de dogmas y creencias sagrados. Tanto que, cuando esos dogmas son tomados a la ligera, los creyentes se indignan por lo que toman como una burla a sus convicciones (en el caso de los cabreados con Terra) o simplemente niegan la mayor (en el de los también cabreados con Terra, pero además convencidos de que esto es cosa de la CIA empeñada en ocultar la verdad). Puede que no todos hayan clavado en la pared el famoso póster del "I want to believe", pero no les hace falta: lo tienen bien clavadito en su interior.

En cambio, la astronomía y la astrofísica son conocimientos científicos, y como tales se aferran a la realidad, guste o no guste. Por supuesto, puede haber algún garbanzo negro, alguien que también confunda sus deseos con realidades, pero la norma, es decir, lo normal, es que se acepten las cosas como son. Y si el meteorito resulta que no era tal, pues nada, a reír la gracia si es que la tiene, y a otra cosa. Nada de santas cruzadas contra los que parieron la falsa noticia, ni de acusar a cualquiera sabe qué Oscuras Fuerzas del Mal de querer ocultarnos una auténtica caída de un pedrusco espacial.

Y esa, y no otra, es la razón por la que la ufología no dejará nunca de ser un simulacro de ciencia, salvo en aquellos poquísimos casos en los que se la plantean más como el estudio de un fenómeno sociológico que otra cosa. La fe, dicen, mueve montañas, pero en realidad lo que hace es colocárnoslas delante de los ojos para que no veamos la realidad.

Y así, queridos ufólatras, no conseguiréis ir ni a Raticulín ni a ninguna parte...

La BCA contra Simon Singh (y contra sus propios pies), parte XXLVIII


Les prometía el otro día que seguiremos hablando del caso de la BCA contra Simon Singh. Y como decía el alcalde de Villar del Río, esa explicación que os debo os la voy a pagar. Así que vamos a ponernos la espalda a cubierto (lo digo por si los quiroprácticos, claro) y vamos para allá.

El caso es que hace algunos días se produjeron dos interesantes novedades en relación con este caso. La primera es una buena noticia, como veremos. Y la segunda... bueno, si les digo que se trata de la reacción de la BCA a esa buena noticia, y que va en su línea habitual, pueden ustedes ponerle el adjetivo que prefieran. Yo me pido "desternillante".

Pero antes de entrar en faena hay que hacer un pequeño resumen de las jugadas más interesantes, o al menos de la jugada más pertinente al caso. Como recordarán, la British Chiropractic Association demandó en su día a Simon Singh por un artículo en el que este decía que

The British Chiropractic Association claims that their members can help treat children with colic, sleeping and feeding problems, frequent ear infections, asthma and prolonged crying, even though there is not a jot of evidence. This organisation is the respectable face of the chiropractic profession and yet it happily promotes bogus treatments.


Decía también, justo a continuación, que

I can confidently label these treatments is bogus because I have co-authored a book about alternative medicine with the world’s first professor of complementary medicine, Edzard Ernst. He learned chiropractic techniques himself and used them as a doctor. This is when he began to see the need for some critical evaluation. Among other projects, he examined the evidence from 70 trials exploring the benefits of chiropractic therapy in conditions unrelated to the back. He found no evidence to suggest that chiropractors could treat any such conditions.


Pero este segundo párrafo fue olímpicamente ignorado por el Juez del caso, Sir David Eady. Un Juez que ha logrado lo que otros jueces estrella de otros países aún no han conseguido: dar nombre a un tipo de leyes. Y es que su severidad a la hora de juzgar casos de libelo es de tal calibre que varios Estados de EEUU han dictado las que se están empezando a conocer como "Eady Laws", leyes que pretenden proteger a sus ciudadanos de la posibilidad de que les juzgue el Juez Eady en aplicación de la legislación inglesa contra el libelo.

Como digo, y dije en su momento, el Juez Eady decidió ignorar el segundo párrafo y aferrarse al primero, de modo que su decisión en la vista preliminar del caso consistió en que

1.- El Dr. Singh no estaba formulando una opinión, sino afirmando un hecho, y

2.- el empleo de la palabra "bogus" implica que lo que el Dr. Singh afirmaba en su artículo es que la BCA promovía los tratamientos a sabiendas de que eran fraudulentos.

Resumiendo: al tratarse de una afirmación de un hecho, el Dr. Singh se verá obligado durante el juicio a demostrar ese hecho. Hecho que consiste, según Sir David, en que la BCA estaba promocionando terapias falsas a sabiendas de su falsedad, cosa que ni el Dr. Singh quiso decir ni, evidentemente, puede demostrar.

O quizá sí pudiera, como hemos visto en otros episodios de esta ya larga saga. Gracias, por supuesto, a la ayuda de la BCA en particular y de la quiropráctica británica en general.

Pero en cualquier caso, la perspectiva de enfrentarse en semejante juicio a las fuerzas combinadas de la BCA y Mr Justice Eady no era nada envidiable, así que el Dr. Singh decidió intentar apelar contra esa decisión preliminar del juez.

Lo cual nos lleva a los entresijos del sistema judicial inglés, porque la cosa no es tan simple como presentar un papelito diciendo que apela. Como el de este caso que contábamos por aquí, sin ir más lejos. Lo primero que hay que hacer es conseguir una autorización para apelar. Para lo cual Simon Singh formuló la correspondiente petición ante el Juez Eady... quien, evidentemente, la rechazó. Ante lo cual la volvió a formular ante otro Juez... que también la rechazó.

Le quedaba una última posibilidad, la de formular la petición de forma oral, esta vez frente al Juez Sir John Laws. Que es más importante que el Juez Eady, como demuestra no solo su apellido, que le viene que ni pintado teniendo en cuenta su oficio, sino también su título: frente al "Mr Justice" que ostenta Eady, Sir John Grant MacKenzie Laws es nada menos que "The Right Honourable Lord Justice Laws".

En fin, les ahorro los detalles, entre otras cosas porque los tienen mucho mejor explicados el blog de Jack of Kent, y voy derecho al grano: el Juez Laws, en una decisión que aún no ha sido publicada, ha reconocido a Simon Singh el derecho a apelar contra la decisión del Juez Eady. Jack of Kent cuenta que la apelación podrá ser completa, es decir, frente a todo el contenido de la decisión de Eady.

Habrá que leer en su momento la decisión del Juez Law para conocer del todo su alcance (y esa es la razón por la que no quería escribir aún sobre este tema, pero es que ya me picaba, ya...). Jack of Kent, a pesar de estar presente en el momento en que el Juez Law spronunció su veredicto, es bastante cauteloso, pero otras fuentes han destacado que Lord Justice Law no solo calificó la decisión de Eady como "legalmente errónea", sino que afirmó que "no hay duda" acerca de la buena fe del Dr. Singh a la hora de escribir el artículo, lo cual resulta bastante esperanzador. Y, dicen, bastante cabreante para el Juez Eady.

En fin, es una buena noticia para Simon Singh. Pero, en cualquier caso, conviene no perder de vista que no se trata mas que de una victoria parcial: lo único que ha conseguido el Dr. Singh es la autorización para formular su apelación, pero ni ha conseguido aún revocar la decisión preliminar del Juez Eady ni, muchísimo menos, ha ganado el proceso.

Así que, como pueden imaginarse, quienes seguimos el caso recibimos la noticia con satisfacción pero con cierta cautela. Con una, digamos, media sonrisa.

Hasta que la BCA volvió a entrar en escena.

No sé a ustedes, pero a mí me pasa ya con estos señores como con esos personajes que, cada vez que aparecen en una película, alivian la tensión con una gracieta: llega un momento en el que uno ya se ríe nada más verlos asomarse a la pantalla. A pesar de que el chiste sea siempre más o menos el mismo. Que es lo que le pasa a la BCA. Con más o menos variaciones, pero en el fondo el chiste siempre es el mismo: salen a escena, se ponen muy serios, sacan un revólver y se pegan un tiro en el pie.

Solo que, en esta ocasión, del disparo casi se vuelan la cabeza.

Me explico: nada más conocerse la noticia de la decisión del Juez Laws, la BCA emitió un comunicado que les traduzco a continuación:

El Dr. Simon Singh ha obtenido autorización para apelar contra la decisión del Juez Eady. Como no se permite al demandante estar presente en una vista oral de este tipo, el Juez del Tribunal de Apelaciones, Lord Justice Laws, no se benefició de la posibilidad de considerar todas las cuestiones, y de hecho no ha escuchado ningún argumento por parte de la BCA.

El Dr. Singh ha utilizado este caso como una plataforma para argumentar que los
escritores científicos deben estar al margen de las ley contra el libelo, y tener libertad para escribir lo que quieran. Incluso desde la decisión del Juez Eady del 7 de marzo de 2009, se ha involucrado en una campaña de prensa de alto nivel para asegurar que la demanda de la BCA es una restricción de la libertad de expresión. No es nada de eso.

La BCA apoya y nunca pretenderá acallar el debate científico abierto y legítimo. Sin embargo, esta demanda es simplemente una acción de libelo basada en el hecho de que la BCA fue maliciosamente atacada por el Dr. Singh en el periódico The Guardian. Cuando se le dio la oportunidad de retractarse de sus palabras y disculparse, el Dr. Singh se negó. Este juicio ha sido promovido para restaurar la buena reputación de la BCA y de sus miembros.

El Dr. Singh puede ahora llevar sus alegaciones ante el Tribunal de Apelaciones. Allí la BCA tendrá también, por primera vez, la oportunidad para presentar las suyas. La BCA confía en que una vez conozcan todos los hechos los Magistrados rechazarán la apelación.


Como vemos, más que del Dr. Singh la BCA parece estar hablando del Dr. Mabuse, quien ha desplegado un pérfido plan para atacar a los quiroprácticos, despreciando sus intentos de arreglar el asunto amistosamente y montando una campaña de prensa para desacreditarlos. Lo malo es que cualquiera que conozca mínimamente el caso sabrá que la realidad es más bien la contraria: The Guardian ofreció a la BCA la posibilidad de publicar un artículo en respuesta al del Dr. Singh, pero en lugar de abrir así ese debate científico que tanto dice defender (y que, por lo visto, en realidad tanto teme), la BCA decidió acudir a los tribunales. Y, además, decidió hacerlo solo contra Simon Singh, dejando de lado a The Guardian, probablemente pensando que la perspectiva de afrontar en solitario los tremendos costes que tiene un juicio de este tipo en Inglaterra amedrentarían al Dr. Singh y le obligarían a publicar una rectificación. Pero no fue asi; el Dr. Singh afrontó el reto judicial y en esas estamos.

Reto judicial, por cierto, iniciado por la BCA. Eso de que no ha podido presentar sus alegaciones es sencillamente un cuento chino: la BCA las expuso en su demanda y en la vista preliminar ante el Juez Eady, y si en la vista oral de la apelación no lo ha hecho ha sido sencillamente porque el apelante era el Dr. Singh, y en el sistema judicial inglés a este tipo de vistas solo acude la parte apelante. A pesar de lo cual, por supuesto, el Juez Laws tenía a la vista todos los antecedentes del caso, que incluían las alegaciones de la BCA.

En cuanto a la campaña de prensa que denuncia, ni ha sido tal ni tampoco ha tenido nada que ver en ella el Dr. Singh. La "campaña" ha sido simplemente la reacción, fundamentalmente desde bitácoras escépticas y científicas, hacia lo que se percibe no ya como un ataque al Dr. Singh, sino una cortapisa a la libertad de expresión y, sobre todo, de divulgación de conocimientos científicos, con las consecuencias que todo ello acarrea. Y en eso no tiene ninguna importancia el hecho de que una de las partes en conflicto sea la BCA. Se trate de un aquelarre de magufos o de la más poderosa multinacional farmacéutica, el hecho de que una corporación pueda emplear las leyes contra el libelo para acallar los argumentos científicos que cuestionen sus prácticas es grave, sencillamente porque atenta contra el derecho de todos los ciudadanos a conocer esos argumentos científicos (otra cosa es que luego les hagan caso, claro, pero allá cada cual). En este sentido, les recomiendo que repasen de vez
en cuando el imprescindible blog de Ben Goldacre y lean su libro Bad Science, en los que no tiene reparos en denunciar las prácticas pseudocientíficas, pero tampoco la manipulación y el engaño al que a veces recurren las empresas farmacéuticas.

Y, campaña o no campaña, lo cierto es que quienes se las han arreglado para dejar por los suelos el prestigio de la quiropráctica no han sido los científicos y escépticos que han apoyado al Dr. Singh, sino la BCA y sus acólitos, con acciones como las que les hemos ido contando en este blog y como... bueno, como este comunicado.

Me explico. Si acuden ustedes a la web de la BCA y buscan el comunicado, obtendrán esto. Que, si tienen ustedes la paciencia de descargar y leer, comprobarán que es prácticamente lo mismo que les he traducido... salvo por una frase. Aquí tienen (en inglés) lo que decía antes

However, this action is actually a simple libel claim based on the fact that the BCA was maliciously attacked by Dr. Singh in the Guardian newspaper.


Y lo que dice ahora

However, this action is a simple claim based on the fact that the BCA was libelled by Dr. Singh in the Guardian newspaper.


En los dos casos la negrita es mía. El morro, de la BCA.

La versión original se encontraba hasta hace poco perdida entre las tripas de la web de la BCA, incluso después de haber sido sustituida por la nueva. Cuando escribo esto ya no está, aunque, como pueden imaginar, a los escépticos británicos les faltó tiempo para almacenar copias, como por ejemplo esta, cortesía de The Lay Scientist.

¿Y cuál es el motivo del cambio?, se preguntarán ustedes. Venga, pregúntenselo, que si no no puedo seguir con la entrada. ¿Ya lo han hecho? Vale, pues vamos allá.

Retrocedamos otra vez al principio de todo este embrollo (no se asusten, solo un poquito). Recordarán que, como hemos comentado también hoy, la situación judicial de Simon Singh resultaba bastante comprometida porque, con arreglo a la decisión preliminar del Juez Eady

a) estaba afirmando un hecho, no una opinión, y por lo tanto

b) tendría que demostrar ese hecho.

Bueno, pues con el comunicado original en la mano, resulta que la BCA está afirmando un hecho, no una opinión. Y, en caso de que el Dr. Singh se decidiera a demandar a la BCA por libelo, la asociación se vería en la imposible tesitura de tener que demostrar ese hecho, es decir, que el Dr. Singh la ha atacado y, además, que lo ha hecho de forma maliciosa. Cosa que evidentemente no podrán hacer.

Si en el caso del artículo original del Dr. Singh la difamación es dudosa, en el del comunicado de la BCA es prácticamente de libro de texto con letras gordas, ilustraciones y lujosos huecograbados de Gustavo Doré. De modo que, si Simon Singh decidiera demandar a la BCA, la única salida sensata que les quedaría sería sentarse a la mesa e intentar llegar a un acuerdo para retirar ambas demandas y zanjar el asunto de la forma menos dañina posible para sus intereses.

Cosa que no ocurrirá, por cierto. Y no me refiero ya a las evidentes pulsiones suicidas de la BCA, porque creo que en este caso la metedura de pata es tan monumental que no les quedará más remedio que cambiar esa actitud que tanto nos ha pasmado y divertido hasta ahora y, como suele decirse, "envainársela" antes de que les envainen a ellos.

Lo que pasa es que desde el primer momento el Dr. Singh ha dejado bien claro que no concibe este caso como una cuestión meramente de interés personal, sino como algo más: una oportunidad de dejar en evidencia a la quiropráctica ante los Tribunales, y a la legislación inglesa sobre libelo ante la opinión pública mundial. De modo que lo más probable es que, como tantas veces ha dicho, siga adelante hasta ganar el caso, ante la Justicia británica o, si es necesario, ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

Lo cual es una jugada arriesgada, por supuesto, pero creo que debemos agradecérsela. Y no solo porque estemos de acuerdo con sus objetivos.

También, ¿qué quieren que les diga?, porque mientras siga el caso la BCA seguirá en su papel de villano cómico especialista en disparos a sus propios pies.

Seguiremos informando, que la cosa promete.


Addendum: por cierto, lo de la endeblez (por decir algo amable) de las evidencias que la BCA presenta a favor de la quiropráctica, ejem, viene de antiguo ;-)

21 de octubre de 2009

Humor británico

Los seguidores de Monty Phyton estamos de enhorabuena. Y no, por supuesto, por lo que ha dicho Terry Gilliam, que al fin y al cabo ni es noticia ni es nada. Pero el hecho de que el grupo británico no vaya a volver nunca no quiere decir que no le salgan alumnos aventajados, y hace pocos días pudimos asistir a una muestra del humor británico más desquiciado y brillante que hemos podido disfrutar desde el estreno de El sentido de la vida. Una muestra que ha tenido lugar, además, en un entorno privilegiado, como se dice ahora: nada menos que en el Parlamento Británico.

Me refiero a la intervención parlamentaria de la semana pasada, perpetrada por este señor de la foto, David Tredinnick.

Para quien no lo conozca (que supongo seremos la mayoría de quienes vivimos por estos pagos), el señor Tredinnick es un diputado del partido Conservador, cuyas posaderas llevan hollando los asientos de la Cámara de los Comunes más de veinte años. Unos años en los que no hemos oído hablar mucho de él, y no será por falta de méritos. En su intervención del 14 de octubre, el mismo señor Tredinnick recuerda que

En 2001 yo traje a la cámara la cuestión de la influencia de la luna, basada en la evidencia de que durante ciertas fases de la luna hay más accidentes.


Pues sí, como lo oyen. Bueno, como lo leen. De hecho, el señor Tredinnick no se queda ahí, sino que añade que

Los cirujanos no practican operaciones porque la coagulación de la sangre no es efectiva, y la policía tiene que sacar más agentes a la calle.


Seguro que todo eso les suena a magufada de las más tontas. Y tienen razón: es una magufada de las más tontas. Pero el bueno de Tredinnick no opina así, ya que acto seguido explica que

Estoy pidiendo más investigación. He sido criticado por traer aquí este asunto, pero la crítica se basa generalmente en un mal entendido. Está basada en la idea de que estoy hablando de las cosas que leemos en los periódicos acerca de la astrología y los signos astrológicos, pero no es así. Estoy hablando de una disciplina con una larga tradición, un arte y una ciencia que ha estado con nosotros desde los tiempos de los antiguos Egipto, Roma, Babilonia y Asiria. Es parte de las culturas china, musulmana e hindú. La crítica es altamente ofensiva para esas culturas, y yo tengo un instituto musulmán en mi distrito
.

Así que, como ven, el señor diputado no se refiere a las tonterías astrológicas de los horóscopos del periódico, sino a tonterías astrológicas de mucha más rancia tradición. De hecho, todo el mundo sabe que los egipcios sacaban más polis a patrullar las calles en las noches de luna llena, y los asirios suspendían las intervenciones quirúrgicas durante el plenilunio por los problemas con la coagulación de la sangre. O así.

Y no se confundan por la mención al instituto musulmán del distrito del señor Tredinnick, no. Lo que le guía no es un mero interés electoral, sino el resultado de sesudas investigaciones. De hecho, durante el reciente escándalo acerca de los gastos que muchos diputados británicos colaban con cargo al erario público se supo que el señor Tredinnick se había gastado nada menos que 210 libras en un programa informático de astrología, y otras 300 en aprender a manejarlo. Una minucia comparada con las miles de vidas que puede salvar si consigue que las autoridades despierten de una vez de su letargo y prohiban la circulación de vehículos durante la fase lunar más proclive a causar accidentes, ¿no? Por cierto, si leen ustedes la noticia sobre los gastos del señor Tredinnick, no se dejen deslumbrar por las seis mil libras largas de su cuenta telefónica; ¿quien les dice a ustedes que no estaba investigando a base de llamadas a líneas esotéricas de pago, eh? Al fin y al cabo la investigación es costosa, y es una pena que los funcionarios de la Cámara de los Comunes no se dieran cuenta de que quizá el gasto de 125 libras por "costos relativos a relaciones íntimas" que también reclamaba estuviera plenamente justificado por el interés en comprobar si la luna, además de las mareas, levanta también otras cosas. Digo yo.

Pero estábamos con la brillante intervención parlamentaria del otro día. La cosa, en realidad, no iba de la luna, sino que el señor Tredinnick defendía el reconocimiento oficial y la mejora de la regulación de diversas pseudoterapias. Cedámosle la palabra:

Ha habido también ataques contra la eficacia de la homeopatía. Se envió una carta a la Organización Mundial de la Salud advirtiendo acerca del uso de la homeopatía, pero la carta ignoraba los muy claros estudios aleatorizados y a doble ciego que demuestran que es efectiva precisamente en el tratamiento de la diarrea infantil acerca del que se la criticaba. Por lo tanto, ¿apoyará contundentemente el Gobierno a la homeopatía y considerará lo que debe hacerse para que se utilice de una manera más efectiva en el servicio [público] de salud?


Es curioso... bueno, no no es curioso: es habitual en el ámbito de las "medicinas complementarias". Pero para un observador poco acostumbrado a la desvergüenza con la que los partidarios de las pseudomedicinas abrazan fervorosamente o rechazan con vigor los métodos de la medicina científica según les convenga, resultaría curioso que diga eso el mismo señor que hace poco más de un año, después de hablar del grave problema que suponía para la homeopatía

la introducción de la medicina basada en la evidencia


Decía que

la homeopatía no encaja en los métodos normales -es decir, ortodoxos- de verificación
.

Una ocasión en la cual, por cierto, se pudo oir el comentario de otro parlamentario, el laborista Rob Marris, que puso el dedo en la llaga diciendo que

En este país usamos mucha agua reciclada, pero me sorprende que el agua, que supuestamente tiene memoria, no recuerde las heces que hubo en ella y por lo tanto nos haga caer enfermos a todos.


Sea como sea, y perdón por la reiteración, todos sabemos que los vendedores de pseudomedicinas se agarran como lapas a los estudios clínicos que parecen avalar su eficacia (aunque, como en el caso que cita el señor Tredinnick, luego resulta que nanay de la China), pero echan pestes de la metodología científica cuando no les da la razón. Sin ir más lejos lo hizo también el otro día el propio señor Tredinnick, contando que (agárrense a la silla)

Como pasa con los sanadores que pueden efectuar curaciones remotas, no sirve de nada que la gente diga que simplemente porque no podamos demostrar algo, no funciona. La evidencia anecdótica de que es así es enorme. Sé que la Ministra [de sanidad] tiene visión de futuro, y creo que su departamento necesita estar muy abierto a la idea de las transferencias de energía y la gente que trabaja en esa esfera.


Tratándose de un debate de tan alto calado, no podía faltar tampoco una mención al caso de la British Chiropractic Association contra Simon Singh, del que tanto hemos hablado aquí. Y del que seguiremos hablando, aunque para ir abriendo boca pueden ustedes leer este estupendo artículo de José María Mateos. Así que el señor Tredinnick dijo que

También hay problemas serios en la quiropráctica, que podríamos considerar como una disciplina auxiliar de la osteopatía. El Consejo General Quiropráctico ha sido bombardeado con quejas de autores de bitácoras -quejas espurias, diría yo- que tiene la obligación legal de investigar. Me preocupa mucho que las quejas genuinas no puedan ser tramitadas y que algún practicante contra el que se haya formulado una queja legítima pueda seguir ejerciendo. ¿Puede la Ministra ocuparse de esta situación tan insatisfactoria, que ha surgido a consecuencia de que un individuo ha perdido un procedimiento judicial contra la Asociación Británica de Quiropráctica?


Como sabemos, Simon Singh no ha perdido todavía el caso. De hecho, en las últimas semanas la situación ha dado un giro bastante favorable a sus intereses, acompañado -cómo no- por el enésimo disparo en su propio pie por parte de la BCA.

Pero de eso hablaremos otro día. Hoy estamos con las perlas humorísticas del señor Tredinnick, que en su intervención abogó por el reconocimiento oficial de diversas pseudoterapias, entre ellas las que llamó

tratamientos étnicos [las cursivas son mías; el uso de la palabra en este contexto es responsabilidad exclusiva del señor Tredinnick], que utiliza mucha gente en este país. Estoy pensando en las medicinas china y ayurvédica. Quiero señalar cómo son parte de esas culturas, y cómo esas culturas miran al cielo como parte de sus disciplinas médicas. La medicina china está estrechamente relacionada con el feng shui, que es popular en este país y que tiene una subdisciplina llamada "direcciones correctas", y se basa en la astronomía y la astrología chinas (...). La medicina ayurvédica también tiene una larga tradición de observación de factores astronómicos y astrológicos, y el Lahiri es el sistema astrológico oficial del gobierno indio.


Naturalmente, a la vista de semejante colección de bobadas, cualquiera podría esperar que tras su intervención al señor Tredinnick le llovieran palos por todos los lados. De hecho, también lo esperaba el señor Tredinnick, que a pesar de lo que pudiera parecer aún conserva el uso de algunas neuronas. De modo que, poniéndose la venda antes de recibir la herida, intercaló en su discurso esta interesante reflexión:

La oposición está basada en lo que yo llamo la fórmula SIP: superstición, ignorancia y prejuicios. Tiende a basarse en la superstición, con los científicos reaccionando emocionalmente, lo cual es siempre una gran ironía. Son también ignorantes, porque nunca estudian la cuestión y se limitan a decir que todo tiene que ver con lo que aparece en los periódicos [se refiere a los horóscopos], cosa que no es cierta, y tienen profundos prejuicios, y también prejuicios raciales [sic], lo cual es preocupante.

Durante los últimos años he estudiado en detalle esta cuestión, así como el impacto de la astronomía y la astrología en la fitoterapia occidental, como enseñó Culpeper, cuyo libro "Culpeper's Complete Herbal" ha estado en imprenta más tiempo que cualquier otro libro en este país aparte de la biblia. Actualmente hay personas que enseñan, como Jane Ridder-Patrick, que publicó "A Handbook of Medical Astrology" (...) Independientemente de lo que crea cada uno personalmente, es una cuestión que deberíamos observar y considerar.


En fin, que en vista de todo lo que dice este tipo, y especialmente de esa ardorosa defensa de la astrología médica, me asalta la tentación de terminar este comentario diciendo que

Debemos librarnos de esta desagradable superstición medieval.


El problema es que la frase ya está pillada. Concretamente la usó... el señor Tredinnick, para referirse a esos malvados científicos que rechazan a la astrología por, recordemos, superstición, ignorancia y prejuicios. Y prejuicios raciales, claro. Lo moderno es, en cambio, consultar a las estrellas para diagnosticar enfermos, y tratarlos siguiendo la lúcida y actualísima guía del "Culpeper's", que al fin y al cabo lleva desde 1653 proporcionándonos información sobre qué hierba recomiendan las constelaciones para cada dolencia.

Así que ya ven: los Monthy Pithon no vuelven. Pero es que con tipos como este no hacen falta, ¿verdad?


P.S.: Y por si no me creen, aquí tienen la intervención completa. Inmortalizada en el Diario de Sesiones para eterna vergüenza de Tredinnick, de sus electores y del Parlamento británico.

19 de octubre de 2009

El tarot telefónico. IV.- Las (otras) reglas del juego

Un repaso a las "reglas del juego" de los servicios de tarotismo y adivinación telefónica no estaría completo sin referirnos a esas otras reglas que configuran el negocio. Unas reglas a veces absurdas y otras, incluso, contradictorias entre sí, pero fundamentales para el funcionamiento del chiringuito de marras.

La primera es que, no debe usted olvidarlo, lo suyo es un don. Como hemos visto, en realidad cualquiera puede dedicarse a esto de la adivinación telefónica aprendiendo unos pocos truquitos y echándole un bastante de morro. Sin embargo, eso que quede entre ustedes y yo; para el resto del mundo, que son sus clientes potenciales, lo suyo es un "don", una "facultad", un, si quiere, "poder" que por supuesto no poseen todos, sino solo unos pocos elegidos como usted.

Y quédese ahí. Es decir: si alguien intenta indagar en qué consiste ese don procure usted salirse por la tangente, hablando de que ya lo tenía desde que era un chavalín (así, de paso, dejará caer que tiene usted un montón de años de experiencia). Diga que gracias a ese don ha podido usted dedicarse a su vocación de "ayudar a los demás" (no complete la frase con un "a vaciarse los bolsillos", que está feo), e incluso asegure que a veces es una carga que debe asumir con resignación. Pero deje claro, si es preciso confesándolo abiertamente, que no tiene usted ni la más remota idea de en qué consiste el dichoso don.

Lo cual le evitará tener que dar engorrosas explicaciones (que, si su interlocutor es quisquilloso, pueden incluso hacerle quedar en evidencia) y, de paso, le permitirá proclamar a los cuatro vientos su modestia y su bondad.

Así que ya sabe: lo suyo es un don, un don personal, único e inexplicable.

A pesar de lo cual, conforme a la regla número dos de nuestra lección de hoy, lo suyo se aprende.

¿Cómo? ¿Que la segunda regla contradice a la primera? No, hombre, eso sería en el mundo normal, cotidiano, en el de verdad. Pero en el mundillo paranormal, lleno de magia e ilusión, es perfectamente posible afirmar una cosa y la contraria y asegurar que ambas son verdad de la buena sin que nadie lo ponga en duda. Y si alguien lo hace, es que es un escéptico malvado, detractor y comeniños.

Así que volvamos con la regla. Lo de que lo suyo se aprende, en realidad, es una excusa a la desesperada. Me explico: como puede comprobar cualquiera con una simple -aunque cara- llamada, en el Tarot del Mago Fulanito o la Bruja Menganita ni Fulanito ni Menganita atienden el teléfono. Quienes lo hacen son meros operadores telefónicos.

Y por eso es necesaria la excusa. Vale, evidentemente hay pardillos que se creen lo del "don" de Fulanito o Menganita, pero ¿cómo creerse que puedan compartir ese "don" simplemente suscribiendo un contrato de trabajo?

La pregunta es obvia, hasta el punto de que sale siempre a relucir cada vez que alguno de estos tarotistas, adivinadores y demás aparece en un medio de comunicación. Y la respuesta, como decíamos, es esa: que lo suyo se puede enseñar. De hecho, el brujo de turno suele explayarse (que no es lo mismo que explicarse) contando que selecciona rigurosamente a sus empleados, les enseña personalmente y los somete a un período de prueba en el que deben acreditar su capacidad.

Cosa que está muy bien (sobre todo en el hipotético caso de que sea verdad), pero realmente sigue dejando en el aire la cuestión principal: si es algo que se puede enseñar, ¿dónde queda eso del "don" personal, esa "facultad" que solo usted y, como mucho, unos pocos elegidos más poseen? Y, si realmente existe ese "don" (y si va más allá de la mera habilidad para contar a los clientes lo que ellos quieren escuchar a cambio de su dinero), ¿no está engañando a sus clientes anunciando su servicio telefónico como algo suyo, pero delegando la atención de las llamadas a simples empleados?

No hay respuesta posible: o el vidente admite que su supuesto "poder" no es tal, sino una simple técnica que se puede aprender y enseñar, o bien admite que está engañando a sus clientes haciendo que los atiendan simples empleados. En cualquiera de los dos casos quedará como un farsante, y el hecho de que muchos de ellos no hayan sido públicamente ridiculizados así se debe únicamente a la benevolencia con la que la mayoría de los medios suelen tratar a estos vividores a costa de la credulidad ajena.

Vividores que generalmente no se contentan con un simple tarot telefónico. y esa es la tercera regla: el servicio telefónico es solo el complemento de la consulta privada.

Cualquier adivino dirá sin dudarlo un momento que nada sustituye al contacto personal, y el hecho de que semejante afirmación también resulte incongruente con el hecho de ofrecer un servicio telefónico atendido por teleoperadores anónimos tampoco les causa ninguna incomodidad. Al fin y al cabo la mayoría de ellos suelen asegurar que su intención al montar el teléfono de pago es solo "ayudar" a más gente, pero no puede en modo alguno sustituir a una consulta privada y personal, mucho más próxima y, aunque no lo suelan confesar de una forma tan espontánea, mucho más lucrativa.

Y que además puede dar paso a un negocio aún más suculento y aún más inmoral, pero que supone subir un escalón más y pasar directamente a la intención fraudulenta.

Porque la intención de engañar es algo que, por sorprendente que parezca, no todos los adivinos, tarotistas y demás embaucadores, telefónicos o no, tienen. Muchos actúan de buena fe, están genuinamente convencidos de sus poderes y de que realmente están poniéndolos al servicio de su clientela, y su negocio se limita obtener lo que consideran una contraprestación justa por semejante servicio, sin la más mínima intención de desplumar a nadie.

Y sí, por supuesto que están practicando el engaño, pero a una escala muy reducida: en realidad, solo se están engañando a sí mismos. Lo que hacen con sus clientes no es una verdadera tomadura de pelo. O, mejor dicho, lo es, pero ellos no creen que lo sea.

Que ese autoengaño sea suficiente o no para exculparlos por su conducta es algo que se puede discutir. Pero en otros casos, desde luego, no hay discusión posible. Y como son punto y aparte, pues eso, los veremos en otra entrada.

7 de octubre de 2009

La ciencia española no necesita tijeras



Seguro que recuerdan aquello de "menos ladrillo y más ordenadores". Lo dijo José Luis Rodríguez Zapatero hace casi justamente cinco meses durante un mítin de la campaña electoral de las pasadas elecciones europeas. Cosa que, por cierto, la hace aún más notable, estando como estamos acostumbrados a que las frases de nuestros políticos sean o bien brillantes o bien certeras, pero rara vez ambas cosas, como en este caso.

Lo malo es que la frase era certera como diagnóstico de lo que necesita nuestra economía, pero no precisamente como predicción de futuro: si nos atenemos al proyecto de Presupuestos Generales del Estado elaborados por el Gobierno que preside el propio Rodríguez Zapatero, la realidad será más bien la contraria, y mientras repetimos un "Plan E" que, nos pongamos como nos pongamos, en el fondo significa más ladrillo, los Presupuestos prevén un drástico recorte de la partida correspondiente al Ministerio de Ciencia y Tecnología, es decir, menos investigación, menos innovación y menos ordenadores.

Es cierto que la situación económica es difícil, especialmente para España. Y que, ahora que ya nos hemos comido lo que había en la despensa, resulta imprescindible recortar el gasto público. Pero la receta para salir de la crisis y, sobre todo, para evitar que la próxima nos pille como nos ha pillado esta no es ni mirar hacia otro lado y silbar una cancioncilla, como hizo en un principio el Gobierno, ni intentar mantener puestos de trabajo de calidad ínfima a base de pagar, con cargo a los Presupuestos, el cambio de aceras de la Calle Mayor. Lo que hay que hacer es, como dice aquella vieja frase, no dar peces, sino enseñar a pescar, y para eso precisamente la partida presupuestaria que hay que intentar mantener a toda costa es la de investigación e innovación.

Para aquellos a quienes nos gusta la ciencia, nos apasiona su labor de descubrimiento y aún conseguimos maravillarnos con todo lo que ha logrado, el anunciado recorte es un jarro de agua fría. Pero para quienes no tienen otra perspectiva que seguir poniendo ladrillos, para quienes ven el fantasma del paro amenazándoles a ellos y a sus familias, para todos ellos -para todos nosotros- es una tragedia.

Así que no al recorte del presupuesto en I+D. La ciencia española no necesita tijeras, y la sociedad española no puede permitírselas.

Con mi agradecimiento y mi aplauso a La Aldea Irreductible por su iniciativa.

4 de octubre de 2009

El tarot telefónico. III.- Las (verdaderas) reglas del juego

Y, a todo esto, ¿cuáles son las verdaderas reglas del juego? O, dicho de otro modo: ¿qué hay que hacer para montar un tarot telefónico?

Pues realmente poco. La legislación establece una serie de requisitos formales y técnicos y una serie de normas que, como veíamos, sí que se obliga a cumplir a las empresas que ofrecen estos servicios. Pero como son más o menos rutinarias (y, bueno, como corro el riesgo de que se me mueran de la risa al enterarse de cosas como que las empresas tienen estrictamente prohibido incrementar artificialmente la duración de las llamadas), me centraré exclusivamente en lo que hay que hacer para montar un servicio de adivinación telefónico.

Para lo cual me voy a basar en el divertido e instructivo documento Learn to be Psychic in 10 Easy Lessons!, de la Skeptics Society (del cual tienen una versión en español en Magonia, cortesía de Luis Alfonso Gámez), pero, eso sí, adaptándolo a las peculiaridades del servicio telefónico y, sobre todo, de nuestro propio mundillo paranormal.


Vamos allá.


1.- El primer consejo de "Learn to be Psychic" es preparar el ambiente. Lógicamente, en una consulta telefónica tiene poca importancia que llenemos la habitación de velas y palitos de incienso o que coloquemos un montón de cojines de colores suaves. La imagen de un adivino telefónico será, básicamente, la que presente en sus anuncios. Y para ello lo más fundamental es su nombre.

Piénsenlo: ¿habría sido igual la carrera de Rappel de haber seguido llamándose Rafael Payá? ¿No es más comercial llamarse Aramis que Marisa?

De hecho, ya puestos, si alguno de ustedes decide encaminar sus pasos por la senda del timo tartotfónico, le animo a que se ponga también un título. Puede utilizar, por ejemplo, el de "profesor", que queda muy bien y es muy seguro (nadie le va a preguntar qué,cuándo o dónde ha enseñado usted). O atribuirse alguna especialidad de moda: no tenga reparos en asegurar que es "santero cubano" aunque lo de "santero" le suene a la persona que cuida las imágenes de las ermitas, y lo más cerca de Cuba que haya estado usted sea la playa de Matalascañas.

Por último, no descuide tampoco su eslógan. Un "adivino todo" puede servir (el público de este tipo de servicios no suele ser muy exigente), pero indudablemente queda mejor un "te puedo ayudar", que además invita a la cooperación del cliente. Completamente desaconsejable es, en cambio, un "te echaré una mano", porque el cliente puede darse cuenta de que a donde le va a echar usted mano es a su cartera, y eso no le conviene. Mejor será que lo descubra él solito cuando le llegue la factura de Telefónica.


2.- Lo cual nos lleva al siguiente punto: hay que explicar, con toda paciencia, que la lectura no es una ciencia exacta, sino un arte que requiere la participación del cliente. Explique usted que su función se basa sobre todo en la intuición, no la seguridad, y que usted sólo hará de guía en un camino que deben recorrer juntos (esta frase es muy buena). En definitiva, debe usted implicar lo máximo posible a su cliente en la lectura. De este modo conseguirá un doble objetivo: hará que se sienta responsable, al menos en parte, de los fallos que usted pueda cometer (no de los aciertos, esos debe atribuírselos usted en exclusiva), y encima alargará la llamada unos cuantos minutos que el pardillo tendrá que pagar religiosamente en su factura telefónica.


3.- Recuerde las siete cosas que más preocupan a la gente: amor, salud, dinero, trabajo, viajes, educación y aspiraciones. De hecho, tal y como están las cosas, recuerde que sobre todo preocupan el trabajo y el dinero, bienes ambos cada vez más escasos en estos tiempos que corren. En este sentido, la futura subida de impuestos y sus consecuencias económicas pueden venirle estupendamente. A usted como vidente, quiero decir; a sus clientes, obviamente, más bien todo lo contrario.

Y no tenga miedo: recuerde que el cliente ha decidido llamarle, así que es evidente que algo le preocupa. Con lo cual ya tiene usted un pequeño retazo de información sobre él incluso antes de descolgar siquiera el teléfono.


4.- Aproveche el efecto Barnum: empiece con generalidades que sirven para todo el mundo. Por regla general todos nos sentimos un poco infravalorados, algo inseguros tras una apariencia de seguridad y control, y en el fondo tenemos una imagen de nosotros mismos como mejores personas de lo que pudiera parecer en ocasiones. Aproveche todo esto y suelte un par de parrafadas en este sentido (puede cogerlas por ejemplo de aquí): harán que el cliente confíe aún más en sus poderes y, por supuesto, seguirán haciendo correr un poco más al contador telefónico...


5.- A continuación vaya pasando a cuestiones más personales. No se asuste, que es muy fácil. Entre los ejemplos que propone "Learn to be Psychic" están menciones a joyas de algún familiar fallecido, una caja con fotografías antiguas, un reloj que no funciona... cosas que quien más, quien menos, tiene en su casa o en casa de algún familiar directo. Incluso las aparentes "particularidades" funcionan: un accidente en la infancia relacionado con el agua, una dirección familiar en la que aparece el número dos, una cicatriz en la rodilla... son tan comunes que es casi imposible fallar con ellas.


6.- Inserte disimuladamente preguntas en sus afirmaciones. Termine siempre con un "¿cómo interpreta esto?", "¿se le ocurre por qué puede haberme llegado esa imagen?" o "¿esto tiene algún significado para usted?". Con eso conseguirá que su cliente le vaya facilitando información con la que modificar la afirmación (si resulta que se ha equivocado usted) o preparar nuevas "revelaciones de las cartas". Y si su fallo ha sido tan clamoroso que no hay forma de disimularlo, podrá hacer hincapié en que se realmente no ha afirmado nada, sino que ha propuesto una posible interpretación de la imagen borrosa que le ha venido a la mente.


7.- Apele a la autoridad de sabidurías ancestrales, conocimientos secretos y demás palabrería. El uso de una jerga con apariencia suficientemente esotérica es fundamental: hace creer al cliente que de verdad tiene usted unos profundos conocimientos en la materia, impide réplicas por su parte -él no tiene esos conocimientos- y, además, permite colar de rondón nuevos elementos de ambigüedad e incertidumbre. Por ejemplo, imaginemos que usted saca una carta. Digo "imaginemos" porque, tratándose de un tarot telefónico, evidentemente no es imprescindible que realmente saque una carta (al fin y al cabo, el cliente no le ve).

Pero bueno, imaginemos que saca una carta. Lo que no debe hacer es decir "ha salido la sota de bastos", digo, "ha salido el ahorcado", sin más. Debe usted soltarle un rollo sobre los arcanos mayores y menores, el origen de la carta, los distintos significados que se le han ido atribuyendo según la época histórica o las distintas escuelas (no como la sota de bastos, que solo tiene un significado conocido), etc., etc.

Con lo cual habrá conseguido impresionar a su cliente con lo mucho que usted sabe y que, además, no tenga ni la más remota idea de lo que significa que haya salido la carta de marras, que de este modo nos servirá, más que como ahorcado, como auténtico comodín.

Ah, y no olvide que cuanto más rollo largue usted, más tiempo pasa y más sube la cuenta, que es al fin y al cabo de lo que se trata, ¿verdad?


8.- En "Learn to be Psychic", el punto octavo recomienda emplear conocimientos científicos o sociológicos para deducir las preocupaciones de sus clientes. Yo, sinceramente, creo que no vale la pena: ya sabemos que algo le preocupa -si no no hubiera llamado, por mucho que los legisladores se empeñen en etiquetar esto como "ocio y entretenimiento"-, y además podemos suponer razonablemente que sus preocupaciones se centrarán probablemente en su bolsillo -y si no ya se lo iremos sacando poco a poco-.

En su lugar, mi propuesta para el punto octavo es que procure ponerse usted al día en la jerga paranormal. Como comprenderá, si emplea usted términos como "mesmerismo", "efluvios" o "magnetismo animal", sus clientes se van a sentir más bien decepcionados. Queda mucho mejor usar expresiones como "fluctuación cuántica", "interdimensional" o la siempre socorrida "energía", que como dijo hace mucho tiempo Luis Angulo, en el mundillo del Circo Paranormal es "ese algo que sirve para explicarlo todo".

Y no se moleste en ir al quiosco a comprar el último número de "Enigmas" o leerse las obras completas del charlatán de moda. Le basta con ojear una revista científica -de las de verdad-, anotar las palabras más difíciles y emplearlas vengan o no a cuento. Al fin y al cabo, se trata de que soltemos algo que parezca profundo, no de que realmente tenga que significar nada coherente.


9.- No olvide lo más obvio: diga a sus clientes lo que ellos quieren oir. En realidad, cuando alguien llama a un adivino telefónico no espera que le diga la verdad: en el fondo, en el fondo, lo que quiere es que le digan que todo va a salir como le gustaría que saliera. De modo que la conclusión que debe llevarse su cliente es que conservará su trabajo (o conseguirá uno mejor), mejorará sus relaciones de pareja, el vecino cotilla del quinto se mudará a Zamora y la suegra se morderá un día la lengua y morirá envenenada. No dé fechas concretas y procure insinuar que todo esto ocurrirá más o menos "a la larga", pero dígalo.


10.- Y, finalmente, tenga preparadas las excusas que le vayan a hacer falta. Siempre va a tener usted algún que otro fallo, así que debe dejar caer una y otra vez que lo suyo es un arte y no una ciencia, que su éxito depende tanto de usted como del propio cliente (queriendo decir, obviamente, que su éxito depende de usted y sus posibles fracasos dependen del cliente), o incluso que nuestra memoria (refiriéndose a la del cliente, claro) no es perfecta y que probablemente si él no recuerda el incidente que según usted le ocurrió cuando tenía cinco años que ha dejado una marca tan profunda en su subconsciente, no es porque se acabe usted de inventar tal cosa, sino porque a él se le ha olvidado (y si además mete alguna tontería freudiana sobre la supresión de recuerdos, mejor quedará). Recuerde que no se trata solo de pescar bien la información que le pueda ir sacando a la víctima; también debe hacerlo de manera que se lleve la impresión de que si ha habido algún fallo, es por su culpa y no por la de usted.



Hasta aquí mi propuesta de decálogo. Cuyos diez mandamientos, como debe ser, en realidad se encierran en dos:

I.- Hay que decirle al cliente solo lo que él haya dicho ya, lo que sea tan ambiguo o tan corriente que con toda probabilidad le será aplicable también a él y, sobre todo, lo que él quiera oír; y

II.- Hay que hacerlo alargando la llamada todo lo que se pueda. Que sí, vale, lo de usted es un don, un privilegio para ayudar a los demás y todo lo que haga falta decir para ponerlo bien bonito para su venta, pero el negocio es el negocio, ¿no? Pues eso.

1 de octubre de 2009

La homeopatía es un "acto médico". Sí, en serio.

A decir verdad, la noticia se venía gestando desde hace ya bastante tiempo, pero no por eso ha dejado de sorprender a mucha gente. Seguro que más de uno, al leerla, habrá soltado alguna expresión muy propia del día de hoy.

Muy resumidamente, en su reunión de ayer la Comisión de Sanidad del Congreso de los Diputados aprobó una proposición no de Ley por la que se insta al Gobierno a que "adopte las medidas necesarias para que el ejercicio de la homeopatía se realice exclusivamente por licenciados en medicina y cirugía" y para que los preparados de agua bendita calificados legalmente como medicamentos homeopáticos con indicación terapéutica sean dispensados por las farmacias.

Debo reconocer que la noticia me produce un cierto bochorno. Pero, a diferencia de otros blogueros, en el fondo no estoy tan en desacuerdo con la propuesta...

¿Sorprendidos? Bueno, quizá no sea para tanto.

Para empezar, lo que sí comparto con otros escépticos -y probablemente con cualquier persona con un par de neuronas funcionales- es el pasmo, por no usar una palabra más fuerte, ante las sesudas argumentaciones de Sus Señorías a la hora de defender la Proposición. Si tienen ustedes curiosidad (y falta de sueño) pueden leerlas íntegramente aquí. Hacia la página 13. La pasión con que la señora Coello, Diputada del Grupo Parlamentario Socialista, celebra que

al final ha llegado el feliz día en el que por fin el Congreso de los Diputados va a tratar a la medicina homeopática como lo que son, como médicos.


es digna de encomio (al menos, más que su gramática), y su exposición de la historia de la homeopatía en nuestro país no resultó aburrida gracias a su habilidad para insertar comentarios tan hilarantes como este

Existe una demanda por parte de la sociedad española que reclama la medicina homeopática realizada por médicos licenciados en Medicina en nuestras facultades y no bajo el oscurantismo y la seudomedicina con la que se suele practicar en otros establecimientos por personas que no son médicos licenciados.


Porque eso es, sencillamente, errar por completo el tiro. Desde luego, es indudable que la homeopatía se practica, si aceptamos la tortuosa expresión de la señora Diputada, "bajo el oscurantismo y la seudomedicina", pero no porque quienes la prescriban sean o no médicos, sino sencillamente porque la homeopatía es una pseudomedicina. Con lo cual, por cierto, nos encontramos ante un problema tan grave o más que el que denuncia la señora Coello: el hecho de que haya médicos que, a pesar de su -habrá que decir supuesta- formación científica, recomienden y prescriban el uso de la homeopatía.

En cuanto al Grupo Popular, tampoco se quedó a la zaga. En su intervención el señor Ramírez del Molino intentó hacernos tragar una rueda de ídem al explicar que

La homeopatía es un método terapéutico que consiste en dar al enfermo unas dosis bajas o infinitesimales de una sustancia que administrada a dosis altas o muy altas nos puede provocar síntomas semejantes a los del enfermo. Hay productos que a dosis elevadas nos pueden provocar nauseas y vómitos y sin embargo, estos productos utilizados en homeopatía en dosis infinitesimales curan las nauseas y los vómitos.
Acostumbrados a la terapéutica tradicional, la homeopatía puede resultar sorprendente, pero si profundizamos observamos que en la medicina tradicional o alopatía también se utiliza a menudo la ley de la similitud. Hay un producto como es el cornezuelo del centeno que toxicológicamente puede provocar hipotensión, vasodilatación encefálica y cefalea y que es utilizado en dosis infinitesimales para el tratamiento de la cefalea, la jaqueca y los trastornos circulatorios.

En fin, parece evidente que para enterarse de qué va eso de la homeopatía (que, según confesión propia, le resulta un poco extraña), Su Señoría ha procurado informarse. Es más, yo diría que ha procurado informarse aquí. Y aquí, cuando dice que

El 15 por ciento de la población española utiliza los medicamentos homeopáticos. En Europa lo utilizan aproximadamente el 30 por ciento de la población y en el mundo en torno a los 300 millones de pacientes.

Aunque al menos Boiron (que supongo que el Sr. Ramírez considerará como una fuente neutral y totalmente fiable) no tiene la desvergüenza de citar el falso ejemplo del cornezuelo.

Prosigue el señor Ramírez lamentándose de que

A pesar de la larga historia de la homeopatía, se encuentran trabas e impedimentos que dificultan su progresión, no ya entre pacientes y público en general, sino en el sistema sanitario y en las universidades.


Aunque

Frente a estos obstáculos, se cuenta con apoyo legislativo a nivel europeo y a nivel estatal que reconocen que los productos homeopáticos son medicamentos.


Lo cual, digo yo, debería llamar un poco, al menos un poquito, la atención del señor Ramírez y de los restantes y muy dignos Diputados miembros de la Comisión. No sé, quizá sea solo una impresión mía, pero me da en la nariz que si estamos discutiendo sobre la efectividad de una supuesta terapia, probablemente haya más capacidad para evaluarla en los ámbitos sanitarios y universitarios que desde las mullidas butacas de los Parlamentos español y europeo. Y, ¡vaya!, resulta que esos mismos ámbitos capacitados para evaluar la eficacia de la homeopatía son los que le ponen trabas... En fin, creo que la conclusión es de Perogrullo.

Pero mucho me temo que Perogrullo no ocupa escaño en esta legislatura, y que lo que de verdad importa es que, como dijo en su actualísima prosa la señora Coello, el aval de la Comisión a la homeopatía

está en relación con los anhelos de muchos ciudadanos y ciudadanas de este país.


Ciudadanos y ciudadanas que, por supuesto, son también votantes y, ejem, votantas. Y eso es lo que importa, ¿verdad?

A pesar de todo lo cual tengo que admitir, como dije al principio, que no estoy en desacuerdo con la propuesta.

Me explico. Como ya he dicho, creo que es un grave problema que haya médicos que prescriban pseudomedicamentos homeopáticos. Dice muy poco en favor de su preparación científica o incluso de su capacidad a la hora de evaluar la eficacia terapéutica de sus prescripciones. No se ustedes, pero yo de un médico espero que me prescriba un medicamento de verdad si me hace falta, y además que sea capaz de distinguir la acción de ese medicamento de un simple placebo.

Pero, por otro lado, también me parece menos peligroso un médico homeópata que un homeópata autodidacta o con diploma de la Academia Plim de Estudios Pseudocientíficos por Correspondencia. En principio, y aun insistiendo en la grave irresponsabilidad que supone que un médico recete agua hechizada, creo que al menos cabe presumir que no lo hará en casos graves, y que su formación le habrá dejado al menos un mínimo poso que le permita darse cuenta de cuándo es necesario un medicamento de verdad o, mejor aún, derivar a un paciente a un médico que no crea en pamplinas.

También hay que tener en consideración el efecto nocebo, como acertadamente recordaba Jimmy Jazz en un comentario a una entrada anterior. La filosofía de la homeopatía no consiste solo en creer tonterías sobre la ley de las similitudes, las diluciones infinitesimales y el efecto mágico de golpear un tubo de ensayo contra el lomo de una biblia forrada en cuero; también implica denostar a la medicina de verdad, empezando por el término despectivo con el que Hahnemann la bautizó ("alopática") y terminando por el aborrecimiento de la "química", los "medicamentos artificiales" y las malvadas multinacionales farmacéuticas. Esto último, con excepción de Boirón y similares, claro.

El resultado de todo esto es la aparición del efecto nocebo: a muchos creyentes fervorosos en la homeopatía los medicamentos de verdad les producen poco o ningún efecto (o así lo interpretan ellos), y en cambio sufren todos y cada uno de los efectos secundarios que figuran en el prospecto. Sufrirán dolores de estómago, somnolencia y pérdida de sueño, diuresis y hasta mareos y náuseas, a pesar de que el prospecto diga que esto último sólo pueden experimentarlo las mujeres embarazadas y el paciente sea un señor con bigote de sargento de Granaderos.

Aunque solo sea, de nuevo, como presunción, cabe suponer que este efecto no se dará, o no con tanta intensidad, si quien prescribe la homeopatía es un médico. Por supuesto, no cabe esperar de los médicos homeópatas rigor científico, pero sí al menos la suficiente prudencia como para no tirar piedras contra su propio tejado si resulta que el paciente no necesita píldoras mojadas en agua bendita, sino un buen antibiótico.

Un tercer factor, nada desdeñable, es el de la responsabilidad. Si alguien tiene la desgracia de morirse o padecer algún problema grave a consecuencia de que siguió un pseudotratamiento homeopático cuando necesitaba uno de verdad, al menos si se lo prescribió un médico podrá echar mano -o sus causahabientes, claro- del seguro de responsabilidad civil particular y/o colegial. En cambio, reconocerán conmigo que esto es bastante más difícil si el homeópata de turno es un señor que ha encontrado que vender agua "dinamizada" es más lucrativo que seguir con su oficio de pintor de brocha gorda (y que no se ofendan los pintores de brocha gorda; pongo el ejemplo porque me he topado con un caso así). Y, en esta misma línea, desde un punto de vista personal reconozco que resultaría muy interesante encontrarme con un juicio en el que se exigiera a un médico responsabilidad por prescribir un tratamiento cuya ineficacia ha sido científicamente acreditada.

Y por último... bueno, como esto es solo un primer paso, a lo mejor resulta que un día de estos se da un caso como este y nuestros Padres de la Patria deciden que quizá valga la pena pensar en la salud de los ciudadanos en lugar de en sus votos, y que por muy rentable que resulte desde un punto de vista demagógico, eso de avalar la "oficialidad" de un timo no es exactamente lo que debería esperarse de unos gobernantes responsables.

Porque ya sé que se suele decir aquello de que "los pueblos tienen los gobernantes que se merecen", pero siempre puede uno soñar con que alguna vez aparezca uno mejor de lo que nos merecemos, ¿no creen?


P.S.: Me dejo en el tintero (bueno, en el teclado) un par de cosas.

En primer lugar, la enmienda del Grupo Popular (aprobada por la Comisión) a la propuesta original, que simplemente añade la petición de que se reserve a las farmacias la prescripción de los "medicamentos" homeopáticos con indicación terapéutica aprobada. Pero me la dejo porque me parece simplemente una bobada: resulta que, con la ley en la mano, la aprobación de esos medicamentos exige la previa acreditación de su efectividad mediante los correspondientes ensayos clínicos. Así que, como se pueden imaginar, el número de "medicamentos" homeopáticos con indicación terapéutica aprobada es igual a cero, y con el mismo dígito podemos evaluar la efectividad de la medida.

Y en segundo lugar, la cuestión del referéndum suizo de mayo pasado, que la Diputada Coello menciona en su exposición y que también menciona, de pasada, José Luis Calvo en una reciente entrada de su blog. Lo que pasa es que, como le comenté al bueno de José Luis, este tema es más complejo de lo que parece, así que se quedará para otro día y, sobre todo, otras horas más decentes.

Sin comentarios...



... porque aquí está todo dicho