Busquen ustedes
todas las entradas que he dedicado a la homeopatía en el blog. Hay unas cuantas, y bastante críticas, ¿verdad?
Bueno, pues nada comparado con el
informe del Comité de Ciencia y Tecnología del Parlamento Británico sobre la homeopatía.
Les pongo en antecedentes. El
Comité de Ciencia y Tecnología inició hace algunos meses
una investigación encaminada a determinar cuál debería ser la política del Gobierno británico con respecto a la homeopatía. El Sistema Nacional de Salud de Gran Bretaña viene financiando los tratamientos homeopáticos desde su creación, en 1948, y el Comité quería evaluar la conveniencia o no de seguir pagándolos. Otro de los aspectos a tratar era la cuestión del régimen de autorización, etiquetado y venta de los
remedios homeopáticos, sobre la cual, por cierto,
hablamos por aquí hace poco. Y para ello, claro, lo primero que había que determinar es si la homeopatía cuenta o no con evidencias científicas suficientes a su favor.
Para ello el Comité abrió un período de
presentación de alegaciones escritas seguido por dos sesiones orales, celebradas
el 25 y
el 30 de noviembre pasados, en las que diversos expertos contestaron a las preguntas de los parlamentarios. Expertos entre los que había defensores de la homeopatía, por supuesto, pero teniendo en cuenta que las asociaciones farmacéuticas y médicas británicas
no son como las de aquí, la mayoría mantenía una postura abiertamente escéptica.
Por si eso fuera poco, como sabemos, durante las sesiones los teóricos defensores de la homeopatía metieron la pata hasta el fondo. Fue el caso de Paul Bennett, el representante de la cadena farmacéutica Boots que reconoció ante el Comité que
su empresa vende productos homeopáticos sin que les conste en absoluto su efectividad, simplemente porque el público los demanda, pero
no fue ni mucho menos el único.
En fin, que entre eso y el minucioso trabajo del Comité, no es raro que el resultado del informe sea demoledor, como
comentó en primicia en nuestro país
Luis Alfonso Gámez, y como han recogido algunos medios de comunicación con posterioridad. De hecho, creo que todos ellos se han quedado cortos.
El informe empieza evaluando las evidencias científicas acerca de la homeopatía, llegando a la conclusión obvia de que se trata de una técnica muy poco creíble. En efecto, como dicen los miembros del Comité, el principio de que "lo similar cura a lo similar" resulta muy cuestionable por cuanto se trata de una
sobreextrapolación: no es una buena práctica cientifica concluir que porque alguna sustancias sean dañinas en dosis altas y beneficiosas en dosis bajas, todas las sustancias se comporten del mismo modo [párrafo 51].
Tampoco es razonable, dicen
amontonar "síntomas" en categorías independientemente de su causa fisiológica. Por ejemplo, hay muchas clases diferentes de estimulantes -cafeína, nicotina, anfetaminas- pero los procesos metabólicos por los que provocan estimulación son diferentes. El principio de lo similar cura a lo similar pasa por alto esta complicación, sosteniendo que cualquier clase de estimulante puede, en dosis suficientemente bajas, contrarrestar el insomnio. Pero el insomnio puede deberse a distintas causas, como el dolor, cambios hormonales, problemas fisiológicos o "jet lag", así como al uso de estimulantes. Tratar los síntomas e ignorar las causas no es una buena práctica médica [párrafo 52].
El principio de la dilución tampoco sale muy bien parado. El informe recuerda que la propia
Fundación del Príncipe para la Salud Integral (organización que no califico como "magufa" por el respeto y veneración que me inspira el futuro monarca inglés, claro)
dijo en sus alegaciones escritas que
Cualquier mecanismo de acción basado en la dilución extrema es implausible, y considerado como insostenible por la mayoría de los científicos que trabajan en este campo [párrafo 48].
A estas consideraciones los diputados añaden algunas acerca de lo vago que es eso de la "sucusión" (párrafo 57, en lo que parece casi
una cita de cinéfilo) y, por supuesto, la cuestión de que
Incluso si el agua pudiera retener una memoria de las sustancias que tuvo disueltas previamente no conocemos ninguna explicación de cómo los gránulos de azúcar comúnmente empleados en la homeopatía puedan retener dicha memoria [párrafo 60].
El informe también dedica unos cuantos párrafos a la investigación de las evidencias acerca de la eficacia y efectividad de la homeopatía, llegando a la impepinable conclusión de que
Desde nuestro punto de vista, las revisiones sistemáticas y metaanálisis demuestran de forma concluyente que los productos homeopáticos no funcionan mejor que los placebos [párrafo 70; las negritas, en esta y las restantes citas, son del original].
Una cuestión respecto a la cual, por supuesto, discrepan los partidarios de la homeopatía, que presentaron una serie de estudios científicos que supuestamente avalarían su superior eficacia respecto al placebo. Pero sin convencer demasiado a los miembros del Comité, que comentan al respecto que:
Lamentamos que los partidarios de la homeopatía, incluso en las alegaciones que remitieron para nuestra investigación, decidieran basarse en, y poner en práctica, una aproximación selectiva a la tratamiento de la base de evidencias, dado que esto puede confundir o inducir a error al público, los medios y los políticos [párrafo 73, las cursivas son mías].
Lo cual, dicho en román paladino, quiere decir que el Comité también se dio cuenta de que los homeópatas habían, ejem,
tergiversado un poquito sus datos...
Naturalmente, a la vista de todas estas consideraciones no es extraño que, como hayan destacado los medios, el Comité recomiende que el Sistema Nacional de Salud británico deje de financiar los tratamientos homeopáticos. Pero la cosa va más allá: visto lo visto, el Comité considerra que
Ya se han realizado suficientes estudios sobre la homeopatía y existe abundante evidencia que demuestra que no es eficaz. La competencia por la financiación en investigación es muy fuerte, y no vemos cómo podría justificarse investigar aún más sobre la homeopatía en detrimento de otras prioridades [párrafo 77].
Anticipándose a las críticas, los miembros del Comité también se refieren a otros dos grandes bastiones erigidos en defensa de la homeopatía: el efecto benéfico de los placebos
El objetivo central de la medicina es hacer que las personas se sientan mejor. Aunque los placebos pueden ser efectivos en el alivio de los síntomas (por ejemplo, el dolor), no pueden tratar la causa subyacente de esos síntomas (por ejemplo, un hueso roto). Existe el riesgo de que un paciente cuyos síntomas mejoren tras un tratamiento homeopático (por el efecto placebo o porque el síntoma hubiera mejorado de todos modos) retrase la búsqueda de un diagnóstico médico adecuado para futuros síntomas que pueden o no deberse a una enfermedad subyacente grave [Párrafo 105].
y la libertad de elección de tratamiento:
Estamos de acuerdo con el profesor Ernst y la Real Sociedad Farmacéutica de Gran Bretaña (RPSGB). Para que la elección del paciente sea realmente libre, debe haber sido adecuadamente informado de forma que entienda las implicaciones de los tratamientos. En el caso de la homeopatía, esto requiere sin duda una explicación de que la homeopatía es un placebo. Si no se hace así, la libre elección del paciente no tiene sentido. Si se hace, la efectividad del placebo -es decir, de la homeopatía- puede reducirse. Pero sostenemos que la prescripción de homeopatía dentro del Sistema Nacional de Salud, en realidad, reduce en lugar de incrementar la libertad de elección informada del paciente [párrafo 101].
Lo cual, por otra parte, también nos dice que la Real Sociedad Farmacéutica de Gran Bretaña
no se parece en nada a la de aquí.
También en relación con la cuestión de la libre elección de tratamiento, el Comité estudió la situación legal de los productos homeopáticos en Gran Bretaña. Hay que tener en cuenta que los actuales sistemas de licencias permiten que los productos homeopáticos se vendan como medicamentos sin haber acreditado en absoluto su eficacia como tales. Sin embargo, como señala el Comité, el hecho de que un producto haya obtenido licencia para venderse como medicamento implica, para el consumidor, la suposición de que las autoridades sanitarias han evaluado su seguridad, calidad, y eficacia. Dado que los productos homeopáticos no necesitan demostrar nada de eso para llegar al mercado como medicamentos, el Comité indica que
Nos preocupa que los productos homeopáticos estuvieran, y continúen estando, exentos del requeisito de aportar evidencias de su eficacia y se les haya permitido mantener sus Product Licences of Right. Recomendamos que no se renueve ninguna PLR de productos homeopáticos a partir de 2013 [párrafo 121]
Lo cual requiere una explicación. En Gran Bretaña, la entrada en vigor de diversas leyes relativas a la autorización de comercialización como medicamentos de los productos homeopáticos supuso que se permitiera continuar la venta de los autorizados con anterioridad, sin más. Estas licencias (PLR) eran provisionales, y deberían haber sido revisadas, pero el propio Gobierno ha reconocido al Comité que no ha sido así. La nueva legislación, que entró en vigor en 2006, prevé la revisión de esas licencias a lo largo de un período de siete años que finalizará el 1 de septiembre de 2013.
Y si esto
les suena, se equivocan, créanme: aquí nadie se ha planteado ningún plazo para revisar nada.
Pero volvamos al informe. Si resulta que los productos homeopáticos son simples placebos, por un lado, y si permitir su venta como medicamentos supone de hecho engañar a los consumidores, ¿cuál es la solución? Para el Comité
Aunque la disponibilidad en farmacias de productos homeopáticos podría ser interpretada por los pacientes como una acreditación de su eficacia, desde nuestro punto de vista no tendría sentido la retirada de los productos homeopáticos de las farmacias. Muchas farmacias venden numerosos productos sin efectividad acreditada, y en todo caso los productos homeopáticos se pueden adquirir por Internet. Consideramos que la manera adecuada de enfocar la venta de productos homeopáticos es eliminar cualquier indicación médica y cualquier acreditación implícita de su eficacia por parte de la MHRA [el equivalente británico de nuestra Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios] -salvo en los casos en que se hayan seguido los mismos estándares de acreditación de eficacia que los medicamentos convencionales-, y hacer constar explícitamente en la etiqueta que no hay evidencias científicas que demuestren que los productos homeopáticos funcionen por encima del efecto placebo [párrafo 146].
De hecho, el Comité va aún más allá al indicar que
Es inaceptable que la MHRA otorgue licencias para productos placebo -en este caso gránulos de azúcar- otorgándoles en parte la categoría de medicinas. Incluso prohibiendo las indicaciones en las etiquetas, el hecho mismo de obtener una licencia de la MHRA otorga directamente credibilidad a un producto. La licencia abre el camino para su comercialización en farmacias, y consecuentemente la impresión del placiente acerca de la credibilidad de la homeopatía se ve reforzada. Nuestra conclusión es que ha llegado el momento de romper esa cadena y, dado que los regímenes de licencias de la MHRA han suspendido en esta investigación, la MHRA debe retirar sus regímenes de licencias para los productos homeopáticos [párrafo 152].
Eso, en cuanto a las autoridades. En lo que respecta a los farmacéuticos,
Dado que el punto de vista de la RPSGB es que "no hay ninguna evidencia científica o clínica que avale a la homeopatía", el único asesoramiento que pueden dar los farmacéuticos es que estos productos son placebos. Los farmacéuticos deben asegurarse de que los pacientes con síntomas que puedan requerir investigación y tratamiento médicos no crean que un remedio homeopático es efectivo más allá del efecto placebo. La propia RPSGB ha definido a los farmacéuticos como "científicos en comercios", y por tanto tiene una especial responsabilidad a la hora de asegurarse de que los farmacéuticos proporcionen asesoramiento científicamente correcto a los pacientes [párrafo 144].
Ante lo cual, por cierto, la RPSGB se apresuró a remitir a sus asociados
este documento. Comparen esto con
lo que nos cuenta Carlos Chordá en
La Ciencia es Bella y, si pueden, contengan las lágrimas.
En fin, este es mi pequeño resumen del documento. Veremos en qué se queda a la hora de la verdad; recordemos que se trata tan solo de una serie de recomendaciones al Gobierno y al Parlamento, y por desgracia sabemos muy bien que
apoyar una superstición suele ser electoralmente más rentable que oponerse a ella. Pero el informe tiene aún más valor precisamente por eso mismo: a pesar de tener unas elecciones a la vuelta de la esquina, los miembros del Comité no se han andado con medias tintas y han dejado bien clarito qué es y cómo debe regularse la homeopatía.
Y no estaría de más que nosotros
intentásemos que nuestros parlamentarios (y
nuestros médicos, y
nuestros farmacéuticos) hicieran algo por el estilo...